José Antonio Caicoya Abati era una de esas personas que pasa por la vida dejando un reguerso de cariño allá donde va. Por eso era muy apreciado en Oviedo y en Luanco, donde ayer recibió sepultura en el cementerio de Santa María, tras fallecer, el pasado miércoles a los 71 años, víctima de una fulminante enfermedad. Deja esposa, Luisa Ochoa, cuatro hijos -Carolina, Miguel, Elena y Carmen- y cuatro nietos -Mateo, Guillermo, Alfonso y Enrique. Con él, los Caicoya Abati eran siete hermanos.

Aunque había estudiado Derecho, José Antonio Caicoya Abati dirigió su vida hacia su pasión: el arte y la cultura. "Era culto, discreto y sensible", dicen quienes le frecuentaron. Educado y culto, las artes plásticas eran su vida. De hecho, regentó durante un tiempo un establecimiento de marcos y molduras en la calle Pedro Antonio Menéndez, en pleno centro de Oviedo, junto a la calle Asturias. Por cultivado y buen amigo, era apreciado en el mundo ovetense de las tertulias de café. Acudía asiduamente a algunas de las más clásicas en el centro de la ciudad.