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Una derrota y dos éxodos

Muchos de los combatientes asturianos que lograron huir en octubre de 1937 por El Musel acabaron viviendo casi año y medio después la misma experiencia en la frontera catalana

Una derrota y dos éxodos

Oviedo, Eduardo GARCÍA

Tal día como el de hoy, hace justamente setenta años, caía en poder de las tropas de Franco la última de las capitales de provincia que aún seguía bajo control republicano, Murcia. Unas horas antes lo habían hecho Valencia y Alicante, y el día 26 de marzo le había tocado el turno a Madrid. La Guerra Civil española estaba a punto de finalizar tras una sangría de casi tres años.

Unas semanas antes, el 26 de enero, los nacionales tomaban Barcelona, aquel día sin disparar un tiro, pero precedido de intensos bombardeos. La caída del frente catalán provocó un éxodo que el historiador y periodista Jorge Martínez Reverte califica en su último libro, «El arte de matar», de «proporciones bíblicas». Y escribe: «Cuatrocientos mil civiles cruzan a pie, en pocos días, la frontera, que guardan las brigadas móviles de la Gendarmería y las tropas coloniales senegalesas. Es un exilio que resume en gran parte la guerra. Son andaluces, aragoneses, extremeños, asturianos, vascos, madrileños, catalanes los que se fugan (...), los hombres que pertenecen a ese Ejército van a parar a campos de concentración rodeados de alambradas».

Unos meses antes, en octubre de 1937, en Asturias...

A unas siete millas mar adentro del puerto de El Musel, es decir, en aguas internacionales, se mantuvieron anclados ocho buques mercantes británicos durante buena parte del mes, del último mes de la guerra en la región. Tienen nombres: el «Bramdem», el «Bramhill», el «Hillfern», el «Stanleigh», el «Stangrove», el «Stanmore», el «Stanhope» y el «Stanray». Los dos últimos no abandonaron las aguas asturianas hasta el día 30 de octubre. Cuatro de ellos parten con refugiados.

El éxodo catalán de 1939 tiene similitudes al asturiano de 1937. Muchos de los combatientes que cruzan la frontera, por tierra o por mar, vuelven a empuñar las armas. Quienes abandonan Gijón entran de nuevo en zona republicana, y, como es el caso de Manolín Álvarez, jefe de la 184.ª Brigada, muere en la batalla del Ebro. Otros viven los dos éxodos, combatiendo hasta el último momento en Cataluña. Y muchos de quienes pasan a Francia acaban en la resistencia contra Hitler y participan en la II Guerra Mundial. Otros acaban en campos de concentración, como les sucedió a soldados salidos de El Musel y capturados en el Cantábrico. Cuando Cataluña cae en manos de Franco, el Caudillo preside una conmemorativa parada militar en Salou ante la que desfila, entre otros, el crucero «Almirante Cervera», encargado de los bloqueos y de los bombardeos sobre la ciudad de Gijón. La desbandada y la desorganización también unen a los dos éxodos. Y el frío y la sensación de derrota.

¿Quién pagó a los barcos mercantes ingleses que esperaron a refugiados en aguas asturianas? No se sabe. El historiador Luis Aurelio González Prieto maneja dos hipótesis: o los financia el Gobierno central republicano, lo cual considera improbable, o llegan a Asturias tras gestiones del entonces consejero de Comercio, Amador Fernández, quizá con fondos del propio Consejo de Asturias y León.

Su presidente, Belarmino Tomás, calculaba el día 20 de octubre que había posibilidades de evacuar por El Musel a unas cuarenta mil personas. La realidad dividió por cuatro esa cifra demasiado optimista, pero que no era una locura. La idea era que pequeñas embarcaciones con refugiados llegaran a los buques nodriza, pero muchas no pasaron los controles de los buques franquistas. Para más información son interesantes los libros de Marcelo Laruelo y el más reciente de Silvia Ribelles («La Marina Real Británica y la Guerra Civil 1936-1937»).

Para el embarque de refugiados en el puerto gijonés se nombra responsable: el comandante Arturo Vázquez. González Prieto califica de paradójico y prueba del caos del momento el hecho de que «a Vázquez casi lo fusilan sus mandos el día 4 por su responsabilidad en la pérdida de las posiciones de San Isidro».

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