Hasta en tres ocasiones estuvieron en Llanes los sicarios que finalmente acabarían con la vida del concejal de Llanes Javier Ardines, atacado a pocos metros de su casa el 16 de agosto del año pasado. En el sumario del caso que ya figura en poder del juzgado de instrucción de Llanes, se recogen pruebas aportadas por los investigadores que sitúan en Asturias al inductor del asesinato -el marido celoso Pedro Luis N. A.-, junto con uno de los sicarios y el enlace entre ambos a finales de julio. El marido de la mujer con la que supuestamente mantenía una relación Javier Ardines -la prima de su propia esposa- guió a uno de los sicarios y al enlace que los contrató hasta la casa del concejal. Les enseñó el terreno en el que debía actuar y les dio consejos sobre cómo hacerlo, según las pesquisas.

La organización del crimen empezó meses antes de su ejecución. Pero el sentimiento extremo de celos que lo inspiró todo llegó mucho antes. En el puente de diciembre de 2017, durante una cena que compartieron en una sidrería de la zona de Nueva de Llanes, Pedro Luis N. A. quiso comprobar algo que llevaba tiempo sospechando: su mujer parecía haber mantenido una relación con Ardines. En el restaurante estaban los tres comiendo, como en otras ocasiones. Para corroborar sus sospechas, Pedro Luis N. A. dejó en la mesa su móvil grabando el sonido ambiente y se fue al baño. Aprovechando su ausencia, Javier Ardines y la mujer del inductor del crimen hablaron de su relación. Fue entonces cuando el electricista -propietario de una empresa que llegó a tener más de 50 empleados pero que luego entró en concurso de acreedores- confirmó lo que estaba sucediendo.

Pedro Luis N. A., presa de los celos, llegó a enviar la grabación a la mujer y a la hija de Ardines. Quería que todos supieran lo que él sospechaba. Fue precisamente esta indiscreción del reo -cometida en el mes de diciembre, poco después de enterarse de lo que sucedía-, la que lo delató. Apenas tres horas después de que se descubriese la muerte de Ardines, atacado por los dos argelinos que le tendieron una emboscada con tres vallas de obra, la hija del concejal entregó la grabación a la Guardia Civil y puso en alerta a los agentes: intuía quién había podido cometer el asesinato. Esa prueba fue crucial para que los investigadores empezasen a tirar de un hilo que finalmente pudieron desenrollar del todo el pasado martes con el arresto de los cuatro implicados en este caso: el inductor del crimen Pedro Luis N. A., vecino de Amorebieta casado y con dos hijos jóvenes; el enlace con los matones, Jesús M. B.; y los dos sicarios: Djelali B., que fue arrestado en una vivienda social en Bilbao, y Maamar K., que se encuentra preso en Suiza cumpliendo pena provisional de tres meses por asaltar una pizzería y ocultar un arma en un contenedor.

Pedro Luis N. A. rumió por tanto su venganza durante diez meses. Sus conocidos aseguran que su relación en ese tiempo tuvo "altos y bajos". Los agentes encargados de la investigación del caso llegaron incluso a rastrear sus redes sociales. En su página de Facebook se refleja la crisis por la que pasaba su matrimonio. Pedro Luis N. A. incluso llegó a declararse "divorciado" en un momento crítico. Preso de unos celos patológicos, cayó en una especie de depresión.

Fue su amigo Jesús M. B. -un peón que hacía trabajos de forma habitual en la empresa de Pedro Luis N. A. y al que también se vincula con el mundo del tráfico de estupefacientes-, el que, según los datos que figuran en la investigación, le propuso el asesinato como solución a mediados del año pasado. Era junio y veía a su amigo "muy gacho". Casi deprimido. Tras ser seducido por la idea, Pedro Luis N. A. le planteó a su amigo que cumpliera él con el encargo, pero no quiso hacerlo. Le dijo que conocía a un argelino que podía acabar con Ardines sin problema. Este extranjero es el que mete en el caso al segundo criminal, ahora preso en Suiza. Faltaban dos meses para el crimen y empezaba la preparación.

