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Rodrigo Moreno BotellaProfesor de Investigación del Instituto de Cerámica y Vidrio del CSIC. Interviene hoy, a las 19.30 h, en la VII Semana de la Ciencia “Margarita Salas”, con la conferencia “Las nanopartículas y sus aplicaciones en la vida cotidiana”

“En realidad, la nanotecnología no ha hecho más que empezar”

“La pandemia ha puesto de manifiesto la importancia del trabajo científico para buscar soluciones de forma coordinada”

“En realidad, la nanotecnología no ha hecho más que empezar”

Rodrigo Moreno Botella, profesor de Investigación del Instituto de Cerámica y Vidrio del CSIC, y vicepresidente de la Sociedad Española de Materiales (Sociemat), interviene hoy, a las 19.30 horas, en el Club Prensa Asturiana, para impartir la segunda conferencia de la VII Semana de la Ciencia “Margarita Salas”. El profesor Moreno, doctor en Ciencias Químicas por la Universidad Autónoma de Madrid, ha desarrollado toda su carrera en el Instituto de Cerámica y Vidrio, donde ha sido pionero en el estudio de la química de coloides aplicada al procesamiento cerámico. Lo presentará María Fernández, delegada institucional del CSIC en Asturias y directora del Ipla-CSIC.

–En su conferencia va a hablar de nanopartículas. ¿Lo que sabemos es la punta del iceberg?

–Las nanotecnologías, así como los nanomateriales y las nanopartículas, están suscitando un tremendo interés por su enorme potencial en multitud de aplicaciones. Estamos inmersos en un mundo dominado por las nanotecnologías que usamos en nuestro día a día y, en realidad, la nanotecnología no ha hecho más que empezar. En pocos años se ha logrado conocer y controlar el genoma humano, se han creado nuevos nanomateriales –como los grafenos, que han revolucionado la ciencia de materiales–, y se ha logrado el diseño de nanoestructuras, gracias a la trepidante labor de la química, que ha permitido diseñar materiales a partir del control y ensamblaje de moléculas.

–Ha escrito un libro titulado “¿Qué tienen en común la niebla y la cerveza?” ¿Puede contarnos algo acerca de esta relación?

–El título del libro, publicado en la colección “Qué sabemos de…” es “Los coloides”, y en la nota de prensa que se hizo para su presentación se ponía esta frase, que relaciona sustancias muy diversas cuyo nexo de unión es la presencia de una fase dispersa de muy pequeño tamaño en un medio continuo, que define el estado coloidal.

–¿Qué son los coloides?

–Los coloides son mezclas de dos o más sustancias, en las que hay una fase dispersa en una fase continua, de manera que aquella tiene dimensiones comprendidas entre 1 micrómetro y 1 nanómetro, es decir, entre una millonésima y una milmillonésima parte de un metro. Además, tanto la fase dispersa como la continua pueden estar en fase gaseosa, líquida o sólida, por lo que hay muchas posibles combinaciones que forman coloides. Así, si tenemos gas en un líquido o en un sólido, como puede ser la espuma de la cerveza, o el aire ocluido en una esponja, tenemos coloides. Igualmente, podemos tener partículas pequeñas de un líquido disperso en un gas (como la niebla, o un spray) o en otro líquido (caso de las emulsiones, como la mayonesa o la leche) o en un sólido (los geles), e incluso podemos tener un sólido disperso en un gas (el polvo atmosférico o el humo) o en un líquido (caso de las suspensiones, como las pinturas, jarabes, zumos, pasta de dientes, etc.). Todos estos son ejemplos de coloides.

–¿Es fácil contar la ciencia?

