La región que empezó a fabricar la mejor calidad de vida: fin a un viaje por 78 concejos y con 400 entrevistas

LA NUEVA ESPAÑA culmina la serie "Asturianos", un gran retrato colectivo a través de cuatro centenares de conversaciones que dibujan una región con una calidad de vida excepcional que consolida su sector científico y tecnológico al tiempo que refuerza su potencial turístico

bandera asturias asturianos

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Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

En octubre de 2007, LA NUEVA ESPAÑA terminaba la serie de reportajes "Asturias siglo XXI", el primer recorrido que hacía el periódico por todos y cada uno de los concejos de la región para hacer un examen general y minucioso de su situación y sus perspectivas de futuro. Fueron más de 500 páginas detallando qué pasaba en cada rincón de Asturias. Aunque en aquel momento pocos podían presumirlo, vivíamos la escena final de la ensoñación con la que Asturias –y España– había comenzado el siglo que traía el futuro. Impulsados por el boom económico, que a su vez era fruto de la burbuja de la construcción que a su vez se hinchó gracias un sistema financiero mundial convertido en casino, los asturianos se permitían por primera vez en muchos años escanciar un poco de optimismo.

Habían sobrevivido a la década sin futuro de los años noventa, la del ajuste minero y siderúrgico, la de los enésimos campeonatos regionales de atletismo entre antidisturbios y obreros. En cambio, en aquella España que había pasado gloriosamente de Aznar a Zapatero –previo trauma sangriento del 11-M–, el paro tendía a cero, las ciudades se duplicaban a ojos vista, llenas de museos y atracciones turísticas, y todo el monte era ladrillo. En Asturias, el prau para vacas se convirtió en solar para grúas y el que no tuviera ya segunda residencia en la costa, hecha o comprada en plano, era un paria: el único ser vivo al que los bancos, dirigidos entonces por los Reyes Magos, habían negado un crédito. Asturias entera se impregnaba de ese entusiasmo tan característico de su presidente de entonces, Vicente Álvarez Areces, cuyos discursos sobre el estado de la región sonaban a Buzz Lightyear, ese personaje astronauta de Pixar que pregonaba "¡Hasta el infinito y más allá!". Luego, a partir de 2008, ya sabrá usted cómo se nos jodió el Perú. Fue cuando el torero de la codicia apuntilló al toro de Wall Street, que cayó desplomado en la plaza pública y el descalabro se universalizó. La crisis fue la pandemia de aquellos años y la vacuna fueron millones de dineros públicos inyectados en la vena del sistema financiero.

LA NUEVA ESPAÑA, que volvió a hacerle un chequeo completo a la región en 2010 con la serie "Villas y Polas", acaba de terminar ahora la serie "Asturianos", que comenzó en mayo de 2022 y que pretendía dibujar un retrato colectivo de Asturias a través de más de 400 entrevistas en profundidad. Cerca de 600 horas de atenta escucha (el equivalente a 25 días seguidos) de todo lo que tenían que decir asturianos y asturianas de todo orden y condición, integrantes anónimos en su mayoría de la sociedad civil. "Asturianos" peinó ya una región sin grúas, marcada todavía en muchas biografías personales por la debacle nacional que supuso la Gran Recesión y también, en aspectos más emocionales que económicos, por la reciente pandemia de coronavirus. Era otra Asturias más humilde y realista en la que subsistían muchos problemas capitales que llevan décadas aplazándose –el espacio-tiempo se contrae y ralentiza a este lado de la Cordillera– pero donde también han aparecido nuevos caminos para la esperanza y donde, sobre todo, resplandece el ejemplo de resiliencia y talento que dieron todos los entrevistados. Una Asturias como ésta:

ESPACIO DE CURVATURA

En la serie "Asturias siglo XXI" ya se dibujaba una región que empezaba a disfrutar de sus nuevas infraestructuras viarias. Había quedado casi abolido el gran condicionante orográfico que marcó la vida de todos los asturianos desde que el mundo es mundo. Asturias había sido hasta entonces un territorio empinado e inaccesible, un espacio de curvatura. El sentimiento de lejanía era el que los asturianos tenían más cerca. Vista sobre el mapa, era una región de talla XS, pero al usarla curva a curva abultaba como una XXL.

