Opinión | En corto y por derecho

La fabe, los ovieditos

Fabada.

Fabada. / LNE

No hay capitalidad gastronómica nacional que valga si luego llega un chef astur-catalán (sic), se te planta en el canal de Mikel Iturriaga para protagonizar una cata ciega de fabadas de lata, y desde esa altura que da estar en Barcelona te suelta aquello de: "Lo más importante de la fabada es la fabe, la variedad de la fabe, el pellejo de la fabe, que sea una fabe que no está rota". Hasta cincuenta veces "fabe", o así, en un total de cinco catas, debió de soltar el falso "guisander" (en su dialecto astur-catalán), ignorante, como aquel madrilano que naguaba por una "sidriña", de que cada vez que decía la palabra mágica moría un xatín. Parecido o peor delito al del guisander Ángel Palacios lo tiene el tertuliano Juan del Val, que en el programa de Pablo Motos contó que todos los dulces típicos son iguales aunque todos digan que los inventaron ellos. Como los "ovieditos", siguió, que los probó aquí y luego encontró, lo mismo, en Ciudad Real. No hemos hallado nada parecido en tierras manchegas al carbayón, que salió hará un siglo del obrador de Camilo de Blas, pero sí una falsa cita de Tolsto-y para zanjar el asunto: "Todos los llambiones se parecen, pero los babayos los son, cada uno, a su manera".

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