Oviedo, M. S. MARQUÉS

La cámara acorazada de la Biblioteca de Asturias, en Oviedo, custodia un tesoro único y valioso, el manuscrito de «La Regenta», la novela de Clarín que mejor retrató a la sociedad de su tiempo y que puso en escena asuntos como el adulterio o el poder de la Iglesia, observaciones que le valieron duras críticas por parte de los sectores más conservadores del país. El manuscrito lo componen alrededor de trescientas páginas que la familia del escritor logró conservar, un importante legado que los responsables de la biblioteca, con Milagros García al frente, miman con orgullo, conscientes de tener a su cargo el original de una obra de tanto significado para los asturianos.

Considerada la mejor novela española del siglo XIX, «La Regenta», obra cumbre de Clarín, se publica a finales del XIX, en Barcelona, dividida en dos partes; el primer tomo sale a la calle en 1884, y el segundo, en 1885. Algunos volúmenes de esa primera edición, publicada por Daniel Cortezo, con ilustraciones de Juan Limona y grabados de Gómez Polo, han conseguido salvar los más de cien años transcurridos desde su nacimiento y llegar hasta hoy. Con el manuscrito y otros fondos bibliográficos que fueron de la familia Tolivar Alas, en la biblioteca se conservan dos ejemplares de la primera edición que pertenecieron a Fermín Canella, uno de ellos, con dedicatoria del propio Clarín a su amigo.

Si esta primera edición es importante, mucho más lo son las páginas que el autor escribió de su puño y letra, manuscritos que hasta llegar a su actual ubicación en el edificio de la plaza del Fontán vivieron episodios y traslados que se han podido reconstruir gracias al seguimiento de los herederos. Ana Cristina Tolivar, bisnieta del escritor, es la persona que mejor conoce las vicisitudes de los papeles que estuvieron en manos del autor de «La Regenta» hasta su muerte.

Llegado ese momento, los bienes se repartieron entre sus tres hijos. Entre lo que correspondió a su primogénito, Leopoldo Alas Argüelles, rector de la Universidad de Oviedo asesinado durante la Guerra Civil, se encontraban algunos paquetes con escritos que su esposa trató de preservar, consciente de que podían ser importantes. En su empeño por mantenerlos a salvo, y dada la suerte que había corrido su marido, decidió enviarlos a Mieres, a casa de una hermana residente en esa localidad, hasta que una vez finalizada la contienda regresaron a Oviedo.

Con el tiempo, esas cajas repletos de papeles quedaron en manos de una de las hijas del rector y viajaron con ella a Zaragoza cuando trasladó su residencia. Fue tiempo después cuando descubrió que entre los fondos había varios manuscritos, hallazgo que puso en conocimiento de su hermana Cristina Alas. Los documentos regresaron entonces a Oviedo, y fue el esposo de ésta última, José Ramón Tolivar Faes, el primero en iniciar su estudio, lo que le permitió localizar el boceto de «La Regenta». La muerte de su padre dejó a Ana Cristina Tolivar Alas la tarea de seguir ocupándose de desentrañar el contenido de las cajas, tarea ingente que le llevó meses de trabajo y a la que se sumaron más tarde los hispanistas expertos en Clarín Yvan Lissorgues y Jean F. Botrell, autores, asimismo, de la biografía del escritor.

Con motivo de la celebración del centenario de su muerte, en 2001, se pensó en realizar la transcripción y publicación del manuscrito de «La Regenta», proyecto inconcluso al que se sumó la profesora francesa Carole Filliè, autora de un trabajo sobre la ironía en Clarín, que no ha desistido de finalizar algún día la compleja tarea que supone transcribir y estudiar los apuntes y textos del insigne novelista.

Los papeles autógrafos guardan información del máximo interés, permiten penetrar en los planteamientos perfilados por Clarín para la novela, conocer la génesis de sus personajes y la forma de desarrollar escenas y situaciones. Además de los folios correspondientes a los once primeros capítulos del libro, el legado incluye algunas hojas sueltas donde el escritor realiza un esbozo de personajes y caracteres complementados con dibujos hechos a plumilla que, en ocasiones, representan a los propios personajes. Hay también sinopsis de algunas escenas clave, donde las situaciones se describen como si fueran cuadros teatrales.

El conjunto forma una especie de embrión, con un esquema previo de lo que luego iba a desarrollar o, en algunos casos, desechar para retratar una ciudad de curas y meretrices llamada Vestusta. A partir de uno de esos apuntes se observa que Clarín dudó entre «Vetusta» o «La Regenta» a la hora de elegir el título de su libro, sin embargo, ya desde el principio tenía muy claro cuál iba a ser el desenlace de la obra y la importancia de la Catedral como escenario.

