El magistrado Pérez Villamil se jubila: "No soy consciente de que haya ‘lawfare’"

"Los perversos son pocos; he visto a gente superarse y eso me hace creer en el ser humano", asegura el juez tras casi 46 años de ejercicio

José Ignacio Pérez Villamil, ayer, en su despacho del Tribunal Superior de Justicia de Asturias.

José Ignacio Pérez Villamil, ayer, en su despacho del Tribunal Superior de Justicia de Asturias. / L. V.

Luis Ángel Vega

Luis Ángel Vega

El magistrado José Ignacio Pérez Villamil (Luarca, 1952) se jubila el viernes de la semana que viene, tras una carrera de casi 46 años. "En concreto, 45 años, 4 meses y 8 días", remarca con cierto orgullo este magistrado de la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA), toda una institución de la judicatura asturiana. El día 26 le darán una comida de homenaje, a la que se espera que acudan decenas de personas. "Hay sentimientos contradictorios, pero soy una persona que me gusta cerrar los capítulos de mi vida, a poder ser bien. Espero que me vea beneficiado por una salud razonable que me permita retomar el golf otra vez. Y cultivar mis aficiones, como la lectura, caminar por la playa, la jardinería y la horticultura, esas cosas de jubilado", asegura con cierta sorna.

Pérez Villamil afirma que no tiene "ninguna espina profesional clavada". Ni siquiera no haber sido elegido presidente del TSJA por el Consejo General del Poder Judicial en 2014. "Fue una buena elección por parte del Consejo no haberse decantado por mí. No hubiese sido el presidente que esperaba la mayoría de la sociedad asturiana. El TSJA estuvo muy bien representado por mi amigo y compañero de muchos años José Ignacio Vidau. Quizá fue una equivocación que me presentase en aquel momento, con lo cual no guardo ningún rencor ni al consejo ni a nadie", asegura.

A Pérez Villamil aún le cuesta hablar en pasado de lo que han sido casi cinco décadas de una profesión que fue una "vocación casual" y que terminó gustándole a fuerza de ejercerla. Han sido "años magníficos", en los que algunos asuntos sí que le quitaron el sueño. "Estás por la noche dándole vueltas y a veces se te ilumina la bombilla y me levanto a apuntarlo no se me vaya a olvidar", asegura. Después de tantos asuntos, no hay ninguna que pueda decir que le ha marcado: "Debajo de los papeles siempre veo a un ser humano, para mí todos los casos son importantes".

La profesión de juez, aseguró, tiene momentos duros: "Lo es mandar a alguien a la cárcel, lo haces como el cirujano que opera todos los días, con profesionalidad, con estudio, con esfuerzo, sacrificio y la responsabilidad de saber que las consecuencias son duras. Pero al final se hace lo que hay que hacer con plena convicción, lo que ley exige que se haga".

En casi 46 años le ha dado tiempo a pasar por los juzgados de distrito en Santurce y luego Gijón, donde estuvo diez años bregándose con "una ingente cantidad de trabajo: fue donde senté las bases para conocer bien el oficio". Con la creación de los Juzgados de lo Penal, asumió uno en Oviedo otros diez años: "Tenías que decidir tú solo, fue la época tan convulsa de los años ochenta y noventa, en la que mucha delincuencia era como consecuencia de la ingesta de drogas".

Al crearse los Juzgados de lo contencioso, se hizo cargo de uno en Oviedo y luego pasó a la Sala de lo Civil y Penal del TSJA. "Aquí los asuntos son de trascendencia y gravedad, pero se trata de apelaciones –aunque también se instruye casos de aforados– sobre sentencias ya dictadas y se resuelve con otros dos magistrados".

Tantos años en la trinchera han modelado una forma de ver el mundo. "No nacemos todos iguales, la vida no nos ofrece las mismas ventajas, pero he visto seres humanos de reductos muy marginales salir adelante metiéndose en el ascensor social gracias a su esfuerzo. Afortunadamente, los perversos son pocos, son una minoría. Hay gente que se equivoca en la vida y para eso están las leyes penales. Pero he visto a gente que se ha superado, y eso me hace creer en el ser humano".

Sobre los ataques que están recibiendo los jueces en estos tiempos, adopta una posición ecuánime: "No me siento concernido por la crítica mediática, social o incluso política. No me siento condicionado por el medio ambiente. El problema es que se confunde el órgano de gobierno de los jueces, que es el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), con los propios jueces. Somos unos funcionarios con poder, que accedemos a la carrera judicial a través de un proceso de selección muy duro y ejercemos con plena autonomía e independencia, con plena responsabilidad y sometidos al imperio de la ley".

Y sobre la supuesta persecución judicial a determinados políticos, se muestra claro: "No soy consciente de que exista ‘lawfare’ en España. Hay sentencias dictadas por el Supremo, la Audiencia Nacional u otros órganos que pueden ser o no compartidas, pero tiene solución por la vía de los recursos. La crítica es lo normal, tenemos que acostumbrarnos a que nuestras decisiones sean criticadas".

A ocho días de colgar la toga, ve "bien a la justicia asturiana, en comparación con el resto del país". Y es que Asturias "tiene mucho tirón y la gente arraiga aquí". El gran problema es la dispersión de sedes de Oviedo, pero "parece ser que tiene buenas perspectivas la cosa".

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"El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) permanece sin renovar desde hace más de cinco años, y eso está pervirtiendo la opinión que la sociedad tiene sobre los jueces, que no somos el Consejo", opina José Ignacio Pérez Villamil. ¿Cómo resolver esa crisis? "Lo primero que hay que hacer es renovarlo, no concibo cambiar las reglas a mitad del partido", dice. Enfatiza que "este Consejo responde a un modelo de 2013 aprobado por el PP con mayoría absoluta, o sea, que quizá sería necesaria un poco de coherencia política". La fórmula vigente "está en armonía con la Constitución y con el resto de Europa", opina. "A mí me tildan de progresista. Cada uno tenemos las ideas que tenemos, no creo en los seres asexuados, pero tengo conciencia de que los compañeros, cuando ejercen la jurisdicción, lo hacen con total independencia, bien con sensibilidades diferentes, pero es absolutamente necesario, es un reflejo de la sociedad", añade. Y refiere no opinar sobre la amnistía: "No me puedo pronunciar sobre un proyecto de ley. La ley sanciona como falta grave que los jueces se pronuncien con censuras o felicitaciones a los demás poderes del Estado".

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