El pintor, ayer también poeta, Jaime Herrero presentaba en la librería Cervantes su último poemario, "La puerta del laberinto", versos ilustrados por su mano dirigidos a un supuesto lector infantil. Pero la sala se le llenó de adultos. Y eso que Herrero, gran antipoeta y mejor fabulador, rodeado por los profesores de Literatura Leopoldo Sánchez Torre y Álvaro Ruiz de la Peña, confesó que poco tenía que decir sobre la poesía.

"De poesía no sé hablar, me falla el ánimo", empezó después de un detallado análisis de la obra por parte de Sánchez Torre. "No hay cosa más aburrida que un simposio de poesía. La criminalística lo ignora, pero de ahí salen los grandes asesinos en serie". Grandes carcajadas entre el público y aunque Jaime Herrero había mostrado dudas sobre cómo empezar ("terminar no, siempre sé cómo terminar todo, por eso estoy envejeciendo bastante bien") ya se lanzó: Su encuentro con la poesía, no buscado, "la poesía te cae, te penetra de repente al dar la vuelta a una esquina. Menos en el pueblo, claro. Porque yo, realmente, soy un desertor de la clorofila, que es la gran enemiga de la inteligencia, como el gran sol". En Andalucía y achicharrado, contó, se puede pintar, porque es "más una herramienta", pero el trabajo con "conceptos, ideas y sombras, el sol lo disuelve".

En la ciudad es otra cosa. Un día Jaime Herrero atravesaba la plaza de Riego, silbando bajo, como siempre, como cuando un vecino le preguntó si era argentino, y de una ventana le llegó una canción de un rey. Y corrió a meterse en una cafetería para apuntarla. "Porque lo que se piensa en la calle, nunca llega a casa. Tampoco las ecuaciones. Toda la ciencia actual no existiría si la gente no llevara un bloc en el bolsillo". Él tomo nota en el momento y salió, "Canción (para Celia)", una de las primeras composiciones de "La puerta del laberinto": "Siete botijas tiene el rey / y tiene un ojo de carey. / Siete palomas la princesa / y una mona piriviresa. / Siete canicas la cocinera / y una mano de madera. / Siete raitanes tiene el gaitero / y una rana con un plumero. / Siete costuras tiene el ahorcado / y un secreto enterrado. / Siete verdugos tiene el Papa / y una margarita en la solapa. / Siete cadenas tiene el juez / y un abanico de Aranjuez. / Siete verrugas el general / y una muñeca con un puñal. / Los pinto a todos. / Zis zas. / Zis zas, / y luego los borro /con aguarrás".

Así, lleno de "imágenes" potentes, "superpoblada de personajes", y con la "sencillez en lo compacto de la que ya habló Alarcos para referirse a Jaime Herrero", en palabras de Leopoldo Sánchez Torre, se presenta este nuevo poemario que edita Trea; una "La puerta del laberinto", concluyó, en la que "lo importante no es el laberinto, sino quien lo dibuja, Jaime".