No seré yo quien cargue contra Twitter, excelente herramienta de comunicación, peligrosa herramienta de generación de contenidos y miserable cobijo de anónimos cobardes y acomplejados. No seré yo quien cargue contra Twitter por una razón muy sencilla: fue el canal que convenció a Carlos Slim para que apostara por el Oviedo. Si el empresario mexicano está aquí, mucha parte es gracias a Twitter.

Sucede que Twitter no es el universo infinito que parece que es ni en él están todos los que son, así que no basta con tenerlo sino que es fundamental saber usarlo. Todo lo que allí pase conviene ponerlo en cuarentena porque, que se sepa, el mundo real sigue estando fuera de él.

El mini incendio generado por las declaraciones de Arturo Elías el lunes por la noche es culpa de Twitter. Al parecer, algunos utilizaron esta red social para decirle "algunas cosas" sobre el precio de las entradas de la Copa que le entristecieron y le hicieron dudar de si la inversión en el Oviedo era la mejor. La noticia, por novedosa, corrió como la pólvora. Natural: era la primera vez que el patrón dudaba públicamente de su inversión en el club azul.

Uno supone que esas "algunas cosas" eran insultos y descalificaciones y yo de Arturo Elías las hubiera retuiteado para identificar a los autores y echarles encima al oviedismo. Insultar y descalificar es inadmisible y de ahí la reacción del mexicano, no vayamos a pensar que se iba a haber puesto así por simples críticas porque entonces, malo, con lo que la crítica (constructiva) ayuda a crecer. Como familia que es, el Oviedo debe saber que aceptar la crítica es obligatorio porque enriquece la perspectiva y ayuda a mejorar.

El problema está cuando unos comentarios anónimos de algunos que ni siquiera sabemos sin son oviedistas verdaderos o falsos tergiversan la verdadera realidad. Arturo Elías sabe que el oviedismo, discuta o no sus decisiones, está con él (lo comprobó ayer) y que le agradeció, le agradece y le agradecerá eternamente su firme apoyo al club. Ese sentimiento es real y estable, como en los mejores matrimonios, así que el patrón no debe necesitar de recurrentes declaraciones de amor (convertidas en repetitivas campañas virales) para comprobarlo, por mucho que el elogio, y más en la distancia, dé gustirrinín.

Ya sabemos de la capacidad de autodestrucción del oviedismo, capaz de convertir su mejor semana en un terremoto, así que conviene no hacer caso a ese oviedismo de Twitter que busca su minuto de gloria insultando al jefe que le ayuda, que no acepta críticas por inseguridad, que se ahoga en un vaso de agua ante cualquier imprevisto y se queja a la mínima, que ve permanentemente fantasmas donde no los hay, como si necesitara cada día inventarse un enemigo para ser feliz, como si quisiera para él un club que es grande gracias a todos los oviedistas. Empezando por Elías.