Azahara y el gozo de adueñarte de tu tiempo 

"Ahora hay un divide y vencerás que ha funcionado muy bien"

Asturianos en Oviedo: Azahara Alonso.

Asturianos en Oviedo: Azahara Alonso. / Julián Rus

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Azahara Alonso Gómez (Oviedo, 1988) se convirtió en 2023 en una de las grandes revelaciones literarias del año en España con "Gozo", un libro que es a la vez ensayo, ficción y diario.

La exitosa novela transcurre en Gozo, una isla del archipiélago maltés. Es un texto luminoso, cruzado por una luz blanca y azul, mediterránea. Pero "Gozo" es, más que nada, una ubicación moral para vivir la vida de una manera más plena, donde se puede disfrutar del tiempo sin hacer nada –"hacer nada" para Azahara Alonso es sinónimo de pasar las horas leyendo– y librarse del "rema y vive" que nos impone el mundo laboral. Desde la primera línea y media "Gozo" es una lección de bien pensar y mejor escribir: "¿En qué momento mi vida empezó a ser accesible solo en vacaciones?".

La escritora ovetense, que estudió en el colegio de los dominicos en la ciudad, empezó Filosofía en la Universidad de Oviedo y la terminó en Salamanca, regresó a la capital cuando la pandemia, después de 12 años viviendo fuera y trabajando mucho en Madrid. Además, de "Gozo", es autora del libro de aforismos "Bajas presiones" (2016) y del poemario "Gestar un tópico" (2020). Escribe en cuadernos a todas horas y ahora, entre tanto escrito, buscar cómo y de dónde tirar del hilo para un nuevo libro.

– Gozo" lleva siete ediciones. Eso es que usted tocó una fibra sensible, ese conflicto entre la vida y el trabajo, que no solo le preocupa a usted.

–Creo mucho en el espíritu de la época, que está presente en todo lo que hacemos. En el contacto con los lectores descubres que se comparten inquietudes desde lugares y desde posiciones vitales muy diferentes. Descubres que se comparte esa inquietud que está relacionada con la autoexplotación. El sistema funciona, está engrasadísimo: ya no hace falta tener un jefe que te diga todo el tiempo que hagas las cosas, esa sociedad de la vigilancia de la que hablaba Foucault. Ahora vivimos en una sociedad cansada que se autoexplota, que da más de sí para demostrar que está implicada con el trabajo. Bueno, pues yo constantemente me veo haciendo eso y frenándome. He escrito "Gozo" precisamente porque vivo hasta el extremo la laboralización de la vida.

"Ya ni siquiera es que necesitemos trabajar en más cosas para llegar a fin de mes, es que se ha normalizado la situación de falso autónomo, por ejemplo, y llegamos a pensar: ojalá trabajar por cuenta ajena para que nos afectara la subida del salario mínimo interprofesional".

"Ha cambiado todo en tan poco tiempo y tan radicalmente que generaciones como la mía y las siguientes estamos asimilando cómo ya no hay un ascensor social. Las generaciones anteriores eran precarias y se reconvierten ahora en generaciones precarias a la nueva, a la moderna. Se maquilla mucho con el discurso millennial, con el de la generación de cristal, para que parezca algo generacional. Pero para mí claramente sigue siendo un conflicto de clase. Clarísimamente. Como hoy es todo relato y comunicación, está contado así para que no puedas pensar con una genealogía que se ha colectivizado para pedir mejoras".

"Ahora hay un divide y vencerás que ha funcionado muy bien. El teletrabajo lleva, en parte, a que no tengas contacto con otros compañeros. Y ahora, dicen, puedes trabajar desde donde quieras y puedes cogerte vacaciones cuando quieras. Es mentira. Al final trabajas desde todos los sitios y no te coges vacaciones. O si las coges estás pensando que haces mal. La disponibilidad para mí es otro gran caballo de batalla porque quien trabaja de esta forma no tiene horario. Es difícil marcarlo. Suele ser una conexión-desconexión, entendiendo por ello trabajar, irte a dormir y despertarte y mirar el email

–Cuando se despertó su jefe estaba allí.

–Uno de sus cinco jefes. Si no respondes a un email a las 12 de la noche es una supuesta falta de implicación. O estar de vacaciones no se entiende si no te vas de viaje. Si no te has ido, ¿por qué no vas a responder? Si tú tienes la tecnología para estar disponible, ¿por qué no estás disponible? Pues aquí hay que tomar decisiones un poco a la contra: hay un horario de trabajo por el que se me paga y todo lo demás es mi tiempo.

