A favor de los de Anquela hay que decir que el golpe apenas alteró su conducta. Se mantuvieron en sus trece: orden, movimientos mecanizados y Diegui como elemento improvisador. Las cosas no pintaban mal para el Oviedo, la sensación era que tenía el partido por el asa, hasta que llegó la jugada desgraciada de la tarde. Alfonso, pelota en los brazos, divisó el horizonte y echó el balón a tierra. Le faltó un vistazo al retrovisor porque Gallar, delantero pillo, olió la jugada. El atacante recogió la pelota ante las narices de un sorprendido Alfonso y empujó a la red. El 1-0 sonó a castigo excesivo para los méritos azules.

Intentó el Oviedo salir a mandar en el segundo acto, consciente de que a base de insistir no todo serían malas noticias. El mal tino tiene límites. El Huesca asumió sin protestar el rol de equipo dominando, con Aguilera, centrocampista con imán, encargado de lanzar las contras. La salida de Cucho, hombre venerado en El Alcoraz, recalcaba la idea de que el Huesca quería dar su zarpazo al galope. Quizás al Oviedo le faltó algo de decisión para apretar al rival más adelante, pero el equipo se mantenía vivo, metido en el choque, consciente de que la pólvora de los de arriba permanece inalterable.

Igualados los contendientes, en un cara a cara de estilos confrontados, el guión se alteró en otra acción aislada. Solo que esta vez no fue un golpe de suerte sino de inspiración. Ñíguez, artista de impulsos, recibió de Berjón a un par de metros del área oscense. Donde otros veían una distancia infinita, Aarón diseñó una autopista llena de recortes y piruetas. Premio a la imaginación. Y se decidió a ejecutar la idea: se fue de dos defensores a base de quiebros y definió con la derecha lejos del alcance del imbatible Remiro. Si el partido buscaba candidatos a Primera, Ñíguez decidió presentar su candidatura por su cuenta.

El empate tuvo el sabor de las causas justas. No es que el Oviedo hubiera hecho un gran despliegue en la segunda mitad pero el mérito residió en no perderle nunca la cara al partido. Otros "Oviedos" recientes hubieran bajado los brazos tras los reveses de la primera mitad. Aquellos lamentos de que el equipo le faltaba "alma" no van con este equipo. Da la impresión de que el equipo de Anquela no es superior a las versiones de años anteriores en plantilla, pero sí en corazón. Y eso, en una categoría tan igualada, es un atajo al éxito.

El empate hizo que el Huesca, 20 minutos por delante, se lanzara hacia adelante. Al Oviedo, ya con los tres zagueros amonestados, no le quedó otra que juntarse y esperar. Defendió siempre con orden y contundencia. Incluso apareció Alfonso por alto para demostrar que el tanto solo fue un borrón a superar en una hoja de servicios impoluta. Hasta en estos detalles se nota que el equipo cree.

El Oviedo defendió la renta en los minutos finales y selló un punto dulce en Huesca. Con él, cierra una primera vuelta para soñar. Anquela ha encontrado la fórmula.

El equipo se comporta como un candidato a las cosas importantes. Los dos últimos años han mostrado equipos como el de Anquela que acaban la campaña en los puestos punteros. Algunos con el éxito del ascenso como colofón; otros se quedan a las puertas. Lo que es seguro, es que este Oviedo siempre da la cara; también cuando la suerte no le sonríe.