En fiestas navideñas, unos descansan, otros al menos felicitan en razón a su cargo y condición y algunos trabajan. La incombustible reina Isabel II de Inglaterra posó como todos los años junto a un recargadísimo árbol de Navidad y unas cuantas fotografías familiares de fondo para grabar su tradicional discurso navideño en un salón de Estado del palacio de Buckingham. Vestido malva, cabello blanco blanquísimo y unas perlas de esas de señora mayor. Impresionante aplomo a la hora de enviar estos mensajes anuales la de esta abuela de sonrisa dulce y sentido estricto del protocolo.

Al otro lado del Atlántico, Nicolás Maduro, presidente (de lo que queda) de Venezuela, envió su mensaje de Navidad en compañía de su esposa, Cilia Flores. Él, ataviado con bufanda futbolera. Hay que ponerse a régimen, podría ser el mensaje de contestación de unos cuantos venezolanos.

En Uruguay, el presidente en funciones José Mujica organizó en su residencia presidencial una pintoresca comida a la que fueron invitados niños, jubilados y hasta personas con diferentes discapacidades. No fue un acto oficial, sino más bien un almuerzo navideño, pero será una de las últimas apariciones de Mujica como máximo mandatario del país uruguayo. Dejará huella.

El primer ministro italiano, Matteo Renzi, aprovechó el día de Navidad para presentar su reforma laboral, en la que se mantiene la obligación de reinserción laboral en caso de despido injustificado. La gran novedad anunciada por Renzi es que el empresario no podrá eludir con el pago de la indemnización la obligación de reincorporar al trabajador.

Los japoneses no celebran propiamente la Navidad, aunque en Tokio, capital cosmopolita donde las haya, se celebra de todo. El día de Nochebuena occidental fue día de trabajo en Japón, y allí vimos al nuevo Gobierno del primer ministro Shinzo Abe. Para la foto oficial, todos de frac y mirada baja, como si la responsabilidad les pesara tanto que no pudieran con ella. Alegren esa cara, que mandar es un chollo.