Apertura de la campaña salmonera en el Principado

Un inicio descafeinado

Algo hay que hacer si queremos que el salmón vuelva a Asturias, que tiene los tres mejores ríos salmoneros de la cornisa cantábrica

Eugenio González Saavedra pescando en Palombares. | Irma Collín

Eugenio González Saavedra pescando en Palombares. | Irma Collín / José Luis Hevia

José Luis Hevia

José Luis Hevia

Hace algunas fechas, meditaba en estas mismas páginas sobre todas las cosas que han ido mal en Asturias en los últimos tiempos, el carbón, las empresas, los bancos, el empleo, los trenes, el fútbol, pero, inexplicablemente, me olvidé de una: me olvidé de la que fue la afición de mi vida durante cuarenta años, me olvidé de la pesca de río. Pocas cosas habrán ido peor.

Asturias fue un paraíso para la pesca de salmón y ahora es solo la sombra de lo que fue, un campo de batalla entre ecologistas, biólogos, pescadores, piragüistas y Administración pública. Recuerdo que hace unos años leí un reportaje en una revista extranjera sobre la gran pescata de salmones que unos americanos habían hecho en la península de Kola, en el norte de Rusia y, pensé, ¡eso lo tuvimos nosotros aquí!: durante muchos años, no había límite de pesca por persona, sé de más de uno que pescó seis o más salmones en un día y de quién pescó en el mismo día, más de una vez, un par de salmones de nueve/diez kilos. A mí no me tocó ninguno de doce para arriba, pero todos los años salían unos cuantos.

Cuando me he enterado de que el tercer domingo de marzo se abre la temporada recordé mis años mozos, cuando un par de semanas antes del primer domingo de marzo, que era la fecha de comienzo de temporada entonces, iniciaba un enérgico entrenamiento para afrontar en plena forma las jornadas de pesca de 12 o 14 horas que me esperaban, porque soy impaciente de naturaleza y no me iba nada lo de pescar a la media hora.

Me vino la misma pregunta que me hacía hace unas fechas ¿qué ha pasado? Las causas son muy variadas: desde las que están fuera de nuestro control, como la sobrepesca en el mar o el cambio climático, hasta las que hemos producido nosotros mismos, como la sobrepesca y el furtivismo en el río, los embalses y la contaminación, sin olvidar la propia naturaleza, con sus nutrias y sus cormoranes. Y, ahora, ¿qué? ¿qué podemos hacer?

Contra la pesca en el mar luchó muchos años un señor islandés cuyo nombre no recuerdo. Tuvo indudables éxitos inicialmente, comprando cupos de pesca en las costas próximas a las zonas de alimentación de los salmones en el Norte de Europa; no sé ya como está el tema. Es curioso, un inciso, se me ocurre que nuestros jóvenes asturianos hacen ahora lo mismo que los salmones: aquí nacen y aquí los cuidamos mientras son alevines; luego se van a la mar a ganarse la vida… y, como los salmones, vuelven pocos. Bueno, seguimos, el cambio climático, en ello estamos, aunque me temo que la lucha va a exigirnos muchos sacrificios; si las sequías se prolongan, si no queda nieve en la montaña, los ríos se quedan sin agua en verano, la temperatura del agua aumenta y los salmones se mueren. Este es un nuevo problema para toda la cornisa cantábrica.

Respecto a las causas originadas por el hombre, podemos aspirar a que se solucionen en la misma medida que el resto de problemas de nuestra sociedad: sobre cada problema que surge hay intereses encontrados y es imposible que se solucionen a gusto de todos. Los ecologistas y los biólogos prohibirían absolutamente la pesca deportiva y los pescadores saldrían en manifestación; los ecologistas, los biólogos y los pescadores derribarían las presas de los embalses y entonces serían los ciudadanos los que saldrían en manifestación porque tampoco estarían dispuestos a volver a las velas o a gastar todo su dinero en gas. Sobre la contaminación, también estamos en ello, y será difícil deshacerse de plásticos, detergentes e insecticidas.

