La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) retomó esta semana su temporada de conciertos, tras poner punto y final al «Tristán» de la Ópera de Oviedo. Para ello, la orquesta se reencontró con el director Kynan Johns, que volvió a triunfar tras su presentación en 2009, ahora en Avilés y Oviedo, y como candidato a la dirección titular de la OSPA. Johns volvió a demostrar que es un compositor de traza segura, a través de un programa de sonoridades exuberantes e intención poética, en el que logró versiones plásticas y detallistas, con un buen balance de las secciones de la orquesta.

La obra de Javier Santacreu i Cabrera «De la belleza inhabitada», con que la OSPA inauguró su programa, toma su título del poema «El joven marino», de Luis Cernuda, en el que se inspira. La obra del joven compositor -que estrenó en enero la Sinfónica de la Región de Murcia- adquiere sin embargo vuelo propio, mientras el material sonoro se desarrolla con un juego de texturas y densidades orquestales, en un verdadero engranaje sinfónico de concepción clásica. La OSPA, bajo la mirada del compositor, defendió con amplitud y fluidez sinfónica la obra, ganadora del V Concurso de Composición de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas.

La OSPA rindió después homenaje a Mahler en el centenario de su muerte, con los «Rückert Lieder», un grupo de canciones sobre textos del poeta Friedrich Rückert, que la OSPA incorpora así a su repertorio. Junto a una OSPA muy versátil -en una obra de rica orquestación y afectos-, estuvo el barítono Dietrich Henschel, atento en su interpretación a la arquitectura y el carácter de las piezas, que sonaron en diferente orden que el original, lo cual no es un caso aislado en unas canciones, por otro lado, bastante independientes. Henschel dio peso a cada nota, aunque con dificultades de registro, además de escucharse algunos desajustes con la orquesta, como en razón del volumen, en «Um Mitternacht».

La segunda parte, que se dedicó a Strauss, se abrió con «Metamorfosis», una síntesis del Romanticismo para 23 cuerdas solistas. En esta meditación fúnebre, la uniformidad de la plantilla, así como la continuidad sonora lograda en su polifonía fueron constantes de una interpretación de tono expansivo. Por último, la OSPA se mostró perfectamente ensamblada y espléndida en todas sus secciones, a lo largo de «Muerte y transfiguración», un poema sinfónico en el que Strauss tomó «el pulso» al artista que redime su arte en la muerte. En un gran recorrido de volúmenes y texturas sinfónicas, la OSPA alcanzó aquí las cotas más elevadas del concierto, en las manos de Johns.