Más de quince años después de aquel estreno masivo de autopistas y autovías empieza a ser un tópico que casi todo en Asturias queda a poco más hora de cómoda conducción, como mucho. Usando la hora de viaje como unidad de medida, podemos concluir que la región ha menguado y en este territorio arrugadísimo, planchado virtualmente gracias a las nuevas carreteras, hoy resulta asombroso cómo en tan poca distancia, el paisaje cambia tanto. La extraordinaria biodiversidad asturiana, ese mix ‘marmontañoso’ extendido sobre una retícula de valles aislados y diferenciados –se habla diferente y se come un queso distinto en cada uno–, hoy salta a la vista como nunca.

LAS DOS VELOCIDADES

Sin embargo, ahora que el mundo astur es un auténtico pañuelo, sigue habiendo comarcas que flotan el espacio exterior, desgajadas y alejándose de la nave nodriza, vaciándose. Y algunas de ellas muy extensas, como el Valle del Navia o el Suroccidente, donde casi todos reiteran una amarga sensación de olvido. Es un sentimiento de afrenta reforzado además por los nuevos aires cargados de malos presagios que la descarbonización hace soplar sobre comarcas como la de Oscos-Eo. La eventual transformación de este territorio en un gigantesco parque eólico, que en realidad ya empieza en Cudillero y llega hasta Taramundi, entra en contradicción con las políticas de desarrollo seguidas en los últimos 40 años, que si bien no frenaron la sangría demográfica sí han evitado la desertización absoluta de estos confines de Asturias mediante una combinación de la actividad campesina con el turismo rural. Una oferta turística sustentada un paisaje "intacto", sin molinos de viento.

Pese a la idea de que la automonía se había creado precisamente para cohesionar el territorio, lo cierto es que el pelotón de concejos ricos va dejado atrás al ala occidental de Asturias. Y no sólo a los ayuntamientos del oeste, en general a todos los municipios de montaña. En el Oriente también Ponga o Amieva, o las Peñamelleras, van quedándose sin gente y rezagados. Es la Asturias de vía lenta. Es una Asturias que agoniza en la cuneta mientras, otra, más cercana a la costa y a la autovía, toma el carril de aceleración. En el Occidente, tira Navia y su industria. En el Oriente, Llanes y su turismo.

De todas las Asturias, la más rápida, pese a que también pierde población, sigue latiendo entre Oviedo, Gijón, Avilés y Siero. Un cuadrilátero convertido en agujero demográfico a donde va a desaguar la población joven de la zona rural y buena parte de la legión de prejubilados que formó el cierre de la minería de las Cuencas. En esa "conurbación polinucleada", como Areces la definió en su momento, está el motor que mueve la Asturias del siglo XXI. Pero no marcha a todo su potencial: desde hace ya tres décadas la llegada de esa utopía llamada Área Metropolitana sigue sin consumarse y, por tanto, tampoco logramos aprovechar los beneficios que nos puede reportar ese estatus de ser realmente una ciudad de más de 700.000 habitantes.

Además, la red de tren de cercanías que contribuiría a reducir el uso del coche –menos contaminación y atascos– va sin frenos y marcha atrás. Tampoco se ha sustituido el localismo tribal para reemplazarlo por una idea cooperativa de Asturias que haga aflorar, por ejemplo, la enorme oferta cultural que compone la suma de lo que cada ciudad programa. Incluso, en ese ámbito del ir todos a una, se han producido retrocesos clamorosos: uno de los grandes éxitos de aquella naciente autonomía fue la creación de Cogersa, para librar al paraíso natural del archipiélago de vertederos diseminados por toda la región. Las 78 tribus se pusieron de acuerdo y hoy, en cambio, volvermos a frontar la vergüenza de no saber que hacer con nuestra propia… basura.

LA CIUDAD TANATORIO

Y dentro de esa Asturias central que va más o menos con los tiempos, las Cuencas siguen postradas. Lo que LA NUEVA ESPAÑA pulsó entre los asturianos de los valles del Nalón y el Caudal es la desasosegante sensación de haber rechazado durante años convertirse en una ciudad dormitorio sin industria para acabar transformándose en una ciudad tanatorio, sin industria, envejecida y también sin gente. Tras la fallida reactivación propiciada por los fondos mineros –con la millonada que eso conllevó– flota la convicción de que el partido se ha terminado y humea aún un relato nostálgico de la prosperidad minera, como un cantar de gesta donde sonaban barrenos y todos los héroes bebían cubalibres sin tasa. Pese al cansino bucle melancólico, sigue habiendo luces al final del túnel: hay quien piensa que, ya que no se abordó en su momento, ahora es el tiempo de afrontar una reconversión urbanística de las Cuencas, tan deterioradas por una arquitectura que alcanza extremos chabolistas, fruto del aluvión industrial que sufrieron. Una reconversión urbanística para adaptarlas a los estándares residenciales que hoy se demandan y así retener o incluso atraer población a unos concejos donde el precio de la vivienda es más asequible. Actuar para evitar, además, que algunas de las numerosas barriadas que en su día se levantaron para alojar a las familias mineras o siderúrgicas acaben convertidas en guetos sociales, en narcopisos.

