Hace mañana un año, en un Sábado de Gloria, Corín Tellado nos dejaba, la máquina de escribir enmudecía y su imaginación cesaba de novelar. Pero su obra sigue viva en el recuerdo de millones de lectores, hombres y mujeres que saciaron sus deseos de felicidad y su sed de amor con los miles de novelas que Corín Tellado escribió durante sesenta años. Sin pausas, sin descansos, siempre activa para que sus lectores no quedaran desabastecidos y para proveer de entretenimiento a sus millones de seguidores.

Por eso deben ser ellos, sus lectores, quienes pueden hablar de ella con más propiedad; son ellos quienes deben manifestar su gratitud hacia la escritora que les permitió vivir tantos momentos agradables y que disipó sus penas y sus tristezas por unas horas, al sumergirlas en los ambientes imaginarios en los que siempre triunfa el bien y en los que el sentimiento del amor conduce a los protagonistas hacia la felicidad.

En representación de los millones de lectores hispanoamericanos, que nacidos en el seno del «realismo mágico» conocen la fuerza de la ficción que sirve para evadirse de la gris realidad cotidiana, para soportar lo que el lector no puede cambiar e, incluso, para conjurar por medio de la magia de la palabra lo que se desea vivir, el primero de todos, allá por los años sesenta, en rendir pleitesía a la «gran dama de la novela de amor» fue su admirador y amigo Guillermo Cabrera Infante. El que había leído desde 1952 la novela quincenal de Corín Tellado, como corrector de estilo de la revista «Vanidades» de Cuba, conoció tantas historias de amor que luego pasó con entusiasmo a novelar sus propios amores que paseaba por el Malecón de La Habana o por El Atelier, un «night club» en la 17, teniendo como fondo las represiones del Servicio de Inteligencia Militar o del Buró de Investigaciones de Batista. Luego, cuando por fin en 1981 pudo conocer personalmente a Corín Tellado, quedó mudo de admiración ante aquella mujer de aspecto sencillo, pero que era un genio de la ficción amorosa y, como él la definió, «su rival en la escritura sobre mujeres amantes». Más tarde, en 1994, pudieron los dos departir, mano a mano, sobre la novela de amor, en el curso de verano que el escritor cubano dirigió en El Escorial.

Por eso, aquellas comprometidas mujeres del Departamento Ideológico del Comité Central del único partido cubano que habían jurado por su honor que Corín Tellado no existía, sino que era una «marca de fábrica» a cuyo amparo un grupo de escritores producía novelas en serie, como recuerda el escritor Juan González Febles, se vieron seriamente desmentidas por la obstinada realidad cuando saltó al mundo entero la noticia de la muerte de Corín Tellado, una mujer real, autora de los miles de novelas que los cubanos habían escuchado por la radio con pasión, que habían leído con fruición y luego, en la época de la prohibición, habían intercambiado a escondidas, ocultas bajo un forro de papel de periódico, como contaba el fallecido escritor cubano Justo Vasco. Por todo ello, alguien escribió en un foro de internet al conocerse su muerte esta frase de agradecimiento: «Por haberle dado a mi adolescencia en mi Cuba natal, llena de sinsabores, momentos de felicidad». Muy parecido a lo que alguien escribió desde España: «Fue en mi juventud algo así como el pan que no nos dio el caudillo. Tomé el vicio de leerla para distraer el hambre en 1946».

También en el Perú leían a Corín Tellado como cuenta el profesor y escritor peruano Eduardo González Viaña, que se dio cuenta de que si bien en sus comienzos Corín Tellado no pudo retratar a la mujer española tal como vivía, la que «se cubría la cabeza con una modesta mantilla antes de entrar en la iglesia», sin embargo, la escritora «retrata lo que esas mujeres desean ser y hacer». Por eso, dice el doctor en Literatura González Viaña que, «sin romper con las estructuras sociales de la época, los libros de Tellado -en los que abundan mujeres separadas, independientes y profesionales- preparan a la española para los cambios modernos que llegarán mucho más tarde».

La obra de Corín Tellado dejó, también, honda huella en Chile y muchos escritores así lo manifiestan, como Roberto Ampuero, hijo ilustre de Valparaíso, que hace una curiosa comparación cuando dice que «Corín Tellado en la literatura equivale al bolero en la música». Otro famoso «contador de historias», Hernán Rivera Letelier, había tenido la suerte de conocerla en España en 2001 y dice de aquel encuentro: «Era una señora encantadora. Tenía mucha cultura y sabía de la vida. Era un genio de la literatura rosa». Y agrega el ganador del premio «Alfaguara» de novela 2010: «Cuando era cabro chico, todo el mundo la leía. Yo mismo leí muchas de las novelitas de amor que escribía. Considero que hay que tener un talento bien especial para escribir una novela por semana». Y Mary Rose Mac Gill, un icono del mundo social en Chile, es de la misma opinión cuando dice: «Muchas generaciones de hispanoparlantes leímos las historias escritas por Corín Tellado. Hace unos años era la escritora más leída en América y en España y te confieso que no me la perdía». Y continúa: «Corín Tellado aportó una gran cuota de sensualidad, pero siempre en un código muy de señorita. En ese entonces las cosas no se decían de forma ruda».

Desde aquí, en nombre de las españolas que a lo largo de sesenta años hemos leído y disfrutado con las novelas de Corín Tellado y, también, en nombre de los españoles que la han leído, unos en secreto y otros abiertamente, como los profesores Andrés Amorós, Roca Franquesa, Fernando Sánchez Dragó o Gustavo Bueno -que luego hicieron interesantes estudios sobre la obra de la novelista asturiana-, en nombre de todos, quiero reivindicar, como hice en la Universidad de Oviedo, en diciembre de 2009, con ocasión del Congreso Internacional «Literatura e insumisión femenina», los valores de la escritora Corín Tellado, extraordinaria contadora de historias que, en medio de las dificultades de una sociedad que intentaba salir de la penuria, enseñó en sus novelas que el odio, el rencor y la venganza no conducen a la felicidad, sino sólo el amor, el gran sentimiento que lo transforma y embellece todo. El agudo ingenio de Corín Tellado consiguió no sólo entretener al lector, sino transmitir, sobre todo a la mujer, un impulso para conseguir altas metas y triunfar en la vida.

Por todo esto, no es de extrañar que las televisiones se interesaran vivamente por la obra de Corín Tellado. Ya en los años ochenta se hicieron varios capítulos de «Corín Tellado, mis mejores historias de amor», que a la novelista no le gustaron mucho, «a causa del acento de los actores», decía. Recientemente, el 24 de octubre de 2009, la cadena Chilevisión inauguró la adaptación de la novela «El cuarteto», que pasó a titularse «Los cuatro amigos». Aunque la escritora no llegó a conocer esta versión, ella tenía su opinión sobre las adaptaciones cinematográficas. Como dijo ella en «La Prensa Gráfica» de El Salvador: «Yo no escribo para que me vean y me escuchen a través de otros. Yo escribo para que me lean y esa actividad sea como un secreto, un misterio entre mis lectores y yo».

De esta manera, Corín Tellado permanecerá entre nosotros siempre, cada vez que sus seguidores revivan ese misterio a través de la lectura de su obra.