Cada vez que me encuentro con mi amigo David Álvarez, biólogo y profesor de la Facultad, nos enzarzamos en el debate sobre la decadencia del salmón. David y Jorge Chachero son los coautores del documental "El ocaso del salmón", que se emitió en la 2 de TVE el pasado 6 de marzo (la magnífica toma del desove y la fecundación por dos machos fue rodada en el río Ponga).David se manifiesta absolutamente en contra de la repoblación artificial de los ríos, del salmón concretamente, con los argumentos incuestionables del científico: los alevines no están preparados para defenderse en el río, la consanguinidad debilitará la especie, vuelven muy pocos salmones con la aleta adiposa cortada, hay que respetar la naturaleza, nutrias y cormoranes incluidos, en definitiva, la única solución para los ecologistas y los biólogos es suspender la pesca deportiva, porque el salmón es una especie en extinción.

Como pescador jubilado, tengo que contestarle que, admitiendo sus razones, pienso que lo mejor es enemigo de lo bueno. Recuerdo que en los años ochenta, cuando yo estaba dejando el río, pesqué varios salmones que ofrecieron muy poca resistencia, que achaqué a las repoblaciones con huevas de Noruega, pero pudiera ser que procedieran de salmones de fiordos; y respecto a que vuelvan pocos salmones con la adiposa cortada, Enrique Berrocal tiene una respuesta muy razonable: si los alevines de piscifactorías son más torpes, serán los primeros que se coman los cormoranes, con lo que están salvando la vida a los alevines de reproducción natural (según parece, en algunos países se echan "peces cebo" al río para que los cormoranes se sacien); por otra parte, según los datos de la estación de control del Bidasoa, en ese río el 47% de los salmones controlados procede de repoblación artificial.

Algo habrá que hacer si pretendemos que el salmón vuelva de nuevo a Asturias. Tendremos que compartir nuestra afición con el bando ecologista, porque nadie nos ha dado un derecho exclusivo sobre el río, pero la repoblación artificial es el único recurso en el que podemos confiar. Los tiempos cambian y hay que adaptarse, quizá no podamos ver tiempos tan buenos como los que pasaron, sucede en muchos otros ámbitos, si no hubiera granjas industriales la docena de huevos costaría 100 euros. La suspensión total de la pesca no sería aceptada pacíficamente, ni mucho menos, por los pescadores; sería cambiar la extinción de unos por la extinción de otros. Creo que el Principado ha entendido, al fin, que un máximo de capturas por río es mucho más eficiente que los cupos personales: lo llevo diciendo desde hace 40 años y Navarra lo ha implantado hace tiempo, con suspensiones temporales incluso cuando se pesca una cifra determinada de salmones multinviernos.

Con todos sus inconvenientes, soy un defensor de la repoblación artificial porque he visto su eficacia con mis propios ojos. En los años cuarenta del pasado siglo yo pescaba truchas en el Narcea, en el Canero, en el Navia y en el Pigüeña y a nadie oía hablar de salmones: no era una especie en extinción, sino extinta.

Entonces, un grupo de entusiastas pescadores creó la Asociación Asturiana de Pesca (de la que soy el socio más viejo) y sus fundadores se volcaron en la recuperación de los ríos: concienciaron a los pescadores furtivos para que volvieran a la legalidad y colaboraron estrechamente con el Servicio Nacional de Pesca, acuciándole para que tomara las medidas necesarias, entre ellas la puesta en marcha de la piscifactoría de Infiesto, de la que salieron cientos de miles de alevines para el Sella, el Cares, el Narcea y, posteriormente, el Canero.

En la primavera de 1952 mi compañero de clase, Numa Pidal, me dijo que iba a pescar salmón con su padre al Sella. ¿Salmón en el Sella?, le pregunté asombrado. El lunes a primera hora esperaba ansioso a Numa para preguntarle cómo había ido: ¡lo habían pescado! (seguramente lo pescó Fermín el de Bode, o su hijo Ramón). Fue mi primera noticia sobre un salmón. Al año siguiente pescaba yo mi campanu particular en el Narcea, en Juan Castaño, de nueve kilos y medio (no estuvo mal para empezar) y en 1954 se pescaban 3.000 salmones en el Sella.