LA ASTURIAS QUEMADA

La Asturias de vía lenta se vacía y ya hay concejos, como Pesoz o Yernes y Tameza, con una población (humana) más pequeña que la de oso pardo cantábrico. En esos desiertos verdes, la naturaleza toma las riendas, el paisaje se matorraliza y grandes extensiones de terreno, sin la mano campesina que lo embride, se convierten en arsenales vegetales para alimentar incendios que, en esta época de cambio climático además, pueden empezar en Valdés y acabar en Oviedo, como ya vimos.

LA ASTURIAS QUEMADA

Los incendios son el momento extremo del proceso el deterioro paisajístico que está modificando progresivamente ese mosaico vegetal asturiano tan apetecible para la industria turística. Y eso ocurre, precisamente (paradójicamente) en un momento en el que el turismo es la actividad es emergente, ahora además que hemos abierto por fin el agujero en la montaña y de él manarán AVES cargados de turistas hambrientos de cachopo. La gente vienes a Asturias a comer, pero también a ver (a fotografiarse viendo). Lo dicen todas las encuestas. En cambio, sin esa constante acción de la economía decorativa que los campesinos practican sobre sus paisajes, Asturias va camino de convertirse en paraíso matorral.

Sorprende que todavía no hayamos interiorizado esa profunda conexión entre el paisano y el paisaje. Y mira que las mismas palabras dan la pista. Sorprende porque –y ésta es una apreciación que se repetía en muchas de las entrevistas de la serie "Asturianos"– este región es ahora, más que nunca, el Paraíso Natural, un fabuloso diorama con todo tipo de ‘vergelidades’. Y, además, con la llegada del cambio climático, lo que antes era debilidad comenzó a ser fortaleza: aquí no hace tanto calor, se puede dormir, es un "refugio climático"; ya no llueve tanto como antes y, si lo hace, maravilla de las maravillas, que hace mucho que no lo hemos visto. Una entrevistada de la serie, propietaria de un negocio de turismo rural, confesaba que todos los años recibe a una familia saudí que viene a Asturias a ver llover.

El slogan que en su momento inventó el publicista catalán Arcadi Moradell, se ha convertido en la autobiografía resumida y asumida de esta región. Es lo que dicen los turistas que somos y, por tanto, lo que asumimos que somos. Y eso que hasta la fecha los asturianos, con mayor o menor rigor histórico, siempre se habían visto a sí mismo resistiendo contra alguien: moros contra cristianos en Covadonga, ilustrados contra retrógrados absolutistas en el episodio de la serie donde salían Jovellanos, Campomanes y Riego o, ya en las temporadas dedicadas a la revolución del 34 y la guerra civivil, obreros contra fascistas. Hasta Víctor Manuel que cantaba que en la planta 14, en el pozo minero, de una tarde amarilla tres hombres no volvieron, redefinió la Asturias actual con una canción ("Allá arriba en el norte", 2018) que nos pintaba de esta traza: "Comen y cantan los de este lugar /Como si el mundo se fuera a acabar". Bienvenidos a Farturias, patria querida.

GUARDESES DEL PARAÍSO

A fuerza de ver selfies de foriatos en las redes, a fuerza de escuchar que Asturias es el verdadero paraíso donde quieren teletransportarse los madrileños que hacen explotar sus fachalecos-bomba de estrés, se extiende la creencia popular de que la única vía hacia el futuro será trabajar como guardianes del paraíso. Aunque el trabajo, en realidad, pueda acabar siendo el de guardeses. Es decir, esperar todo el año a que lleguen los señores sin poder vivir en palacio. Porque esa "turistificación" de Asturias ya se está dejando notar en algunos municipios y centros históricos de las ciudades, donde el parque de vivienda se está orientando hacia el turismo. Así, sale más rentable alquilar por días o semanas de vacación al visitante que a los locales, incapaces de asumir esos precios. Este proceso está afectando a los centros históricos de las ciudades –en la serie el presidente de los vecinos de Cimavilla, en Gijón, desgranaba lo que está pasando– pero también a determinados concejos de las alas donde el turismo es la gran industria, caso de Llanes, y donde la población joven local tiene que marcharse ante la imposibilidad de acceder a una vivienda de alquiler en su concejo natal.

