Oviedo, L. Á. VEGA

La Guerra Civil dejó 300 poblaciones asturianas destruidas en más del 75 por ciento. Fue Oviedo la ciudad más castigada, con 3.000 edificios en ruinas, según un informe municipal entregado al Gobierno de Burgos. Testigos de la época indicaban que tan sólo había unas ochenta viviendas habitables en la capital del Principado. La reconstrucción fue, por tanto, una de las prioridades a las que se vio abocado el régimen de Franco desde sus inicios. A este doloroso capítulo de la historia asturiana está dedicado, en parte, el próximo fascículo del coleccionable «Asturias bajo el franquismo», que se entregará, gratis, con LA NUEVA ESPAÑA, mañana domingo.

Mientras los republicanos se entregaban por miles y pasaban a los depósitos de prisioneros para su clasificación, los vencedores ponían las bases del «nuevo Estado totalitario», que descansaba especialmente en las instituciones tradicionales por antonomasia, las corporaciones locales. La «limpieza» de funcionarios en los ayuntamientos fue ejemplar. En Oviedo se abrieron un total de 334 expedientes, que dieron como resultado 221 destituciones, según recoge el fascículo del próximo domingo.

El primer alcalde de Oviedo en la nueva era fue Plácido Álvarez-Buylla y López Villamil, que permanecería en el cargo hasta 1940. Como alcalde de Gijón se nombró a Paulino Vigón Cortés. Para el cargo de gobernador civil de Asturias, fue nombrado el comandante Gerardo Caballero, uno de los hombres clave para el triunfo del Alzamiento en Oviedo en los días de julio del 36.

El nuevo régimen tuvo especial cuidado de eliminar cualquier referencia a la República. Uno de los efectos más visibles fue la eliminación del callejero de los nombres ligados al anterior régimen, como las calles del «14 de Abril», o las dedicadas a los capitanes Galán y Hernández, al general Riego o a La Libertad, algunos de los más comunes. Otras medidas tuvieron un carácter quizá más mezquino, como el acuerdo del Ayuntamiento de Oviedo de borrar del Registro Civil al líder socialista Indalecio Prieto o al general Miaja, héroe de la defensa de Madrid.

Al llamado Servicio de Regiones Devastadas le correspondió establecer las ayudas para acometer la reconstrucción de las ciudades y pueblos destruidos. Su precedente fue la Junta de Reconstrucción del Ayuntamiento ovetense.

Otra nueva institución que tuvo un papel clave en los primeros tiempos de régimen, habida cuenta de la destrucción de la economía asturiana, fue el Auxilio Social, promovido por la Sección Femenina de Falange Española. El Auxilio Social estableció comedores en las principales ciudades, y también hogares-cuna y otros centros. Estos servicios sociales fueron sufragados inicialmente de forma voluntaria, pero luego su sostenimiento se convirtió en obligatorio para las clases pudientes, hasta el punto de que se publicaban los nombres de las personas que no contribuían.

Políticamente, el acto más importante de este período fue el decreto de unificación, por el que se eliminaron todos los partidos, que se fundieron en Falange Española Tradicionalista y de las JONS. En abril de 1938 se celebró el primer aniversario del decreto, con un acto en Mieres presidido por el ministro de Agricultura y secretario general del partido Raimundo Fernández Cuesta y al que acudieron 60.000 «camisas azules».