Pocos años después, mi padre, recalcitrante pescador de truchas entonces, pescó un zancado en el Canero y un vecino que le observaba desde la carretera se escandalizó de que devolviese al río "aquella trucha tan grande" –no conocían los salmones– y al día siguiente "El eco de Luarca" publicaba en primera página que se había pescado un salmón en el río Esva. Años después llegaron a pescarse 700/800 salmones al año en ese río. Y así vinieron las extraordinarias décadas de los cincuenta a los ochenta en todos los ríos asturianos (sin que la sobrepesca redujera las capturas). Hoy las circunstancias son muy distintas, desde luego, pero hay que intentarlo de nuevo.

Navarra nos señala el camino: en el gráfico adjunto se muestra su trayectoria en los últimos 40 años (el número de salmones capturados – con cupo prefijado– es la parte baja de las columnas): no son cifras espectaculares, pero la línea del gráfico es ligeramente ascendente, diametralmente opuesta a la nuestra. Pero allí el Gobierno autonómico se ha volcado, está haciendo una labor admirable de control y estudio de sus salmones que yo envidio.

Creo que en Asturias los esfuerzos se limitan a repartir la pobreza: todos los años sale una nueva normativa, cada vez más complicada, cualquier día darán cita previa horaria. En los últimos 40 años, el Principado ha instalado un contador de salmones en Caño y construido una pequeña piscifactoría allí cerca. Tengo entendido que se ha propuesto instalar contadores en todos los ríos y la Junta no lo ha aprobado: como siempre, no hay dinero; tenemos que conformarnos con recuentos por buceo en verano, con buceadores no muy fiables en distinguir un salmón de un reo. Eso es todo. En toda la cuenca del Narcea, con todos sus afluentes, hay ocho o diez guardas, que no lo son de pesca, sino de medio ambiente, con lo que tienen que atender también caza, incendios y daños de lobo y jabalí: el paraíso para el furtivismo.

Qué envidia me da leer los informes de seguimiento del salmón que anualmente publica el gobierno de Navarra, donde indica el número exacto de salmones que han remontado el Bidasoa, los porcentajes de machos y hembras, de añales y de dos o tres años de mar, la densidad de alevines, el número de alevines vertidos al río, en junio y en octubre, con su marca distinta, los obstáculos demolidos, los salmones pescados, machos y hembras, añales y plurianuales, los salmones dotados de radioemisores, lo que con ello averiguan, etcétera. ¿Qué podríamos hacer en Asturias disponiendo de los tres mejores ríos salmoneros de la cornisa cantábrica?

El Narcea da hoy más salmones él solo que todos los demás ríos asturianos juntos; en los últimos cuatro años se han pescado 1.464 salmones en el Narcea y 1.042 sumando el Sella y el Cares. Hay dos diferencias entre el Narcea y el Sella y el Cares: uno tiene un embalse y recibe una media de 150/ 200.000 alevines de piscifactoría anualmente, los otros no tienen ni lo uno ni lo otro.

Siempre entendimos que los embalses son un obstáculo muy importante para el desove del salmón, porque impiden que los peces remonten el río hacia los desovaderos naturales y porque producen alteraciones extraordinarias y súbitas del nivel del agua, lo que dejará en seco los huevos unas veces y los arrastrará violentamente en otras. Lo sigo creyendo; sin embargo –siempre hay diferentes maneras de ver la misma cosa– ahora se empieza a decir que los embalses mantienen un caudal mínimo en verano (habría que controlarlo) que evita la muerte de los salmones cuando el agua se calienta.

Respecto a la repoblación, su eficacia es más que evidente; no se está agradeciendo debidamente a la Asociación de pescadores Las Mestas del Narcea la ingente labor que está llevando a cabo. Solo voy a citar un detalle: hay que cortar todos los años la aleta adiposa a doscientos mil peces. Lo hacen voluntarios, a coste cero y, por cierto, en una piscifactoría financiada por una empresa privada. Agradecimiento que debe extenderse a los donantes de salmones para el proyecto ARCA, que complementan los que el Principado permite capturar en la presa de Valduno. Por cierto, los salmones están remontando esta presa del río Nalón, pero parece que los alevines que bajan son triturados en las turbinas de generación eléctrica. ¿Tan difícil sería resolver esto?

Se me olvidaba, no hice ninguna alusión a la pesca sin muerte: eso no es pesca, eso es solo maltrato animal.

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