Turismo aparte, es cierto que en la segunda década del siglo XXI sí va consolidándose aquel utópico tránsito "del carbón al ratón" que, según Areces, ya casi se había consumado en la primera década del siglo. Es cierto que en la milla tecnológica de Gijón, en el parque tecnológico de Llanera, en el polo biosanitario de la galaxia HUCA y en las multinacionales del entorno avilesino crece una economía sustentada en la innovación y a ciencia. Ejemplos de todo ello aparecieron entre los entrevistados de la serie "Asturianos". Ya nadie con formación y visión discute que ese es el camino correcto para curarnos de una dolorosa variante la enfermedad demográfica regional: la constante pérdida de población joven que, tras recibir en Asturias una formación de mucha calidad en el sistema público universitario, tiene que marcharse fuera, donde dejarán los frutos de su talento. Nadie discute que ésa es la verdadera cura para retener talento.

EL GRAN PRODUCTO ASTURIANO

El dogma turístico del paraíso natural tiene, pese a lo dicho, sobrados fundamentos sobre los que sustentarse. Porque si en algo coincidieron la mayoría de los entrevistados de la serie "Asturianos" fue en reconocer que en Asturias se vive muy bien. No sólo por la vistosidad de sus paisajes y pueblos, o por la elevada calidad medioambiental, también porque se come bien, hay buena educación y buena sanidad, los precios no están tan disparados como en las grandes ciudades y el centro de Asturias es, funcionalmente, una gran ciudad distribuida en tres grandes barrios (Oviedo, Gijón y Avilés) donde aún se conserva la escala humana y hay una buena oferta gastronómica, comercial, cultural, etc.

La calidad de vida se ha convertido, acaso, en la mejor producción con la que ahora cuenta Asturias. En este siglo del mercado de experiencias, vivir "a la asturiana" se está convirtiendo en una mercancía apetecida. Asturias no sólo es territorio para turistas, también para quien quiera convertirlo en lugar de residencia para todo el año.

Eso fue algo que la pandemia hizo notoriamente evidente. El confinamiento cambió el horizonte vital de muchos: la libertad, el goce cotidiano del aire libre, que hasta entonces se podía hacer sin tasa, resultó que podía perderse de un día para otro. Así que algunos, en mitad al salir de aquella pesadilla vírica, decidieron que era el momento de cambiar de vida. Y Asturias empezó a dibujarse como el lugar perfecto para hacerlo. En "Asturianos" han aparecido testimonios de esa oleada de traumatizados por la pandemia, la mayoría procedentes de grandes ciudades, que recorrió todos los concejos rurales de la región en busca de una casina con algo de prau. O también de asturianos jóvenes que habían marchado a trabajar a grandes urbes y decidieron que era el momento oportuno de regresar junto a sus familias.

TELETRABAJO

Buena parte de ese retorno estuvo propiciado por la digitalización, el fenómeno clave en esta segunda década del siglo XXI y que la pandemia también aceleró. Muchos de los que vinieron se trajeron el trabajo con ellos, algo que hasta la fecha era el gran obstáculo para establecerse todo el año en Asturias: sí, muy guapo pero de qué vivimos. Algunos pueblos se repoblaron con teletrabajadores que, muchas veces, eran vecinos con su punto fantasmal, espectros que se soleaban durante el día con la luz azul de sus respectivas pantallas pero que aún no estaban avezados en los usos tradicionales de la vecindad, que requiere darse los "me gustas" a la cara. Por eso, porque ahora importa más la conexión y casi nada el lugar, la reclamación constante de una cobertura de internet de banda ancha afloraba en muchas, si no en todas, de las entrevistas de la serie. Especialmente entre los asturianos avecindados en la zona rural. Una región educada en la constante reivindicación de carreteras, reclama ahora que esas caleyas digitales por la que apenas pueden cruzarse dos megas se transformen en autopistas de la información. Y perdón por el término viejuno.

Vinieron y se quedaron los que, eso sí, encontraron vivienda. Porque también aquí afloró el obstáculo que supone el mercado de vivienda, especialmente en el medio rural, y en este caso para facilitar la llegada de nuevos pobladores de nuevo cuño. Aquellas casas que no se alquilaban exclusivamente para turistas, sencillamente no se alquilaban.

