El turismo no es una mina en Cangas del Narcea

Los vecinos del concejo que más población ha perdido en la última década no ven alternativa clara de riqueza y empleo al desaparecido sector industrial del que vivían miles de familias

Lidia Viña, dueña de Casa Naxio, en Corias, atiende al repartidor Ángel Fernández en presencia de su hermano Luis (izquierda). | Fernando Rodríguez

Lidia Viña, dueña de Casa Naxio, en Corias, atiende al repartidor Ángel Fernández en presencia de su hermano Luis (izquierda). | Fernando Rodríguez / Mariola RieraMariola Riera

Mariola Riera

Mariola Riera

En 1944 abrieron Luis Viña y Benigna Fernández su bar tienda en Corias, Casa Naxio, pegado al monasterio. "De aquella eran seis negocios como este los que había en el pueblo y ahora solo queda el mío", cuenta su hija Lidia detrás del mostrador a LA NUEVA ESPAÑA en esta fría mañana de diciembre mientras sirve los primeros cafés del día a los clientes. Muchos son vecinos de toda la vida, además de los repartidores, y otros, cada vez más, son los visitantes que duermen en el cercano Parador.

Porque el citado monasterio, donde los frailes dominicos (quedan dos) tuvieron antaño una escuela, es ahora una alojamiento de la red nacional. Abrió en Cangas del Narcea en 2013 y hoy por hoy se le considera algo así como el motor, el buque insignia de un sector turístico incipiente que despega, aunque lento y algo desordenado, de forma sólida. Pero el turismo no es visto como una mina de empleo y riqueza para este concejo del Suroccidente, que lidera el ranking en España de los municipios de más de 10.000 habitantes –son unos 12.000 los vecinos asentados en Cangas– que más población han perdido en la última década. En el concejo comienza este periódico una serie de reportajes que incluirá a otros asturianos que figuran a la cabeza de la caída de residentes entre 2011 y 2021, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

"Aquí cerraron las minas y se acabó todo", resumen en Casa Naxio cuando se pregunta por el motivo de tal sangría en el censo municipal. Fue en 2018 cuando se consumó el cierre en una comarca donde los mayores y los no tanto echan mucho de menos los años en los que la minería generaba miles de empleos directos y muchísimos más indirectos al tirar del resto de negocios. "Habría unas 3.000 familias que vivían de ella, ahora un puñado de trabajadores y de forma testimonial", resume Gerardo Martínez, minero durante 26 años y que ahora, jubilado, echa una mano si hace falta para acercar los cafés a la mesa a su parienta Lidia en el bar tienda. La dueña, que ha superado de largo la edad de retirarse, no ve claro su relevo. "Tengo dos nietas, una no quiere y otra está algo delicada de salud", explica la mujer, con tres hijos, una que es profesora en Salamanca y dos que han hecho su vida en Cangas, pero ajena al negocio familiar.

Gerardo Martínez tiene claro lo que ha pasado en Cangas del Narcea y todo el Suroccidente para ser una de las zonas con más sangría poblacional de España: "Sin minas, no hay trabajo. Y sin trabajo, la gente joven se marcha y no vuelve". Él lo sufre en casa. Su hija es ingeniera y está instalada en Oviedo, "donde se van todos como muy cerca. Aquí nada. Le hubiera gustado trabajar en su pueblo, pero... El Parador ayuda, pero no lo es todo. ¿Cuántas familias viven de él? Muy pocas".

Tampoco las dos hijas de Jesús Morán se han quedado. Tras acabar el Bachiller una se fue a Oviedo y otra, a Gijón a estudiar Trabajo Social y Turismo. "Lo tienen complicado, las comunicaciones son lo peor. No ven claro lo de trabajar aquí. Aparte, si toda su generación se va fuera, ¿qué les anima a volver y quedarse?". Ambas han hecho el viaje inverso de sus padres, quienes se asentaron en Cangas del Narcea procedentes de Benavente, Zamora, hace más de 30 años. La mujer de Jesús Morán sacó una plaza de Educación en el concejo asturiano, él la acompañó y se puso a trabajar en un taller, negocio con el que se hizo y en el que también vende coches.