–Usted también imparte talleres literarios y filosóficos. Uno de ellos se titulaba "Contra el turismo". Le aviso de que ahora vive en el paraíso natural. ¿Cómo ve el auge del turismo en Asturias?

–Desmantelar otros sectores diciendo que no son viables es una decisión política, no necesariamente un hecho objetivo, que puede estar más motivada por presiones ajenas, por lobbies, por la configuración del espacio europeo en el que el Sur va a dedicarse a ser el jardín del Norte. Naturalizar ciertas cosas es tramposo. Ocurrió con Mallorca, es un ejemplo clarísimo de cómo hacer consumible un territorio, volverlo un lugar atractivo al que ir a hacerse la foto y pasar un tiempo. Y se está exportando al resto, ha pasado en otros sitios del sur de Europa. Creo que, en parte, eso es lo que nos está pasando aquí en Asturias.

"Aunque no pudiéramos ver la consecuencia, o ser totalmente conscientes de cómo está sucediendo, las decisiones que se están tomando políticamente, que se argumentan de forma explícita y que aparecen en titulares como buenísimas noticias, van por ese camino. Creo que hay dos factores que influyen mucho. Por una parte, está el orgullo de nuestro espacio, que siempre lo hemos tenido. En cada lugar la gente suele tener ese orgullo de decir: ‘Mi tierra es la más guapa, que venga todo el mundo a conocerla porque es una maravilla’. Eso influye y es algo hospitalario. Pero también se produce una uniformización. Se uniformiza cualquier lugar de acuerdo a un canon de belleza que impone la industria turística. Ahora todo se vende como un atractivo: de pronto ponemos un banco delante y un acantilado y ya es lo más guapo".

"Sigue funcionando esa idea de propaganda turística de playa de arena blanca y agua turquesa. Y aquí además tienes detrás la montaña y el atractivo gastronómico. Hay un atractivo que se ha conseguido hacer aquí que encaja con la idea del paraíso turístico. Pero es sumamente contradictorio. Porque el paraíso masificado no es un paraíso. Lo principal que tenía el paraíso como concepto como idea es lo insular, el aislamiento, la paz, la ausencia de masificaciones, de destrozos".

"Bueno, digo esto porque yo veraneé toda la vida en Llanes. Pero nos fuimos porque era ya impagable poder pasarse el verano allí. En un camping, que tampoco es que tuviéramos una casa. Ya no era afrontable. Y en los últimos años me llegan vídeos de amigas de Madrid que me enseñan unos praos de los que reconoces hasta la última brizna porque era donde íbamos la pandilla, a un sitio escondido. Pero ahora como está geolocalizado y se vende como el último sitio del universo en el que vas a estar solo, se ha convertido en un trajín. Es como una fiesta de prao (sin la diversión). Eso es dolorosísimo. Ese es el gran daño que hace la geolocalización: crea un sitio para fotografiar. Me han contado que hay gente que va de viaje una semana teniendo en cuenta la ropa que se va a poner para las fotos. Eso es muy significativo, forma parte del espíritu de la época".

"Es el consumo de los espacios. Los espacios se venden como un producto con el que compiten las ciudades, las comunidades o cada pueblo. Lo vimos, por ejemplo, con las luces de Navidad. Los espacios se han convertido en bienes consumibles y ahora tú puedes vivir en una ciudad no porque trabajes allí sino porque tienes un nivel económico que te lo permite".

"Y al convertir los espacios en algo consumible también te puedes quejar si no es lo que esperabas. Son los paisajes hechos para quien los observa desde fuera, porque el que vive en él, el que lo trabaja como un campesino, no ve el paisaje en el cuadro. En ese paraíso que vendemos, no sé cuál es el encaje que tenemos ya las persona que vivimos en él"

"Y algo también muy diabólico que escucho: vi un reportaje que hablaba de que, en determinado concejo, alguien ofrecía rutas turísticas por sitios que normalmente no se transitaban por los turistas. Decía que los asturianos no sabemos que tenemos un montón de zonas sin explotar. Esa frase para mí es diabólica: explotar un territorio. Es lo que se dice, pero puede que la gente en el ámbito rural no quiera ser explotada como paisaje o puede que no necesitemos eso. No hace falta esquilmar todo el territorio. Porque luego, además se crean caricaturas. En Madrid me preguntaban si tenía vacas, cosa que me encantaría, pero no creo que queramos ser esa simplificación de cachopo, fabada y paraguas. A mí me cuesta asumir esa identidad, ese discurso. Estoy en contra de la simplificación de los territorios, que también es un ‘Bienvenido, Mister Marshall’. Estás amoldándote a lo que esperan de ti".