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Los cultivos del Paraíso

Peruyes del Picu Castiellu

El peral bravo resiste a plagas y enfermedades y está considerada una de las especies más rústicas que existen

Peruyes en un cuenco de madera. Pelayo Fernández

Yo me había sentado toda mi vida en aquella roca redondeada en la parte alta del prado, cerca de La Grandota. Me gustaba hacerlo porque su superficie era lisa, y desde allí veía medio mundo, desde la mar entre Gijón y el Cabo Peñas hasta Peña Ubiña, Peña Mayor, el Sueve, o los Picos de Europa. Y todo a unos pocos kilómetros de La Escandalera. Asturias en todd-AO y tecnicolor, y gratis.

La piedrona andaba por el metro de alto, era de color grisáceo, como corresponde a una caliza que se precie. Le nacía casi en el centro una pequeña mata de hierba redondeada del ancho de un tiesto.

Una tarde ociosa me dio por escarbar en aquel tapín. Me sorprendió que los bordes estuviesen redondeados. Seguí quitando tierra hasta vaciarlo. Resultó un agujero que recordaba una bacía, la palangana de barbero, con sus paredes lisas, perfectas. Ni un ángulo, ni una esquina. "Maravillas de la madre naturaleza" pensé. No le di más sal al cuento.

Años más tarde, ojeando una revista de historia, vi unas fotografías en las que aparecían agujeros iguales al de la roca de la colina. El pie de las fotos decía: "molinos de grano celtas". Recordé que muy próximo a mi roca favorita se encontraba un castro, en el paraje conocido como Picu Castiellu. Y mi cerebro herrumbroso comenzó a funcionar. La colina desde la que yo observaba placenteramente un trozo importante del Principadín poseía buen acceso por su viento Sur, pero era más laborioso por el resto de su perímetro. Tenía una fuente a sus pies, y toda la redolada estaba bien arbolada, por lo que la leña estaba asegurada y posiblemente la caza. Un lugar ideal para un castro pequeño, de segunda división, en el entorno del castro principal, el Picu Castiellu.

Revisando la masa boscosa que rodeaba el paraje encontré un buen número de especies que pudieron servir de alimento a quienes vivían en el castro y sus aledaños. Castaños, avellanos, cerezos, nogales?todos ellos villanos, es decir, no injertados, que producían frutos rústicos, duros y pequeños. También localicé una especie inesperada, perales absolutamente vírgenes, salvajes, que se habían transmitido de generación en generación desde el día en el que el Sumo Hacedor miró su agenda y dijo con voz profunda "Hoy toca crear les peres".

El Pyrus cordata, o peral bravo o silvestre, es una de las especies de peral más rústicas que existen, con un potente sistema radicular, apto para vivir en terrenos duros y unas características físicas que lo hacen resistente a plagas y enfermedades, razón por la que es usado como patrón -parte inferior del árbol- para injertar sobre él cualquier variedad de pera comercial. Sus frutos, minúsculos, de unos dos centímetros de longitud, no son agradables de sabor, pero a falta de pan todo sirve. Su cultivo interesa más como curiosidad botánica que otra cosa, pues sin duda sorprenderá a sus cuñados si lo tiene en su jardín. Multiplica bien por semilla y estaca.

Al descubrir aquellos pyrus -que mucha gente llama peruyes- en uno de los bordes de la ladera arbolada, y ver allá abajo, en la llanura, el Parque Principado, o cómo diablos se llame ahora (¿alguien sabe que quiere decir Intu?), zona de peregrinación religiosa de la sociedad consumista actual, imaginé qué cara pondrían las mujeres celtas que habían vivido en aquella colina si hubiesen conocido las peras que hoy comemos, cincuenta veces mayores que la cordata, y que a nosotros nos parecen corrientes y molientes.

De haberse dado esa circunstancia, ellas hubiesen actuado del mismo modo que hicieron ante la aparición milagrosa de los brillantes oficiales de las legiones romanas, bien bañados y afeitados: abandonaron a sus peludos maridos -mitad hombres, mitad osos- de olor rancio y montuno para entregarse ebrias de ansia y felicidad a los lujosos, seductores y perfumados "mastronianis".

Fue gracias a aquella desenfrenada pasión de las decididas castreñas por lo que usted y yo hablamos latín.

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