Consecuencias del nuevo repunte de la pandemia

Los pacientes, desesperados ante la “tormenta perfecta” que satura los centros de salud

El brote juvenil de covid y la “falta de recursos” obstaculizan la atención primaria | Los usuarios denuncian un sinfín de llamadas sin respuesta

Protesta por la atención en el centro de salud de Perchera, en Gijón. | |  M. LEÓN

Protesta por la atención en el centro de salud de Perchera, en Gijón. | | M. LEÓN / Patricia ORDIZ / M. PALICIOMariola RieraLuján PalaciosFranco Torre

Patricia ORDIZ / M. PALICIO

“Tratamos de recuperar el trabajo previo a la pandemia, pero el covid no nos está dando tregua”. La “tormenta perfecta” que satura los centros de salud asturianos es un cóctel endiablado que incluye los efectos del repunte juvenil de la pandemia, la carga de trabajo que el coronavirus dejó pendiente y la dificultad de compatibilizar la atención presencial con la telefónica. Sumados el agotamiento, las vacaciones del personal, y la falta de recursos que persistentemente denuncian los profesionales de atención primaria, todo desemboca en la situación que estos días están sufriendo y denunciando los usuarios, con decenas y decenas de llamadas sin respuesta, y una sobrecarga de actividad creciente en los centros de salud.

“Estamos un poco desalentados”, asume José Miguel Álvarez Cabo, presidente en Asturias de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). “No nos quejamos por quejarnos; esto es como una goma que estiras y estiras hasta que llega un momento que se rompe”, le acompaña Antonio Fernández, máximo responsable en la región de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria.

Médicos y pacientes comparten el desaliento ante la sensación de unos de estar desatendidos y la frustración de los otros a la vista de que no dan abasto para atenderles. El problema “se veía venir”, asegura Álvarez Cabo, que expone su opción por “potenciar la atención presencial”, reduciendo al máximo el teléfono y controlando todo lo posible la expansión del virus en los centros de salud. Eso ayudaría, tal vez, a organizar mejor “unos recursos que cada vez son menos” y que, con la carga de trabajo en ascenso, “nos han metido en un bucle del que no vemos salida”.

Álvarez Cabo habla de reducir la carga burocrática; Antonio Fernández, de relajar los trámites de “secretario” que a veces sobrecargan al médico de Primaria. La relajación de las labores puramente administrativas que se suman a todo lo que ahora abruma sus agendas también podría contribuir a reducir, afirman los médicos, el impacto que supone la acumulación de tareas: la recuperación progresiva de los tratamientos de control descuidados en los pacientes crónicos, el súbito incremento de solicitud de pruebas y estudios de contactos estrechos que viene con los jóvenes con sospecha de covid, el teléfono... Hace ahora un año que Salvador Tranche, presidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, alertaba en la Junta General del Principado de que Asturias, segunda región en médicos hospitalarios por población, es la decimotercera en tasa de médicos de familia por 10.000 habitantes.

Conseguir hablar con los centros de salud es “todo un triunfo”, se queja desde el lado de los pacientes Javier Civieta, coordinador del Consejo de Salud de la Federación de Asociaciones Vecinales de Gijón (FAV). Hay personas que han llamado más de un centenar de veces sin obtener respuesta. Con suerte, hay quien consigue contactar con algún administrativo, pero “a los usuarios les cuesta contar sus problemas de salud al personal de administración”, indica Civieta.

El colectivo critica que Salud Pública pretenda mantener cerrados siete de los once centros que ofrecen servicios de atención continuada de lunes a viernes en Gijón, de tres a ocho de la tarde, sumando a cambio un profesional sanitario más a los que continuarán abiertos, algo que para Civieta es “insuficiente”. El cierre va a provocar una subida de pacientes en los que queden abiertos, por lo que no va a resultar rentable ni para los trabajadores ni para los enfermos, argumenta.

Susana Pérez-Alonso, presidenta de la Asociación de Usuarios por la Sanidad del Principado de Asturias se muestra muy crítica: “La gente está desesperada. Mientras el personal de urgencias está desbordado, hay administrativos que ni siquiera responden al teléfono”, así que la población “no tiene más remedio que acudir presencialmente, cuando se podrían evitar aglomeraciones facilitando el sistema telemático”. Pérez-Alonso, enferma crónica, tuvo que llamar al 112 porque desde su centro de salud no obtuvo respuesta. Defiende que la labor de los profesionales es “encomiable”, pero “no se puede permitir que la población se pase el día pegada al teléfono para conseguir una cita y que al final tenga que acudir al centro”, destacó.

El milagro de conseguir cita sanitaria, en primera persona

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Mariola Riera

Más de 120 llamadas de teléfono, en concreto, 123. La primera, a las 9.27 horas; la última, a las 17.40. Objetivo: contactar con el centro de salud de Pumarín, en Oviedo, para actualizar la receta electrónica. Misión imposible. A veces, en vez de comunicar, daba el tono de estar contactando. Pero el gozo en un pozo. Nadie descolgaba al otro lado del teléfono. El fin de las llamadas no fue por haber conseguido contactar con el consultorio, sino por aburrimiento y porque no es plan pasarse el día entero marca que te marca. Hay más cosas que hacer, por ejemplo, trabajar. Afortunadamente la gestión no es urgente; mejor dicho, no todo lo urgente que suele ser tener que ver o hablar con el médico. Pero es ineludible. Así que hoy mismo, vuelta a empezar. A ver si hay suerte. Porque contactar con el médico de cabecera en Asturias es, en algunos centros de salud, una lotería.

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Luján Palacios

No hay mejor cura que la de espanto, parafreseando a alguna abuela sabia. Ser sensible a los pinchazos y más si hay tubos de sangre de por medio es todo un inconveniente: no es la primera vez que una tiene que tumbarse y esperar a que pase el zumbido de oídos y la bajada de tensión. El récord lo tengo en una media hora de descanso forzoso antes de recuperar la verticalidad con garantías. Pero he ahí que ahora el proceso es a la inversa: la media hora larga es la que me pude pasar taladrando el teléfono hasta que conseguí cita para una extracción. Podrían haberme puesto la camilla para la larga espera, y a lo mejor en horizontal el tiempo pasa más cómodamente. Hicieron falta 25 llamadas al centro de salud para que alguien me atendiera. Eso sí, con la mayor amabilidad del mundo y facilitándome un cambio de horario. Esta vez ya voy tumbada de casa.

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Franco Torre

Hace un par de años me multaron en Bilbao, por correr más de la cuenta. No habían pasado quince días y ya tenía la factura en casa. Pensaba en eso tras llamar por cuarta vez al 984016114, el número para confirmar la cita previa para vacunarme del covid. Soy del 79 y todos mis compañeros del instituto ya se habían pinchado al menos una vez. Yo, nada. Llamada tras llamada, un robot me decía que el móvil desde el que llamaba no era el que tenía anotado el Servicio de Salud, pero no actualizaba mis datos. Me lo aclararon en el centro de salud de mi pueblo: tenían apuntado el fijo de mis padres de hace quince años. “Escríbeles un e-mail, funciona mejor”, me aconsejó la administrativa, eficiente y amable como un robot no lo será nunca. Acertó: el domingo me pusieron la primera dosis. Pero no dejo de pensar que, si la vacunación la llevara la DGT, ya estaría todo el país inmunizado.

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