Da igual que la sociedad de festejos cierre el prau hasta las tres, que amenace lluvia durante toda la jornada o que la situación económica no sea precisamente la mejor. Pola de Siero estaba ayer a tope, rebosante de visitantes por los cuatro costados, haciendo bueno ese sobrenombre popular que acompaña desde hace años a la formidable merienda campestre que marca el punto álgido del Carmín: «la romería de Asturias».

Pese al tono festivo general, la celebración tuvo unos prolegómenos convulsos. En Gijón, los preparativos para la fiesta acabaron en Comisaría cuando dos jóvenes se pelearon en un bar de la calle del Instituto, y uno de ellos, de apenas 19 años, propinó un violento puñetazo a su amigo y oponente, menor de edad, arrancándole un diente. El motivo de la disputa había sido realmente peregrino: según el agresor, la víctima se había negado a pagarle los diez euros que le correspondían por la adquisición de la bebida que la pandilla pensaba llevar a la romería polesa.

Pero también en la Pola hubo «movida nocturna». De madrugada, un grupo de personas se coló en los campos de La Sobatiella y levantó buena parte de los controvertidos acotamientos, lo que obligó a los voluntarios de la sociedad de festejos a reponer el encintado, aunque en algunos casos, pocos, se vieron obligados a recolocar a los grupos, ya que su espacio estaba ocupado cuando llegaron al prau.

Aun con estos pequeños conflictos, la romería no perdió el nivel de años precedentes. De hecho, los asistentes apenas notaron los cambios en la normativa propuestos por la Sociedad de Festejos de la Pola. El controvertido horario de los campos de La Sobatiella, que en teoría permanecían cerrados hasta las tres de la tarde, no fue impedimento para que centenares de jóvenes se colasen en las horas previas a través de los múltiples agujeros del perímetro del prau. Y tampoco se ejecutó la limitación de bebidas blancas.

En cambio, el desfile sí que ganó en dinamismo, saliendo puntual de la plaza de Les Campes y avanzando a un ritmo vertiginoso hacia el prau. Tanto que después de las cinco y media sólo faltaban por llegar «Los Cascaos», afanados en su función de animadores de la multitudinaria subida.

En paralelo, y mientras los polesos formaban una vital serpiente multicolor que recorría la localidad uniendo Les Campes con La Sobatiella, una segunda procesión, esta de autobuses, llegaba hasta el recinto del mercado nacional de ganados llevando a miles de jóvenes, llegados de toda Asturias, a la romería.

«Nos han recogido en Piedras Blancas a la una, y a las cinco y media de la mañana sale el autobús de vuelta», explica Andrea Arenas, que acudió a la romería con sus amigas Cristina Valdés y Alba García.

Pero el destino de todos ellos, polesos y visitantes, era el mismo: La Sobatiella, el cachondeo, la folixa. Con la sidra como bebida oficial, los millares de romeros se abonaron a la proverbial comedia del Carmín, combinando lo nuevo y lo viejo, lo local y lo universal, en un único espacio.

Al final, se olvidaron las disputas, se rompieron casi todas las normas sociales (que para eso la Pola era una fiesta) y La Sobatiella se unió en un único grito, vital y desgarrado, en honor de la Virgen del Carmen.