Así funciona el "Gran Hermano" que vigila el Huerna: se detecta hasta la caída de un papel a la calzada

La autopista suma 262 sensores y cámaras: "Esto tiene que funcionar como la Fórmula 1"

Ramón Díaz

Ramón Díaz

Cuando se circula por la autopista del Huerna pocos imaginarán lo que hay detrás. El centro neurálgico de la AP-66, integrado por varios edificios, está ubicado en La Ablaneda, en plena montaña cantábrica, a casi 1.200 metros de altitud, justo al lado de la entrada asturiana de los túneles del Negrón. Veintisiete pantallas, doce ordenadores y dos clientes informáticos ayudan a vigilar todo lo que ocurre en los 76 kilómetros que separan Campomanes, en Lena, de la Virgen del Camino, en León. Allí se ve lo que recogen las 262 cámaras y sensores (107 de detección automática de incidentes y 155 de control de tráfico) colocados a lo largo del recorrido. No pierden detalle, son capaces de captar hasta la presencia en la calzada de un papel o una piel de plátano arrojados desde un vehículo.

Todo está automatizado para responder al instante ante cualquier eventualidad. "Esto tiene que funcionar como la Fórmula 1", al segundo y al milímetro, señala Ángel Espina, director de Mantenimiento y Vialidad de Aucalsa, concesionaria de la AP-66. La organización podría calificarse de "militar": cada operario conoce perfectamente su misión en cada momento. "Todo está planificado para optimizar el tiempo y los esfuerzos. Hay procedimientos y protocolos para todo, incluso para cuestiones como el repostaje de la maquinaria, cómo se entra con los camiones a los almacenes, cómo se cargan, los cambios de turno o las comidas", informa Espina.

La trastienda de la autopista incluye tres áreas con instalaciones. En La Ablaneda, además del edificio de oficinas, hay una enorme nave-taller. "Es un lujo", explica Víctor Llamazares, director de Explotación de Aucalsa. Aunque las reparaciones importantes y el mantenimiento de la maquinaria se realizan en talleres oficiales, en los de La Ablaneda y La Magdalena (León) se efectúan los pequeños arreglos. Hay también un depósito de combustible para repostar. "El objetivo no es ahorrar dinero, sino tiempo, que los camiones estén el menor tiempo posible fuera de la carretera", subraya Eduardo Arrojo, director general de Aucalsa.

El almacén junto al Negrón acumula 5.000 toneladas de cloruro sódico (sal), procedentes de una gigantesca mina subterránea de Zaragoza (la de Remolinos). Se va reponiendo según se gasta. "Somos los mejores clientes de España en consumo de sal", destaca Arrojo, quien apunta que el coste del cloruro sódico se ha disparado en el último año y medio, pero no por el material en sí, sino por el transporte: "De cincuenta y pico euros a setenta". ¿Cuánta sal se "come" el Huerna al año? Depende. "En los inviernos buenos, cuando nieva poco, entre 4.000 y 6.000 toneladas; en los malos, hasta 15.000 toneladas", aclara Llamazares.

En La Ablaneda hay asimismo una planta de fabricación de salmuera con capacidad para acopiar hasta 150.000 litros y un almacén de stocks. El área de La Magdalena Aucalsa, además del taller mecánico, dispone de un depósito de 1.000 toneladas de sal y 300 de cloruro cálcico, una planta para salmuera con 5.000 litros de capacidad de fabricación y un segundo almacén de stocks. Finalmente, en el área de Oblanca, en la zona leonesa de la autopista, se ubican un depósito de 2.000 toneladas de sal y 400 de cloruro cálcico. La salmuera se utiliza en momentos puntuales para tratamientos preventivos. Pero cuando la nieve y la calzada están muy frías o cuando la intensidad de la precipitación es muy elevada ni siquiera la sal funciona, no funde lo suficiente y hay que recurrir al cloruro cálcico, que es higroscópico y que se mezcla con la sal en el porcentaje que la situación requiera. "Es oro", comenta Arrojo, en referencia a su elevado precio, "460 euros la tonelada". Hay cientos de sacos, de 1.000 kilos cada uno, en las instalaciones de la concesionaria. "Es el único sitio de España que lo utiliza en estas cantidades", destaca Espina.

El Huerna, un engranaje de Fórmula 1

Un vehículo circulando por el Huerna, con la autopista rodeada de nieve. | Irma Collín / Ramón Díaz

"La carga de los fundentes se realiza con pala. Es más rápido que en silos. Buscamos optimizar los tiempos, porque si quitas un camión la carretera se resiente", señala el responsable de Vialidad. La autopista cuenta con 22 camiones quitanieves, 8 más de los que exige el Ministerio de Transportes. Se llegaron a utilizar 19 a la vez durante la última nevada. Se retiran a los 10 años. Este 2023 se estrenaron cuatro. Cada uno, montado específicamente como quitanieves, cuesta unos 180.000 euros. Hay dos personas encargadas del mantenimiento de los camiones. "Los mimamos, pero aún así los afecta mucho el agua y la nieve y acaban llenos de óxido", dice Espina.

No se escatima dinero a la hora de adquirir maquinaria: "Elegimos camiones de seis por seis (tracción a las seis ruedas) o seis por cuatro, con 480 caballos de potencia, con la tolva más grande del mercado (12 metros cúbicos) y buenas cuchillas, de tres tipos diferentes porque cada tipo de nieve exige una distinta. Los camiones son lo mejor que hay en España", explica Espina. Además, el parque del Huerna cuenta con dos máquinas dinámicas fresadoras de nieve, tres vehículos todoterreno equipados, cuatro palas cargadoras y tres carretillas portapallets.

