Para advertir de la exigencia de la competición, surge el Anquela senderista. Al que le gusta calzarse las botas y echarse al monte, a desconectar, las pocas veces en las que lo hace, de su exigente labor como entrenador. "Si los jugadores quieren seguir detrás de mí, creo que iremos por el buen camino. Pero ese camino implica ponerse las zapatillas y preparase para subir montes y bajarlos. Eso es la Segunda División", explica el técnico azul tirando de experiencia.

Al Oviedo le quedan seis estaciones por rebasar en la extenuante Segunda y el entrenador, consciente desde el primer paso de que la ruta presenta mil peligros, repite la misma idea insistentemente: "Hay que estar preparados para sufrir". Las advertencias, el reconocimiento de que el equipo aún debe ofrecer más cosas, las malas sensaciones ante el Valladolid, todas las lecturas negativas pasan a un segundo plano cuando a Anquela se le pregunta por la trayectoria general del equipo. Ahí sale la vena de entrenador motivador. "Si estoy convencido de una cosa es de que este equipo peleará hasta el último segundo. Por lo menos, yo lo haré. Yo tengo la misma ilusión que el primer día. Y, tras conocer este equipo y esta afición, tengo aún más responsabilidad. Sólo deseo que el equipo sepa dónde está el camino", defiende. Y añade un detalle que parece más importante de lo que se intuye en un primer vistazo: "También digo una cosa: cuando he logrado hacer un buen equipo de fútbol, me ha costado mucho tiempo. En un año no se hace. Pero en el fútbol no hay paciencia y hay que aprender lo antes posible".

El primer año de Anquela se acerca a la recta final con las dudas sobre la continuidad del entrenador la próxima campaña. Es su forma de proceder, nada diferente a lo que ha hecho en sus últimos destinos. Anquela espera a terminar la campaña para hacer su balance. Pone en una balanza las experiencias sumadas y, conforme a ese juicio, decide qué hacer para el siguiente curso. La frase de la sala de prensa parece una puerta abierta a ampliar el proyecto otro año, aunque las cosas se decidirán en junio.

Antes de esa decisión, toca seguir en la pelea. "Hay que estar tranquilos porque estamos en el camino. No dejo de confiar y de creer en este equipo, con todas sus limitaciones y las carencias, que tenemos muchas. Aunque a veces a la gente le cuesta verlo", indica.

El primer paso de los seis restantes lleva al Oviedo a Soria, a Los Pajaritos, un territorio incómodo para los rivales. "Hacen bien todo, por eso están arriba", advierte el técnico. Anquela quiere que el equipo esté preparado para la lucha y en su planteamiento previo pone un ejemplo ilustrativo que tiene a Verdés, fogoso central, como ejemplo: "Yo quiero a mi equipo en 'modo Héctor Verdés' de verdad. Les digo: poneos en 'modo Héctor'. Es lo que yo ando buscando siempre en mis equipos porque es un futbolista intenso, que se deja la vida. Cuantos más guerreros así tenga, mejor. Y eso no significa no querer jugar al fútbol. No todos podemos ser artistas. Hay gente que debe hacer el trabajo sucio; lo de sucio entre comillas porque defender es un arte bonito. Mirad el partido de anoche (el Arsenal-Atlético)", razona Anquela.

Verdés es una de las novedades. Obligada por la ausencia del sancionado Forlín. Y podría no ser la única. Anquela medita darle una vuelta al once aunque reconoce, con gracia, que las cosas se van atenuando con el paso de los días. "Esto es lo que decía un entrenador: Al principio me sobraban diez. Después, a mitad de semana, ya son cinco? Y sigues bajando. Es el dilema de cualquier entrenador. Claro que piensas y ves posibilidades. Pero con este equipo y estos chavales voy a muerte".