Una tarde de julio, la banda de gaitas Isle of Cumbrae paseó su música por Pravia, bajo la dirección de David Mitchell, llenando la villa de los melancólicos sones escoceses. Reconozco que soy más de Scotland the Brave y Flor de Escocia que de El novio de la muerte, y que sería más fácil verme con el kilt que con un sombrero cordobés. Me choca menos ver a un grupo de gaiteros en falda de cuadros, calle San Antonio arriba, que unos legionarios cantándole al Cristo frente a la Colegiata. Pravia no es Málaga ni Sevilla, pero tampoco Edimburgo o Inverness, pero a mí me cuadran más la gaita y el tambor sonando por aquí, frente a otros sones, que funden letras y músicas que me resultan más ajenas y descontextualizados. El arco iris nos ofrece colores para todos los gustos, por lo que mucha gente echará de menos a la cabra y otros estarán encantados con las gaitas. Siempre hubo daltónicos y gente emperrada en verlo todo en blanco y negro.