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La red de rastreadores en Asturias, al borde de la saturación

Simplificar el proceso o aumentar la plantilla de 190 efectivos, opciones del sistema de control del virus ante el fuerte aumento de la incidencia

Uno de los rastreadores del cuartel de Cabo Noval. Miki López

El aumento del número de infectados por coronavirus, y el consiguiente incremento del volumen de contactos estrechos que han de ser seguidos, está poniendo a prueba el sistema de rastreo que desde el pasado mayo tiene en marcha la Consejería de Salud del Principado. Las cifras son elocuentes. En las últimas semanas, la propagación del virus se ha acelerado, y de alrededor de un centenar de casos nuevos al día se ha pasado al entorno de los dos centenares. Si se tiene en cuenta que cada positivo reporta a los rastreadores una media de cinco o seis contactos estrechos a los que hay que aislar y vigilar, se deduce que cada día los encargados del rastreo tienen que comunicarse con entre 1.000 y 1.200 contactos estrechos nuevos, que se suman al seguimiento de detectados en los días anteriores que aún no han concluido sus cuarentenas.

"Por el momento, el sistema aguanta, pero en los próximos días va a haber que reforzar la plantilla o que modificar el procedimiento, porque, de lo contrario, va a ser imposible sostenerlo con la operatividad necesaria", indicaron a este periódico varios conocedores de los mecanismos de control de la pandemia de covid-19 en Asturias. La red de rastreadores se compone actualmente de unas 190 personas, entre ellas unos 60 militares del cuartel de Cabo Noval (La Belga, Siero), que a mediados del mes pasado se incorporaron al operativo.

La llamada del Ejército: Así trabajan los rastreadores de Cabo Noval

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"Milagrosamente, con más de 200 casos al día sí se está logrando hacer todas las llamadas de rastreo necesarias y sin mayores retrasos, pero si sigue subiendo no sabemos cuál podría ser el límite", señalaron las mismas fuentes. A los nuevos contactos estrechos se les llama, primero, para avisarles de que tienen que hacer cuarentena y, en caso de ser convivientes, someterse a la prueba diagnóstica PCR. Después se les llama hacia el séptimo día, como seguimiento y para pedirles la PCR del día diez de cuarentena, con la que se ratifica que ya pueden recobrar la libertad de movimientos. La tercera y última llamada, si da negativo, es para darles el resultado del test.

O sea, que estos 200 casos diarios generan entre 3.000 y 3.600 llamadas de seguimientos a contactos. Una opción que se baraja consiste en suprimir la llamada del séptimo día y pedir la PCR directamente desde el día uno para el día diez. "Hay que intentar simplificar el proceso en la medida de lo posible; si la cosa va a más, no se puede llegar a todo", indicaron los expertos.

Un factor común a los infectados y a sus contactos es la ansiedad que les genera la noticia de su nueva condición: "Se nota que la gente, y es normal, es más impaciente. Entonces, en un día de 200 casos, los sanitarios empiezan a llamar a cada positivo para averiguar sus contactos, y los últimos en la lista no van a recibir la llamada hasta media tarde. Eso provoca nervios, y hace que sus contactos llamen por su cuenta al centro de salud o al 112. Lo hacen por responsabilidad, porque quieren dejar constancia de ello, pero eso produce ruidos internos en el sistema, llamadas que provocan un trabajo extra".

En la coyuntura actual, emerge con facilidad una pregunta: si la ola del coronavirus sigue creciendo, ¿el rastreo actual sería inviable? La respuesta es abierta: depende de cómo se organice. Así, en abstracto, los expertos consideran que el rastreo de contactos es una herramienta apta para la fase de contención del virus, no para una situación de contagio comunitario. En unas semanas se verá si el sistema es adaptable a situaciones más adversas.

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