Puerto de Vega (Navia),

A. M. SERRANO

Llegó la galerna y llegó Gaspar Melchor de Jovellanos a Puerto de Vega. El 14 de noviembre de 1811 el bergantín vizcaíno «Volante» arribó en este enclave naviego después de huir de Gijón por miedo a la invasión francesa, y tras sobrevivir a un fuerte vendaval. La embarcación logró llegar a puerto casi moribunda, y allí se rompió en dos. Catorce días después, Jovellanos exhaló su último aliento. El pueblo no se despegó nunca de esta historia, ni de aquellas últimas palabras atribuidas al ilustrado gijonés en su lecho de muerte: «Nación sin cabeza». Comercios y calles recuerdan con placas su nombre, que ayer sonó con más fuerza. El pueblo naviego y el grupo de teatro «Baluarte» recrearon, por segunda vez, la llegada y el fallecimiento de Jovellanos en Puerto de Vega como inicio de las celebraciones de hoy, fecha en la que se conmemora el bicentenario de la muerte de un visionario capaz de adelantarse a las ideas de su tiempo.

Llegó el bergantín a Puerto de Vega y allí, junto al mar y según la versión teatral, Gaspar Melchor de Jovellanos ya no se sentía con fuerzas: «He perdido la ilusión por el servicio a mi patria», dijo ayer el actor encargado de interpretarlo. En la ahora llamada plaza de Cupido, Jovellanos ya mostró su «falta de aliento». «¿Dónde estoy? ¿Qué fuego es este?», se preguntó, intentando dar respuesta al origen de su malestar físico y emocional. Poco pudieron hacer por el ilustrado los vecinos, que ayer cantaron en honor del casi difunto.

Jovellanos pisó de nuevo las empinadas calles de Puerto de Vega, y a viva voz llamó a sus allegados y amigos, pidiendo cuidados y casa en la villa. Sus gentes le respondieron con un sonoro sí. Tras agolparse en el puerto centenares de espectadores acompañaron al ilustrado en su recorrido después de la «arribada». Buscaba la casa de la familia Trelles Osorio, donde murió, según la partida de defunción, hoy hace dos siglos.

Durante su tiempo en Puerto de Vega Jovellanos trató de recuperarse de una pulmonía que, al final, pudo con él. Ayer el ilustrado recabó de nuevo la ayuda del cirujano gijonés José Lamagna, que no supo atajar el mal que le asediaba. La pócima del cirujano de la villa, José Angulo, otro de los personajes de esta historia, tampoco logró alargarle la vida, después de hacer un pronóstico muy grave sobre la salud del prócer que, al final, se cumplió. Lamagna y dos fieles amigos de Jovellanos, Domingo García -que según la historia conservó el equipaje del ilustrado- y Pedro Manuel de Valdés, acompañaron al ilustrado en su lecho de muerte.

Jovellanos murió, según la partida de defunción efectuada por el párroco de Santa Marina de Puerto de Vega, el 28 de noviembre de 1811, hoy hace dos siglos. Ayer, desde la casa de los Trelles Osorio, mientras el pueblo esperaba en la calle noticias sobre la salud del prócer, desde uno de sus ventanales sólo se escuchó un cántico: «Canta la curuxa en el pinar y don Gaspar ha muertu». A continuación, como en cualquier función teatral, los habitantes de Puerto de Vega estallaron en aplausos para los actores que ayer dieron por segunda vez vida y muerte a Jovellanos en su querida tierra de Asturias.

Para hoy han quedado las celebraciones oficiales. Por la mañana las autoridades del Principado harán una ofrenda floral frente al monumento dedicado a Jovellanos en Oviedo, y de ahí se desplazarán al Museo de Bellas Artes para inaugurar una exposición sobre el prócer. Por la tarde la celebración se desplazará a Puerto de Vega, con un acto en la Casa de Cultura y el descubrimiento de una placa conmemorativa en el barrio de La Atalaya.

Un concierto a cargo de Joaquín Pixán y la lectura de la «Oda a Jovellanos» por Antonio Gamoneda pondrán el punto final a la celebración del bicentenario jovellanista en la iglesia de Santa Marina de Puerto de Vega, donde volverá a sonar el órgano que acompañó, el 29 de noviembre de 1811, su funeral.