–No siempre es fácil y los científicos a veces no nos percatamos de la dificultad de nuestro lenguaje. Pero se está haciendo una gran labor en ese sentido y cada vez estamos más concienciados de la necesidad de transmitir la ciencia al público. Yo hago todo lo posible para dar charlas amenas en las que se capte fácilmente el mensaje básico. Los detalles deben dejarse para el que quiera profundizar. Cuando he ido a hablar de ciencia en colegios e institutos me ha sorprendido la complicidad de los jóvenes y sus ganas de saber cosas nuevas.

–¿La pandemia ha servido para interesarnos más por las cuestiones científicas?

–Sí, porque durante la pandemia se ha puesto de manifiesto la gran importancia del trabajo científico para buscar soluciones de forma coordinada y eficaz. En este periodo la sociedad ha esperado con paciencia y confianza que los investigadores pudieran encontrar respuestas, dado que no conocíamos cómo responder ante el virus, cómo reducir su transmisión ni cómo llegar a combatirlo. La comunidad científica ha hecho un esfuerzo tremendo para obtener soluciones en un plazo increíblemente rápido. Por una parte, se logró reducir la transmisión, precisamente aplicando la ciencia de coloides; es decir, evitando los riesgos de contacto gracias al lavado frecuente con jabones y reduciendo la transmisión mediante el empleo de las mascarillas. Por otra, se ha logrado desarrollar una vacuna eficaz para combatir al virus.

–¿Se puede hacer carrera científica sin irse fuera?

–En otros tiempos sí, pero actualmente es prácticamente imposible. No ha habido una política de protección a la ciencia. Asumimos el coste elevadísimo de formación de doctores de gran nivel y muy competitivos, que son absorbidos por otros países; es un negocio ruinoso. Muchos de estos investigadores no encuentran ocasión de volver o lo hacen para enterrarse en una actividad burocrática o de gestión, ya que no hay apenas convocatorias de contratación de doctores y las que hay están muy por debajo de las necesidades. Ha habido una época en la que no se han cubierto siquiera las vacantes por jubilación. Aunque en estos últimos años se han creado algunas, siguen siendo insuficientes. Esto hace que los investigadores que acceden a una posición estable estén ya en la cuarentena de edad, tras haber pasado por multitud de situaciones.

–¿Qué le llevó a investigar?

–Cuando empecé Químicas tenía bien claro que el objetivo era el doctorado y que el camino era el de la investigación. El problema fue a la hora de decidir qué carrera estudiar, ya que era un apasionado de las letras. Pensaba que la mejor manera de adentrarse en la literatura era ser un buen lector, mientras que para la ciencia hacía falta una formación específica.

–¿Cómo imagina el mundo en 30 años?

–Los avances científicos se alcanzan cada vez a mayor velocidad y hace 30 años no habríamos podido concebir un mundo como el actual, en donde las comunicaciones han sido el gran motor de cambio. Lo más urgente es abordar los problemas relacionados con la sostenibilidad de los recursos y la generación y almacenamiento de energía, reduciendo drásticamente la contaminación y preservando los ecosistemas. De no seguir las directrices marcadas por los científicos, el mundo en 30 años dejará de ser sostenible y tendremos problemas irresolubles. Este es un deber moral inexcusable de la sociedad y de los poderes políticos, que suelen olvidar que están para representar a los ciudadanos y sus intereses.

–¿Le hace ilusión participar en la Semana de la Ciencia que lleva el nombre de Margarita Salas?

–Estoy absolutamente encantado y lo agradezco. Celebro que el ciclo lleve el nombre de Margarita Salas, que tan poderosa huella ha dejado en el panorama científico y tanta influencia ha ejercido en la igualdad de género. Me parece una iniciativa fantástica.

La crisis del clima y su incidencia en la salud, mañana


La Semana de la Ciencia de LA NUEVA ESPAÑA acoge mañana, a las 19.30 horas, una charla con Cristina Linares Gil y Julio Díaz Jiménez, que hablarán sobre la repercusión del cambio climático en la salud. Ambos investigadores, codirectores de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano en la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos II, se cuentan entre los principales especialistas europeos en su campo.

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