Tenor, estrena el domingo «La flauta mágica»

Oviedo, Javier NEIRA

El tenor navarro José Luis Sola será Tamino en el teatro Campoamor de Oviedo, en la ópera «La flauta mágica», de Mozart, que se ofrecerá en primera función el próximo domingo. Es el tercer título de la LXIV Temporada de ópera de Oviedo, de la que Sola es un habitual.

-¿El viaje que realiza Tamino, rol que usted incorpora, le ha influido personalmente?

-Todos conocemos el personaje de Tamino, y la verdad es que para mí ha sido una satisfacción volver a cantarlo. Es mi tercera producción con ese rol. Me siento a gusto escénicamente y también vocalmente. Y eso que en esta producción tengo que estar durante todo el primer acto, casi hasta el final, en escena. Tamino abre la ópera, llega la serpiente y ahí sigue; después, desmayado y tumbado..., no dejo prácticamente la escena, y aun así me encuentro cómodo y en contexto.

-Un rol psicológico, propio de un proceso iniciático de carácter masónico.

-Bueno, el mismo papel te va haciendo ver y crear el personaje, primero con la serpiente y la incertidumbre ante la aparición de las tres chicas; después, con la Reina de la Noche; al poco, le muestran una estampa de Pamina, hay que ir a buscarla, surge ese dúo tan precioso...

-El personaje evoluciona.

-Claro, pasa por distintos procesos. El mismo personaje se define. Desde el susto por estar a punto de morir, la perspectiva de Pamina y su búsqueda o las pruebas por las que pasa, que en esta puesta en escena son reales. En esta producción en mi rol de Tamino me prueban con fuego y agua reales, y eso te impresiona y marca.

-Y al final, el amor.

-Claro, el amor. Nunca cambia el final pase por lo que pase. El final es feliz, después de tantas complicaciones.

-¿Vocalmente?

-Es el tercer montaje de «La flauta mágica» que hago, y desde el primer momento vi que Tamino, como lo escucho y lo siento, está pensado para un tenor que se mueve en una tesitura bastante central. Mozart, claro, exige mucha limpieza y delicadeza, pero siempre me siento vocalmente muy cómodo en este papel. Es, por ejemplo, para un tenor como Fritz Wunderlich, con un gran centro y con matices para estar enfurecido unas veces y, al poco, cambiar a otro trance más dulce e incluso con actitudes de desesperación ante las dudas por la suerte de Pamina, si la han matado o no. Hace falta ese centro rico, así siento el rol. Cada director te pide determinadas cosas dentro de las posibilidades de cada uno, claro; pero siempre están justificadas como, mismamente, ciertos momentos líricos de Tamino.

-¿Cómo van los ensayos?

-Muy bien, tanto con la directora de escena como con el director musical. Se está realizando un buen trabajo, hicimos una lectura con orquesta y ahora el primer conjunto. El director se hace entender muy bien, pide cosas justificadas. Por otra parte, ya conocía a varios compañeros. Vuelvo a Oviedo, donde lo último que hice fue «Diálogos de carmelitas», de Poulenc, hace ya tiempo.

-Hace tres años, con la esposa del presidente del Gobierno en el coro.

-Sí, con Sonsoles.

-¿Qué tal?

-Bien, aunque siempre estábamos vigilados. Ella se mostraba como una más, como una monjita más, ya que ése era su personaje, pero estaba todo el día rodeada de vigilantes, en la platea, durante los ensayos o donde fuese. En la primera función estuvo Zapatero. Nos saludó. Al final había muchísima gente fuera, esperando la salida de los dos.

-¿Qué compositores y títulos prefiere?

-Soy un tenor lírico, lírico ligero. Mi voz es para Mozart, para el bel canto de Donizetti, Bellini, Rossini o algún Verdi, como «Falstaff» y «Rigoletto». Canté Don Octavio de «Don Giovanni», de Mozart.

-Empezó en su Navarra natal.

-Sí, soy de Pamplona, tengo 39 años, empecé en la Escolanía de Niños Cantores de Navarra con el padre Goicoechea, que ahora está recibiendo tantos homenajes y premios. Empecé bien pequeño. Allí estuve hasta que cambió mi voz. Canté, entre otras cosas, en el Miserere Eslava de Sevilla, de niño tiple. Se hace en Semana Santa desde hace más de un siglo. Y hace dos años me han vuelto a llamar como tenor. Soy el único en toda la historia del Miserere que ha hecho los dos papeles. Lo cantó hasta Julián Gayarre.

-A un tenor navarro hay que preguntarle por Gayarre.

-Estuve muchas veces en su casa museo del Roncal. Cuando empezaba lo interpreté en uno de los espectáculos que allí se hacen. Me caracterizaron como Gayarre, que cuenta su historia y canta lo más representativo como pasajes de «Una furtiva lágrima» o «Pescadores de perlas».