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El tablao que vino de la braña

La familia Verdasco, premio a la promoción cultural por su Café de Chinitas, en Madrid, desciende de una bisabuela de Navia y un abuelo de Valdés

Mara Verdasco, entre Rubio (izquierda) y Alfredo García Quintana. Nacho Orejas

Ch. NEIRA

En 1870 Cándida Santos hizo el viaje de Navia a Madrid con su marido, de origen vaqueiro, y sus hijos y se hizo cargo de una botillería que acabaría dando en el famoso restaurante La Bola. Años después, Antonio Verdasco, de Los Corros, en la parte alta del concejo de Valdés, se fue también a "los Madriles", abrió al lado una carbonería y emparentó con aquellos asturianos. Ayer, Mara Verdasco, bisnieta de Cándida y nieta de Antonio, hizo el viaje a la inversa para recibir en el teatro Campoamor uno de los premios nacionales de Hostelería, el que reconoce a la empresa destacada en la promoción cultural, correspondiente a otro de los negocios de más recorrido de la familia, el tablao flamenco Café de Chinitas, abierto hace 43 años en lo que fue el restaurante Senado.

Mara Verdasco estaba ayer "doblemente agradecida". Por el premio en sí mismo y por ser en Asturias, después de que en la región se les haya concedido también, recientemente, el título de embajadores gastronómicos de la región en Madrid.

El premio se lo dan al Café de Chinitas por esos 43 años en los que han combinado la alta cocina española con el flamenco, permitiendo en la actualidad difundir estas características culturales nacionales entre clientes de todo el mundo, ya que los extranjeros copan la mayor parte de su clientela. No siempre fue así. Cuando la familia Verdasco abre el Café de Chinitas, que toma su nombre de un célebre teatrillo malagueño, lo hace en un momento, años setenta, en que los tablaos flamencos eran un negocio de moda. La calidad en la oferta de restauración, la alta cocina, como ya habían hecho con El Senado, fue el elemento diferenciador y quizás el que les ha permitido mantenerse tanto tiempo. En los otros negocios, como en La Bola, epicentro de toda esta familia restauradora a la que también le ha salido un tenista, Fernando Verdasco, primo de Mara, se cultivó desde siempre la cocina clásica castellana. La bisabuela Cándida asumió desde el principio la comida de allí, el cocido castellano, que en la actualidad sus descendientes siguen haciendo a la vieja usanza: carbón de encina y puchero de barro. Puestos a rastrear la genética asturiana de esta cocina, sí es cierto que el arroz con leche ha permanecido en la carta de postres y que el famoso cocido de La Bola se hace con chorizo asturiano, de Tineo.

En el Café de Chinitas las cosas han cambiado un poco. Del público nacional, clase alta, de los primeros años, se ha pasado a un público principalmente extranjero y se ha abierto la puerta a los que no van a cenar y se pasan por el local a tomarse sólo una copa. La cocina allí va por otro lado. Más mediterránea, fusión con la clásica y un punto más moderno.

Y luego están los artistas, claro. Aunque la tercera generación de los Verdasco, la que abrió el Café de Chinitas, tuvo que aprender ese mundo, para gente como Mara Verdasco, cuarta generación de la familia, que se criaron entre el tablao y La Bola, el lenguaje del cante jondo se les metió dentro desde el principio. Y crecieron viendo a La Chunga, a Mercé, Morente o, por citar lo que pasa ahora por aquel escenario, Juan Ramírez. Casi todos los consagrados, cuenta Mara, han pasado por allí, otros han logrado la consagración precisamente actuando en su negocio, y ellos siguen abriendo la puerta y reservando un espacio para los que están empezando, "gente que necesita un espacio para expresar su arte". Y allí, en Madrid, en un negocio que en el fondo procede del Occidente asturiano, lo pueden encontrar.

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