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Amanecer con la reina del mar La jornada de Ismael Marqués

La pesca de la merluza del pincho, un arte centenaria, se enfrenta con la competencia de precios de los arrastreros, lo que hace peligrar el suministro de un producto marino de alta calidad

Amanecer con la reina del mar La jornada de Ismael Marquésignacio pulido

Cudillero, Ignacio PULIDO

Los caladeros de Cudillero son cada día lugar de faena para decenas de lanchas que practican el arte de pesca más tradicional del Cantábrico: la pesca de merluza con caña. Este oficio, heredado tras siglos de costumbre pesquera, pasa por ser uno de los más ecológicos y selectivos de cuantos existen en la mar. No obstante, el profundo bache que atraviesa el sector pesquero está poniendo contra las cuerdas a una flota que cada mañana se hace a la mar con más dificultades. LA NUEVA ESPAÑA acompañó durante toda una jornada a los pescadores pixuetos a por las codiciadas merluzas «del pincho».

El amanecer ni siquiera ha dado comienzo cuando los pescadores comienzan a darse cita en el muelle pesquero de Cudillero. Apenas son las seis de la madrugada y en la dársena se comienza a escuchar el rugir de los motores diésel de las lanchas. No obstante, en el ambiente suena con más fuerza el último aviso del secretario de Pesca, Juan Carlos Martín, el cual advierte de que «la actual presión pesquera sobre la merluza es insostenible». Sus palabras no han hecho más que aumentar la incertidumbre entre una flota ya castigada hace apenas unas semanas por el agotamiento del cupo de la caballa.

De todos modos, las decisiones futuras, aunque preocupan, están por ver y por lo pronto el objetivo es sacar adelante el día de faena. La flota cudillerense pesca la merluza del pincho en los mismos caladeros desde hace siglos. Carlos Iglesias e Ismael Marqués son dos pescadores que trabajan en la mar prácticamente desde la infancia. Ambos han pasado sus últimos veinticinco años faenando a bordo de la «Cruz del Sur», una lancha de madera, cuya proa se dirige, tras dejar atrás el puerto y el faro pixueto, hacia la playa o caladero El Calafrío, a unas nueve millas de la costa.

La travesía entre Cudillero y El Calafrío supone una hora y veinte minutos de navegación, durante los cuales se hace de día. El caladero es centenario, pero hay cosas que han cambiado mucho. «Utilizamos un GPS que tan sólo tiene un margen de error de dieciocho metros para llegar al caladero», explica Carlos Iglesias. Desde el puente controla otros aparatos, tales como una sonda que indica la profundidad o la morfología del fondo. Con cada minuto que pasa la costa se ve cada vez más lejana. La niebla impide por completo llegar a distinguir su perfil, mientras una fina capa de lluvia no deja de caer sobre el mar.

La «Cruz del Sur» llega por fin a El Calafrío, donde en pocos minutos se dan cita en torno a unas quince embarcaciones pixuetas. En la pantalla de la sonda se puede leer que la profundidad del caladero ronda las 160 brazas, o sea, unos 280 metros. Es la hora de colocar las varas o cañas, dos en proa y dos en popa. «Para su fabricación empleamos bambú, el cual tiene que ser cortado durante el menguante de enero para que sea más resistente», precisa Iglesias. Una vez dispuestas, se prepara la carnada, en este caso, parrocha. «Por cada línea se disponen treinta anzuelos. Tras lanzarlos y llegar el plomo al fondo, se tienen que esperar tres cuartos de hora para recoger», explican los pescadores pixuetos. Advierten de que «este oficio requiere mucha paciencia». «En otros artes tienes que estar controlando siempre el aparejo, mientras que pescando la merluza del pincho es indispensable mantener la posición de la lancha y controlar la corriente», enfatiza Ismael Marqués.

Desde hace varios años las lanchas incorporan un sistema hidráulico con el que se recoge el aparejo. Esta especie de carrete permite subir las merluzas capturadas desde el fondo hasta la cubierta en unos diez minutos. Cuando las merluzas llegan a superficie, están hinchadas por la gran caída de la presión a la que son sometidas. Tras recoger uno a uno cada ejemplar, Carlos e Ismael se disponen a preparar otra calada. A continuación, estos dos pescadores pixuetos limpian las piezas ya pescadas. «Es importante limpiarlas cuanto antes para que conserven toda su calidad», subraya Marqués.

Este proceso se repite una y otra vez cada día. «Ésta es la pesca más ecológica que hay. No hay descartes y no se daña el fondo. No obstante, somos los que más palos llevamos», lamenta Marqués. Y es que los precios de la merluza han caído en picado con la llegada masiva de los arrastreros comunitarios. «Llegan con las bodegas hasta los topes y los precios caen por los suelos. La merluza pequeña llegó a estar en Avilés a 30 céntimos el kilo», lamenta Iglesias. Y añade: «Estamos regalando el pescado».

A todo esto se suman los gastos indispensables del día a día. «Estamos pagando casi dos euros por el kilo de carnada congelada y tres por la fresca. Si sólo pescas una merluza por calada ya estás perdiendo dinero, y esto sucede muchas veces». Además, en cada jornada de faena se pueden llegar a consumir unos 80 litros de gasóleo.

Ya han pasado casi diez horas desde que las lanchas pixuetas se hicieron a la mar. Son las cinco de la tarde y parece que cada vez pican menos merluzas. Tras capturar unos 150 ejemplares la «Cruz del Sur» opta por regresar a tierra. «Si los precios fueran buenos sería una jornada estupenda», señala Iglesias. El viaje de vuelta se emplea para recoger las varas, clasificar el pescado, limpiar la cubierta y dejar los aparejos preparados de cara a la próxima jornada. En el puerto los compradores esperan a la subasta del género.

Tres euros con sesenta y cinco céntimos y siete euros con diez céntimos el kilo. Ésos son, respectivamente, los precios pagados por las capturas de Iglesias y Marqués. «Las cosas no han salido tan mal como esperábamos, ni todo lo bien que quisiéramos», comentan y prosiguen añadiendo que «las cosas nunca estuvieron tan mal». «Parece que quieren acabar con las pequeñas embarcaciones», lamentan.

Las imágenes superiores muestran al pescador pixueto Ismael Marqués en su embarcación «Cruz del Sur» a la pesca de la merluza del pincho, en el caladero de El Calafrío, desde que coloca la carnada en los anzuelos hasta que descarga sus capturas en Cudillero. La merluza del pincho, la tradición pesquera más antigua de Cudillero, espera iniciar una nueva etapa a finales del presente año con la puesta en marcha de la marca de calidad. «La flota pixueta es la única que pesca la merluza con caña en todo el Cantábrico», advierte el patrón mayor de Cudillero.

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