Esta mañana el pueblo ha amanecido «encapuchonado de una oscura nube henchida de lluvia». Las calles siguen «empinadas y grises», se percibe el «aire de rota melancolía» y la «cotidiana trinidad de tinieblas, lluvia y viento» preside todavía los días de Castropol como el poeta sevillano Luis Cernuda aventuró que seguiría sucediendo en el ya lejano 1937. Eso escribió aquel año en Valencia en su relato «En la costa de Santiniebla», dos años después de haber pasado las primeras semanas de agosto en el occidente asturiano como responsable de las Misiones Pedagógicas. Ahora, cuando se cumplen en este 2013 (5 de noviembre) cincuenta años de su muerte, su paso por Castropol sigue vivo. Al menos, en forma de huella literaria, en un relato que exalta la melancólica belleza del lugar y que también ha servido para que el Ayuntamiento organice una ruta literaria que la bibliotecaria Manuela Busto muestra con un optimismo que contrasta con las sombrías metáforas del sevillano.

Aunque el personaje de «Santiniebla», nombre con el que Cernuda disfraza Castropol en la ficción, afirma en el mismo arranque del relato que no sabe «qué endiablada ocurrencia le llevó allá aquel verano», los motivos del viaje real del poeta a Asturias están claros. Aquel año de 1935 se había celebrado en Madrid el Segundo Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía, en el que María Moliner había presentado una ponencia sobre la Biblioteca Popular Circulante de Castropol (BPC). Se trataba de un organismo impregnado del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza que pretendía ser un centro de cultura viva para el pueblo, fundado por el círculo local de liberales, con Vicente Loriente a la cabeza.

Para el núcleo madrileño vinculado a las Misiones Pedagógicas, la BPC era todo un ejemplo, y la represión que empezaba a sufrir ese año, como recoge Antonio Rivero Taravillo en su biografía sobre Cernuda, provocó una fuerte reacción. El misionero e historiador local Luis Legaspi Cortina también ha plasmado en su volumen sobre la BPC algunas de las reacciones de Luis Vicéns, Lorca, Salinas y Baroja en defensa de la Biblioteca Popular de Castropol después de que el Ayuntamiento expulsara al organismo del local que ocupaban para dárselo al partido de derechas Acción Popular.

La BPC era, pues, conocida y respetada en Madrid y el Patronato de Misiones ayudaba al organismo prestándole toda la ayuda que podía, que en aquel verano de 1935, como detalla Xabier F. Coronado en su libro sobre la BPC, consistió «en la donación de un epidiascopio (proyector de cuerpos opacos), un amplificador y un micrófono y nuevos acumuladores de corriente que permitieron hacer sesiones de cine y audiciones en lugares en los que no existía fluido eléctrico». Junto al material, las Misiones también apoyaron la Biblioteca con actividades, y a Castropol mandaron el «Guiñol del Patronato», del que se encargaría el pintor Miguel Prieto, y al poeta Luis Cernuda, responsable de las charlas y lecturas que acompañaban el programa, donde también había proyecciones y audiciones.

Rivero Taravillo precisa que aquel verano Cernuda tenía previsto salir de Madrid entre el 10 y el 12 de julio y no volver hasta finales de agosto. Con certeza, el 20 está de excursión en León, y del 28 de julio al 2 de agosto, en Villablino, donde, dos días antes de su primera charla en Asturias, en «Quinta Paleiras» (Vegadeo), se hace fotografiar a orillas del Sil, sentado en unas piedras, leyendo un libro, acaso uno de los «viejos tomos desemparejados de las obras de Shakespeare que contenían "The tempest" y "A midnight summer's dream"» que el protagonista de «Santiniebla» lleva consigo en su viaje.