En cuanto al personal, durante la época invernal se llegan a contar hasta 67 empleados en el Huerna. "Los trabajadores son fundamentales. Si hicieran mal su labor no serviría no tener mil camiones, así que el objetivo es que estén siempre motivados e involucrados", resalta Arrojo. "No cabe sino felicitar, por ejemplo, al operario que está doce horas en un camión y toda la noche dando vuelta tras vuelta, haciendo seiscientos kilómetros en un circuito de tres", añade.

La planificación es fundamental en la autopista. De ahí que se haga a largo, medio y corto plazo. A largo plazo se planifican, por ejemplo, los planes de vialidad invernal, las compras y contratos con terceros, las obras de mejora, la puesta a punto de los equipos y las revisiones y reparaciones de elementos como los saleros, los equipos de radio, las antenas de repetición, los sistemas GPS y las cinco estaciones meteorológicas existentes en el Huerna.

A medio plazo (menos de siete días) hay coordinaciones informales con la Dirección General de Tráfico (DGT), Protección Civil, Guardia Civil y Carreteras. También se planifican los preavisos al personal propio y subcontratado, y se realiza un exhaustivo seguimiento meteorológico, para lo que se trabaja con varias empresas especializadas. El objetivo es saber de antemano qué va a pasar; estar preparados.

El Huerna, un engranaje de Fórmula 1

Ángel Espina, Eduardo Arrojo y Víctor Llamazares, en La Ablaneda. | Irma Collín / Ramón Díaz

A corto plazo (menos de un día) se realiza la distribución horaria de personal y de maquinaria, y, en caso de necesidad, se procede a la coordinación del órgano conjunto, en el que participan la Guardia Civil de Asturias y León y Aucalsa. Las decisiones ante cualquier eventualidad (una nevada importante, por ejemplo) se adoptan de forma conjunta y consensuada, aunque la última palabra corresponde a las fuerzas del orden y la premisa es siempre la seguridad.

"El coste de mantenimiento es descomunal, así que sale la tarifa que sale", clama el director general de Aucalsa. "Es el Ministerio el que pone las tarifas, y a los ministerios no les gusta subir los peajes", insiste Arrojo, dejando entrever que si el peaje es caro hay razones para ello. Detalla que la longitud de los túneles (17,4 kilómetros), la altitud, la pendiente, el gasto en fundentes, el coste que supone la vialidad, la inversión realizada para construir la autopista (654 millones de euros) y la elevada inversión anual en conservación, mantenimiento y mejoras (por ejemplo, la señalización horizontal se pinta todos los años) justifica en su opinión las tarifas, que la convierten en la segunda autopista de peaje más cara por kilómetro de la red estatal, solo por detrás de Villalba-Adanero.

El máximo responsable de Aucalsa expone que la AP-66 no es el trazado de "un tren eléctrico", sino "una autopista de alta montaña", singular, sin parangón en España, con elevada pendiente longitudinal, curvas con pequeños radios, temperaturas extremas, abundante precipitación en forma de nieve y muchos y largos túneles. "Además, es de titularidad estatal. Hay un inspector de explotación, un inspector de seguridad... Habrá quien piense que hacemos lo que nos da la gana, pero la realidad es que todo está reglado y que nosotros somos simples gestores", recalca.

Invierno es sinónimo de actividad frenética en el Huerna. "Cada nevada es distinta. Hay decenas de tipos de nieve diferentes y momentos con nevadas de gran intensidad", asevera Espina. Todo ello hace que cada momento requiera actuaciones distintas. "No es lo mismo la nieve de diciembre y enero, muy fría, que la de marzo cuando los copos caen grandes pero es todo agua", acentúa.

El Huerna, un engranaje de Fórmula 1

El depósito de sal del área de instalaciones lenenses de Aucalsa. | Irma Collín / Ramón Díaz

En el Huerna no se forma hielo porque se vierte continuamente sal, pero hay momentos en los que la nieve está tan fría o cae en tal cantidad que "se agarra a la carretera y hay que arrastrarla para sacarla de la calzada. Hace unos días la nieve alcanzó casi 40 centímetros en algunas zonas de la autopista. Y hay que eliminar cada milímetro que cae porque si no el tráfico no tracciona", expresa Espina.

Pero el calor también genera problemas. "En verano es habitual ver cuatro o cinco vehículos parados simultáneamente en la autopista porque se les ha calentado el motor, por eso es necesaria tanta seguridad, especialmente en los túneles", especifica Llamazares. No es tampoco infrecuente que algún conductor se detenga, por ejemplo, para hacer fotografías. "Esta es una autopista panorámica, y hay quien cree que se puede parar sin problema para admirar el paisaje", relata Llamazares.

Incluso algún conductor ha parado en mitad de un túnel. Un día, con la Guardia Civil presente frente a los monitores de la oficina principal porque había tormenta, se disparó primero la alerta porque un vehículo circulaba muy lento, con lo que se activaron los sistemas automáticos preparados para esos casos. Unos segundos después saltó otra alarma porque el mismo coche se había detenido en el interior de un túnel, lo que disparó de nuevo las acciones programadas para esas circunstancias. Inmediatamente después saltó el aviso programado para cuando hay un peatón en la calzada. "El conductor había salido del vehículo para orinar. La Guardia Civil, claro está, actuó de inmediato. Le salió cara la meada", remata con gracia Espina.

Suscríbete para seguir leyendo