Una vez que aceptó la idea y el precio -un total de 35.000 euros: 12.250 para cada argelino y 10.000 para el intermediario- Pedro Luis N. A. trajo a finales de julio a uno de los argelinos y a su amigo a Llanes. Vinieron en su coche y el vasco les enseñó dónde tenían que actuar. Después cada uno volvió a su vida normal. A principios de agosto los dos argelinos vuelven a la zona. Ponen una valla y esperan a Ardines, pero el concejal de IU esquiva el obstáculo y ni siquiera se baja del coche. Los sicarios regresan al País Vasco sin haber cumplido el encargo pero con una nueva fecha en su cabeza.

El 16 de agosto consiguen su objetivo. Atacan a Ardines con el palo de un pico y un bate de béisbol. Uno de los argelinos -Djelali B.- lo confesó el jueves ante la Guardia Civil. Al menos en parte. Aseguró que le habían encargado "darle un susto" al concejal. "Yo lo dejé vivo. Cuando me fui estaba vivo", repitió en varias ocasiones. Lo cierto es que la Guardia Civil tenía atada su participación en los hechos: las pruebas señalan la presencia de los argelinos en el lugar del crimen y sitúan su coche en la zona en la que murió el concejal. Además, los investigadores localizaron en el domicilio de este magrebí dos botes del gas pimienta utilizado para aturdir a Ardines. Un producto que también fue localizada en el cadáver del edil y en el coche del sicario. La investigación fue tan laboriosa que los agentes llegaron incluso a entrenar a un perro sólo para que detectara esa sustancia.

Los dos argelinos fueron conscientes de que habían matado a un edil y de la repercusión del crimen al día siguiente, al ver la noticia en los medios de comunicación, por lo que decidieron cobrar su parte e irse a Argelia durante más de dos meses tal y como adelantó ayer LA NUEVA ESPAÑA. Fuentes de la investigación aseguran que Pedro Luis N. A. no tuvo demasiados problemas para conseguir el dinero a pesar de que su empresa estaba quebrada. En su casa los agentes encontraron en el registro más de 10.000 euros en efectivo. Vivía en un adosado en una de las mejores zonas de Amorebieta y veraneaba en el chalé que el propio Ardines le había sugerido que comprara en Llanes. Además conducía coches de alta gama y se daba "constantes lujos". Vivía tan tranquilo que ni tan siquiera sospechó de que los investigadores se le iban a echar encima cuando días antes de su arresto le detuvieron por ser el responsable de la instalación eléctrica de una gran plantación de marihuana en Burgos.

Los dos argelinos volvieron a España cuando se sintieron a salvo. Pocos días después -el 19 de octubre- uno de ellos volvió a viajar. En esta ocasión a Suiza. Una nueva información les puso en alerta. La Guardia Civil asegura que la investigación se complicó en este punto. Los implicados trataron de no hablar entre ellos. Aún hay cosas que los agentes no han podido terminar de probar. La Guardia Civil sospecha, por ejemplo, que Pedro Luis N. A. estuvo en Llanes el día del crimen. Su coartada es válida sólo en parte. Su móvil permaneció apagado y sin datos desde las cinco de la madrugada hasta las nueve de la mañana del día del crimen. Luego volvió a dar señal en Amorebieta, donde, según él, se encontraba pasando unos días mientras su mujer descansaba en Llanes. En agosto, sólo hizo una visita "fugaz": llegó el día 13 y se fue el 14, según figura en el sumario del caso.

En cuanto se enteró de lo que había sucedido, la mujer del inductor le escribió un Whatsapp. Eran las 9.25 de la mañana. "Han matado a Javier a golpes. Pedro, ¿qué has hecho?", le pregunta. "Te juro que yo no fui", le contesta. A partir de ahí siguen su vida. Pero la relación con la familia de Ardines ya no vuelve a ser la misma, a pesar de que la propia mujer de Pedro Luis N. A. fue de las primeras en acudir al lugar del crimen a dar el pésame a la viuda de Ardines.