No es muy optimista el empresario, como tampoco lo es Enrique López, jubilado de la minería y también con hija emigrada a la capital de Asturias, donde estudia protésico dental. Quizás abrir una clínica en su concejo cuando obtenga el título es una opción. "Claro que me gustaría, pero es que las alternativas son las que son, pocas. Aquí se vivió un boom y ahora una caída importante", resume López.

Con 59 años, Ángel Fernández siempre ha trabajado en Cangas del Narcea. No tuvo necesidad de irse. Es repartidor de golosinas y pastelería por los concejos de la comarca suroccidental. "Si la administración facilitase más las cosas habría más gente como yo", opina. "Aquí es difícil emprender porque hay mucha burocracia para poder sacar adelante algo. Vivimos en el medio rural y los problemas no los arreglan: ahí está lo del lobo. Luego, pensamos en el turismo. Pero ahí está la Reserva de Muniellos. ¿Para qué la queremos? Si apenas dejan visitarla, está muy restringido. Y no hablo de abrir sin control, sino de ser más permisivo en un pequeño recinto que atraiga más visitas. Todo problemas, baches para los que aquí estamos", se queja Fernández.

Desde la mesa le escuchan atentos Sonia Martín y Miguel Ángel Grande. La pareja es de Oviedo, ha acudido al Suroccidente a pasar el puente festivo, se alojan en el Parador y han decidido desayunar en Casa Naxio. Más allá de la indudable belleza del territorio, hablan también de su sorpresa por el numeroso y variado comercio que hay en Cangas villa, al tiempo que les choca que en Corias, donde el Parador mueve visitantes, no haya más bares y tiendas que la de Lidia Viña. "Pues yo tiraré hasta que pueda, pero los años ya me van cansando", avisa la hostelera.

Tiene en su cabeza una completa y sencilla radiografía de la evolución poblacional, social y económica de Cangas del Narcea gracias a su puesto detrás de la barra. "Esta es la casa de todo el pueblo, aquí tomas un café, llamas para informarte, compras algo que te falta, los repartidores dejan los paquetes de los que no están en su vivienda. A la gente me debo y estoy muy agradecida. Y al Parador también, la mejor época del negocio fue cuando hicieron las obras. Esto estaba lleno, fue un no parar", recuerda Viña. Su establecimiento es algo así como el hermano pequeño del gran hotel, "que sirvió también para que el monasterio no se haya venido abajo. De no haber el Parador, eso estaría en ruinas".

Además, en los meses fuertes del turismo en Casa Naxio el teléfono no deja de sonar. "Pero bueno, ya digo, que éramos seis y ahora solo esto. La minería era la minería...", concluye Lidia Viña y asienten todos.

"Hay que dejar de flagelarnos, desde 2019 hemos frenado la pérdida de población"

El turismo no es una mina en Cangas del Narcea

José Víctor Fernández. | F. R. / Mariola RieraMariola Riera

José Víctor Fernández asume y lamenta, cómo no, que el concejo del que es alcalde encabece la lista de los de más de 10.000 habitantes que más pérdida de población sufrieron entre 2011 y 2021 en España. Pero no puede dejar de abrir una puerta a la esperanza. Coge una gráfica para mostrar que desde 2019 hay algún brote verde. "No ganamos vecinos, no, pero sí hemos dejado de perderlos. Se frenó esa sangría, podríamos decir. Ahí se ve la línea un poco al alza", señala rotundo. Fueron 700 puestos de trabajo los destruidos entre 2018 y 2019, explica el alcalde, con el cierre de las minas. "Y eso no va a volver. Debemos dejar de flagelarnos", avisa. Él tiene un plan definido. Más allá del sector servicios –el que más empleo absorbió del perdido con las minas, "aunque no compensa ni mucho menos"– y del turismo –que ya genera, asegura, trabajos estructurales todo el año y no estacionales–, habla el Alcalde de generar suelo industrial que permita instalarse en Cangas del Narcea. Concretamente, a empresas del sector agroalimentario, en especial, de frutas y verduras y de carne, dos productos con gran fama en la zona. "Debemos diversificar y sacar rentabilidad a ese sector primario tan importante que tenemos", señala.

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