Lissorgues y Botrell, máximos estudiosos de la obra del «provinciano universal», sostienen que en los manuscritos de otras obras de Clarín hay pocas variaciones sobre el resultado final, algo que no ocurre con «La Regenta», donde los cambios son más habituales y se observan diferentes fases de redacción. Los hispanistas opinan, además, que el manuscrito que llegó a nuestros días pueden ser pruebas de imprenta devueltas, aunque sobre este particular no hay unanimidad.

Sí parece haber acuerdo sobre el momento en que inicia los apuntes de lo que iba a ser su obra más importante, lo que debió suceder durante un viaje a Andalucía realizado en 1883, momento del que se conservan algunas hojas de cuaderno rayadas donde ya recrea personajes y escenas. En esas notas, el magistral, que finalmente se iba a llamar Fermín de Pas, aparecía como Sarri o Sarria, nombre que coincide con el de un canónigo con cierta vinculación a Sanz y Forés, arzobispo de Oviedo por aquellas fechas. No fue el único nombre que tuvo el magistral, ya que en algunos pasajes también aparece como Casellas. Ana Cristina Tolivar cree ver tras esta variación de apelativos la fórmula empleada por su bisabuelo para construir un personaje, esa fusión de rasgos de distintas personalidades con las que acaba construyendo a protagonistas y secundarios.

La primera página del texto escrito tiene un interés especial. En ella aparece en la parte superior, junto a ese doble título de «Vetusta» y «La Regenta» -que descubre las dudas que aún mantenía sobre lo que sería el nombre de su obra más universal- un doble dibujo de la torre de la catedral de Oviedo, escenario que va a ser crucial en la trama de la novela, mostrando que desde el inicio Clarín ya tenía muy claras las claves de la narración que quería desarrollar. En esa primera página hay una corrección significativa que afecta a la primera línea del relato, es aquella en la que hoy leemos «La heroica ciudad dormía la siesta?», que sustituye a una primera idea, después tachada, donde se leía «La heroica ciudad se acostaba?». Aparte de ésta son pocas las correcciones que hace en esa primera cuartilla.

Con «La Regenta», Leopoldo Alas realiza una sátira tanto de la Iglesia como de la mentalidad de los clérigos y sus feligreses, dibuja una sociedad hipócrita y burguesa y no se arredra a la hora de criticar la ambición y dejar al descubierto un vacío moral que ve reflejado en los personajes más influyentes de la sociedad de la época. En la novela están muy presentes el adulterio y el poder eclesiástico, dos asuntos delicados en los que el escritor penetra sin escudo y con la pericia de un gran observador. El resultado es una gran novela, un éxito que no todos compartieron, porque ni la Iglesia ni las clases pudientes aceptaron las injerencias de un autor al que consideraban «peligroso y hereje» en los entresijos de la vida religiosa de los ovetenses.

Concebida, estructurada y escrita por alguien que demuestra tener toda la capacidad para convertirse en notario de la sociedad, con dotes de gran fabulador y testigo de acontecimientos novelescos, Clarín redactó «La Regenta» en poco tiempo, y lo hizo con pluma sobre libretas rayadas y con una letra menuda y afilada, en ocasiones ilegible. Lo que ha conseguido salvarse del paso del tiempo es el texto casi completo, que va desde la página 1 a la 303. Algunas hojas del capítulo VI cambian de numeración para luego volver al orden correlativo, y en la página 280, cuando se termina el cuaderno, Clarín continúa escribiendo en papeles sueltos. Para Ana Cristina Tolivar, la última página es «importantísima» ahí está «el fin del fin, pues viene a ser una conclusión de la novela».

Algunas de las cuartillas, que se extienden hasta la página 372 aunque con algunos huecos, contienen pequeños dibujos en los márgenes o al comienzo de un nuevo capítulo. En muchas ocasiones son rostros o figuritas, pero también hay detalles propios del que distraído garabatea sobre el folio en blanco, nada que ver con la hoja titulada «índice», donde aparecen con bastante detalle figuras que responden a la fisonomía de la Regenta o del magistral, así como otros personajes que aparecen en la novela.

El legado documental y bibliográfico de Clarín, junto con su propio despacho, permanece depositado en la Biblioteca de Asturias «Pérez de Ayala» desde mayo de 2010 por expreso deseo de la familia Tolivar Alas.