Oviedo, J. N.

La esclavitud en la España continental o mejor metropolitana desapareció de facto cuando en el año 1766 un embajador del sultán de Marruecos compró la libertad de los esclavos musulmanes en Barcelona, Sevilla y Cádiz y por extensión en todo el territorio nacional, ya que en esas tres ciudades simplemente se completó y materializó la operación. La abolición legal tuvo lugar en 1837 pero sólo circunscrita al territorio metropolitano, o sea, a la Península y a los archipiélagos balear y canario. La ley no alcanzaba a los territorios de ultramar ya por entonces muy reducidos respecto a la realidad de tres décadas antes.

Uno de los pioneros de abolicionismo pleno -en lo jurídico y en lo territorial- fue el diputado turolense Isidoro de Antillón. Publicó en el año 1811 un libro contra la esclavitud y defendió la abolición de la trata en las Cortes en 1813, ya aprobada la Constitución.

Fue brutalmente apaleado en las calles de Cádiz y las heridas fueron tan graves que le provocaron la muerte al año siguiente, en 1814, cuando iba a ser ejecutado por orden de Fernando VII. Los tiempos habían cambiado, la reacción se enseñoreaba del país.

También pertenece a esa sensibilidad Blanco White, compañero de lucha de Antillón. Se exilió en Londres, harto del trato que daba España a sus colonias, y desde la capital británica escribió sin cesar contra la esclavitud. El interés de Blanco White por combatir la trata se expone de forma especialmente clara en su «Bosquejo del comercio de esclavos y reflexiones sobre este tráfico considerado moral, política y cristianamente», un libro publicado de forma anónima en Londres en 1814, después del cierre de su publicación «El Español». La esclavitud, sostiene Blanco White, no civiliza en modo alguno a los africanos: destroza sus vidas y los barbariza.