Cuando llega el verano todo el mundo quiere que no se acabe, pero resulta que yo, que todavía no empecé las vacaciones más que a medias, ya me estoy empezando a hartar de los efectos secundarios de la estación. Primero, porque tuve que acabar colgando un cd en la terraza de casa para ahuyentar a las palomas mientras intentaba tomar el sol; segundo, porque ayer se me cayó la primera polilla en el calimocho; y tercero, porque me la tragué. Ahora tengo mariposas en el estomágo, unos le llaman amor, yo le llamo revoltura.