Miles de personas, entre ellas grandes figuras del toreo, se acercaron ayer por la mañana a la capilla ardiente del torero albaceteño Dámaso González, quien falleció anteayer, sábado, en Madrid, a los 68 años, tras una grave enfermedad.

La capilla, instalada en la plaza de toros de Albacete, cuyas banderas lucían desde el sábado crespones en señal de duelo, abrió sus puertas a las 8.30 horas y, desde entonces y hasta las 12.30 horas, el desfile de personas fue incesante. Entre ellas, muchos ciudadanos anónimos que quisieron dar muestra del profundo cariño que la ciudad manchega profesa a Dámaso González.

Dicho afecto quedó constatado por la cantidad de flores y de frases de cariño que los albaceteños depositaron durante el fin de semana junto a la estatua del diestro que desde hace unos años se levanta a las puertas del coso.

En cuanto a sus compañeros del mundo del toreo, fueron muchos quienes no quisieron dejar de dar su último adiós al torero. Desde El Juli, con quien González abrió su última puerta grande en la plaza de Albacete, en 2003, en una corrida a beneficio de la Asociación Asprona, hasta Enrique Ponce, Espartaco, Perera y Pepín Lidia. También pasaron por la capilla ardiente otros rostros conocidos, como el periodista televisivo albaceteño Pedro Piqueras.

En cuanto a los representantes institucionales, el secretario de Estado de Educación, Marcial Marín, acudió acompañado por el presidente de la Diputación Provincial, Santiago Cabañero, y por el alcalde de la ciudad, Manuel Serrano. Este último lamentó la "gran pérdida" que supone la muerte de González, "que fue un gran embajador de la ciudad de Albacete".

En nombre de la familia, la mayor de los cuatro hijos del diestro, Sonia González, agradeció "el gran cariño" demostrado por la gente hacia su padre.

El matador de toros falleció en la mañana del sábado, víctima de una larga enfermedad que "no le dio tregua y se lo llevó", aseguraron muchos vecinos de la capital, "demasiado pronto". Tras ser velado en el tanatorio madrileño de San Isidro, sus restos fueron trasladados a su Albacete natal. La capilla ardiente se clausuró con una última vuelta al ruedo del diestro y con su traslado a la catedral local entre aplausos y vítores. Entre otros, portaron el féretro con sus restos Enrique Ponce y Espartaco.