El arquitecto valenciano Santiago Calatrava formó parte de un fenónemo mundial que se enamoró de las grandes obras, edificios «espectáculo» con los que las ciudades querían entrar en los mapas, en las guías turísticas y en la historia. Eran grandes proyectos que tenían como objetivo ser «motor» de cambios urbanos y también dar empuje económico a las ciudades, en un tiempo en el que aún no había atisbos de crisis. Con la recesión, las monumentales obras de hormigón y acero blanco del premio «Príncipe de Asturias», con su complejidad técnica, sus presupuestos disparados, su caro mantenimiento y sus elementos móviles empezaron a generar polémica, de forma que al arquitecto se le han abierto numerosos frentes.

En su tierra natal, Valencia, donde diseñó la Ciudad de las Artes y las Ciencias, la inversión final ha llegado a los 1.298 millones de euros. A las críticas por el elevado coste de las obras, que incluye el pago de 15 millones de euros en honorarios por tres rascacielos que no han llegado a levantarse, se suman los defectos aparecidos en la cubierta del Palau de les Arts, una especie de «arrugas» en el recubrimiento cerámico que afean la obra arquitectónica a los 8 años de su inauguración. La Generalitat ha asegurado que está dispuesta a exigir responsabilidades al arquitecto por los abombamientos. Hace unos meses Calatrava decidió cerrar el despacho que mantenía en su ciudad natal, manteniendo los que tiene en Zurich y en Nueva York, y, según publica el diario «El País», ha puesto en venta su casa familiar, en el centro de Valencia.

En Oviedo, la polémica económica que rodea a la obra de Santiago Calatrava, que se alza en Buenavista, es de menor voltaje, ya que fue una sociedad privada, la empresa Jovellanos XXI, la que desarrolló el proyecto, sobre un terreno cedido por el Ayuntamiento, que también entregó otra parcela a la entrada de la ciudad, en el Vasco. La inversión global en las obras del arquitecto valenciano en Oviedo se estima más de 250 millones de euros, y sus honorarios, incluyendo los proyectos fallidos que realizó para la parcela del Vasco, rondan los 29 millones de euros. Los honorarios del arquitecto están en los tribunales, después de que Calatrava reclamara judicialmente el pago íntegro de su factura, con la que la empresa discrepa, sobre todo a raíz de los defectos que impidieron que la cubierta móvil del Palacio de Congresos se elevara, tal como estaba proyectado, por las dudas sobre la resistencia de las costillas de acero que cubren el edificio. Según algunas fuentes, el arquitecto ha presentado unos honorarios de cerca de 29 millones de euros, de los que faltan por cobrar 6, la factura que está en los tribunales. Otras fuentes son menos precisas, señalando que el contrato que vinculaba a Santiago Calatrava con Jovellanos XXI hablaba de porcentajes sobre la obra, y no de cifras. Según estas fuentes, los honorarios establecidos eran del 11 por ciento de la inversión, un 8 por ciento por los proyectos y el 3 por ciento restante por la dirección de obra. En cualquier caso, la factura superaría los 26 millones de euros.

Pero los problemas surgidos en Oviedo no son, seguramente, la mayor de las preocupaciones del arquitecto valenciano. A las exigencias de la Generalitat Valenciana por los defectos aparecidos en la cubierta del Palau de les Arts se suma una reclamación del Tribunal de Cuentas italiano, que pide al arquitecto y tres ingenieros más de 3 millones de euros, por «daño» a las arcas públicas por errores de construcción del puente de Venecia. En Nueva York, donde el arquitecto diseñó la terminal de transportes de la «zona cero», aún por inaugurar, su proyecto ha sido recortado, después de que el presupuesto se disparara hasta los 3.440 millones, de los 2.200 previstos en un principio.