Pablo GALLEGO

«Haendel no es uno de los compositores a los que la ópera en Oviedo ha cuidado más, pero con "Ariodante" celebraremos el 250.º aniversario de su muerte por todo lo alto». Esta idea, expuesta por el director artístico de la Ópera de Oviedo, Javier Menéndez, resume la intención del ciclo lírico de ofrecer un espectáculo barroco de altura. Y para eso, como Menéndez apuntó, han querido contar con «los mejores». Músicos y artistas capaces de levantar, por primera vez en sesenta y dos años de ópera, una obra de la envergadura de «Ariodante». Toda una «cruzada» escénica y musical, como la definieron el director de escena David Alden y el maestro y responsable musical Andrea Marcon.

El encuentro con los medios de los principales responsables de esta ópera, cuarto título de una temporada lírica que cuenta con el patrocinio, entre otras instituciones, de LA NUEVA ESPAÑA, sirvió para mostrar a un grupo de artistas de referencia internacional comprometidos en un proyecto común. Y muy bien avenidos. «El teatro funciona como una gran familia», aseguró la soprano argentina Verónica Cangemi. Su debut en el Campoamor para dar vida a Ginevra será también la primera vez en que Cangemi cantará ópera en España, tras una carrera internacional que la ha llevado a las principales casas líricas del globo tras ganar, en Barcelona «y hace ya muchos años», el concurso de canto «Francisco Viñas».

Alice Coote completa la pareja protagonista de este título de Haendel. La mezzosoprano inglesa dará la réplica a Cangemi en el papel de Ariodante. Un personaje masculino cantado en origen por «castrati», y que ahora brilla en el repertorio de cantantes como Coote, especialmente dotadas para este tipo de papeles, que según Alden requieren «la voz de un virtuoso y unas excepcionales cualidades dramáticas».

«Con catorce años, Haendel hizo que me enamorase de la música al intentar cantar sus arias», explicó Coote, encargada de sacar adelante un personaje de enorme dificultad, «tanto en sus aspectos psicológicos como en la pasión necesaria para hacerlo creíble y real». Un objetivo compartido por el responsable escénico, David Alden, autor de, según Marcon, «una de las producciones de ópera más maravillosas». En ella, el director estadounidense, que se autodefine como un «apasionado luchador por Haendel», subrayó la «revolución» que ha vivido el mundo de la ópera en los últimos veinte años. «Los músicos y los profesores han aprendido a interpretar este tipo de música», apuntó Alden, «y en un momento en que es muy difícil encontrar cantantes solventes para las óperas de Verdi, sí tenemos cantantes muy buenos para Haendel», aseguró. Además, apuntó, «los directores de escena han descubierto que el barroco es una época absolutamente teatral, sobre todo en obras como ésta, llenas de pasión». «Me siento muy feliz por llevar veinte años inmerso en esta cruzada», añadió, «y me hace muy feliz traerla al norte de España».

Marina Rodríguez-Cusí, como el malvado Polinesso; Joan Martín-Royo (rey de Escocia), Paul Nilon (Lurcanio), Sarah Tynan (Dalinda) y Javier Galán (Odoardo) completan el reparto de las cuatro funciones, que empiezan el lunes y contarán en el foso con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Andrea Marcon, director de la Orquesta Barroca de Venecia, subrayó la buena reputación que la Ópera de Oviedo tiene a nivel internacional, y la disposición «abierta hacia Haendel» de una orquesta acostumbrada a brillar en otro tipo de repertorio. «Les he pedido que toquen como si estuviesen hablando, que cada nota sea una palabra», explicó el maestro italiano, «en una ópera en la que cada aria tiene un mundo propio». «Cada ensayo ha sido mejor que el anterior, y nadie echará de menos una orquesta barroca en el foso», aseguró Marcon.