EL CAMPO

El covid trajo, efectivamente, un bucólico revival de la descansada vida campestre. Pero, al tiempo, la población "indígena", los que llevan décadas viviendo del campo, seguía sufriendo los efectos de una reconversión que parece no haber tocado fondo y que, en una época de inflación como la que vivimos durante el tiempo en que se hicieron las entrevistas de Asturianos, está castigando especialmente a las explotaciones lecheras. Los costes no crecen al mismo ritmo que los precios que reciben los productores por litro de leche y muchos vieron muy de cerca el fantasma del cierre definitivo. La sensación generalizada, además, es que la naturaleza, tan briosa en Asturias, está ganando la partida al campesino. El jabalí se convirtió en epidemia dentro de la pandemia y la protección del lobo hace inviable, reiteran los ganaderos, las producciones cárnicas o queseras asturianas. En una época donde el animalismo se ha convertido en parte del pensamiento políticamente correcto, muchos campesinos asturianos sienten que no encajan en este nuevo mundo; ellos, que crían animales para que otros congéneres se los coman. Como el ser humano lleva haciendo desde hace millones de años.

COMER DE CASA

El covid, no obstante, también revalorizó la importancia del papel campesino en la sociedad asturiana, no sólo como productores de paisaje para turistas, también como lo que son: fabricantes de alimentos de calidad. Porque muchos consumidores descubrieron –también a consecuencia de la guerra de Ucrania– que la globalización llevaba años sirviéndonos alimentos de origen remotísimo y dudosa calidad mientras la huerta de al lado de casa se había convertido en escayos. La mayoría de los emprendedores del medio rural entrevistados en "Asturianos" trabajaban, de una u otra manera, en el sector agroalimentario regional, cuyo potencial se ha revalorizado en estos tiempos de inestabilidad internacional. Y ello pese a que estas exquisitas producciones siguen siendo pequeñas, lastradas por la falta de tierra suficiente (hacen falta más concentraciones parcelarias, especialmente en las vegas agrícolas) y también por la burocracia.

LA NUEVA PAPELERA

La queja por el exceso de papeleo se repetía a la par que la serie iba recorriendo la región. No sólo entre los agricultores y ganaderos, también entre los empresarios turísticos o los industriales. Incluso entre los investigadores, que tienen que sacrificar muchas horas de laboratorio para rellenar informes y solicitudes. Asturias tiene dos grandes industrias papeleras. Una está en Navia. La otra en Llamaquique, Oviedo, edificio de las consejerías del Principado

LA AMAZONIA

La serie "Asturias, siglo XXI" terminó en octubre de 2007. En enero de ese mismo año se había producido un hecho que cambiaría el mundo para siempre: la presentación en California del iPhone, el primer teléfono inteligente que conectaría íntimamente a cada persona, allá donde estuviera, con la red global. La digitalización como hoy la conocemos –una segunda piel de información torrencial y algoritmos envolviéndonos y modificando nuestros comportamientos más secretos– no había explosionado todavía. Asturias, todo el planeta, era prácticamente analógica. Las entrevistas de "Asturianos" también han reflejado cómo se está produciendo esa transformación hasta esencia misma de lo que hasta ahora entendíamos como ser humano. Así, los profesores constataron que sus alumnos están "apantallados", que van perdiendo aceleradamente la capacidad de concentración, de hablar entre ellos en el recreo, de jugar unos con otros en los parques. Los empresarios fabricantes contaron cómo la red les permite vender a cualquier lugar del mundo, pero los comerciantes que siguen teniendo venta física luchan contra la feroz competencia del comercio electrónico mientras ven que en los bajos de las ciudades ya sólo resulta rentable montar bares, peluquerías o locales donde te hagan las uñas. Y en la zona rural, al mismo tiempo que los bares-tienda –el corazón de tantos pueblos– empiezan a ser un fósil del pasado, las caleyas comienzan a estar saturadas de repartidores. Es Asturias transformándose en La Amazonía.

Un libro descargable donde Arango compila todos sus análisis sobre la región

La serie "Asturianos" contó con los fabulosos retratos fotográfico de Julián Rus y también con los análisis que aportó el economista Jesús Arango, ex consejero de Agricultura, uno de los más profundos conocedores de Asturias. Cada semana, Arango aportaba a las entrevistas que publicaba LA NUEVA ESPAÑA una completa reseña con los datos fundamentales de cada uno de los municipios que se iban a recorrer a lo largo de esos días. Para redondear esta aportación, con la que Arango perfilaba la evolución demográfica y económica de cada municipio, la edición digital del periódico pone a disposición de los lectores un libro electrónico descargable en el que este destacado economista nacido y vecino de Los Cabos (Pravia) ha reunido toda la información publicada en "Asturianos". Además, lo ha completado todo con una serie de gráficos y un listado completo de las 857 parroquias que componen el territorio de la región.

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