Hermandad musical en el Auditorio: gallegos y asturianos saben dar la nota

La Orquesta Sinfónica de Galicia devuelve visita un mes después a la agrupación musical del Principado con un concierto excepcional

El concierto ofrecido ayer por la Orquesta Sinfónica de Galicia en el Auditorio.

El concierto ofrecido ayer por la Orquesta Sinfónica de Galicia en el Auditorio. / David Cabo

J. Mallada

La décima cita de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) corría a cargo, de acuerdo con la alianza forjada hace ya varios años, de la Orquesta Sinfónica de Galicia. Del mismo modo que los asturianos ofrecieron un recital en A Coruña hace apenas un mes, los gallegos hicieron lo propio anoche en un auditorio Príncipe Felipe que, a pesar de la expectación levantada por la agrupación vecina, no alcanzó la mejor de las entradas.

El recital, con el patrocinio de LA NUEVA ESPAÑA, estuvo dividido, como es habitual, en dos partes, ofreciendo el "Concierto para piano y orquesta número 1 en do mayor" de Ludwig van Beethoven y la versión orquestal de Henk de Vlieger sobre "Los maestros cantores" de Richard Wagner.

La pianista china Zitong Wang, de tan sólo veinticinco años, ejerció como solista en la obra beethoveniana, destacando por un tratamiento exquisito del lirismo. Su pulsación cristalina y sus ataques directos favorecieron la ejecución donde, lo más destacado, sería el manejo del volumen, sumiendo al auditorio en una atmósfera intimista gracias a unos pianísimos repletos de belleza. El excelente nivel técnico de la asiática se vio correspondido por una orquesta muy compacta y equilibrada que el maestro Antony Hermus supo guiar con una facilidad pasmosa: arropando a la solista con mimo y engarzando sin dificultad la concertación.

El dulce regusto que dejó esta primera mitad en los melómanos ovetenses se confirmó, tras la pausa, mediante la obra de De Vlieger. Once números extraídos de la ópera wagneriana "Los maestros cantores de Nüremberg", donde la sinfónica gallega exhibiría todo su talento y potencial en cada una de sus secciones. El sonido terso de los violines, así como la robustez de la cuerda grave, cimentaron una interpretación sobresaliente. A gran nivel rayaron también los vientos, con unas maderas cálidas y dulces y unos metales poderosos, pero siempre bien timbrados.

Hermus perfiló con esmero cada uno de los motivos, recreándose en la sonoridad de una orquesta muy nutrida en efectivos, pero sin perder de vista aspectos fundamentales como los juegos de volúmenes, trazando unas dinámicas interesantes que aportaron un atractivo mayor a la ejecución.

Tras algo más de dos horas de velada musical, el público despidió -numerosos aplausos y gritos de "¡Bravo!" a los músicos gallegos.

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