Entrevista | Luis Ángel Pardo Investigador del Instituto Max Planck de Alemania

"Estamos en condición de poder controlar tipos de células tumorales para eliminarlas"

"La formación que ofrece la Universidad de Oviedo es la mejor que pueden recibir los estudiantes, tengo total confianza en ellos"

Luis Ángel Pardo Fernández.

Luis Ángel Pardo Fernández. / LNE

«Me nacieron en Madrid, pero soy gijonés de corazón». El doctor Luis Ángel Pardo es una de las grandes eminencias de la investigación del cáncer a nivel internacional. Con base en el Instituto Max Planck de Alemania, el científico se dedica desde hace años al estudio del impacto de la bioelectricidad en el retraso del avance de las células tumorales, con grandes avances en su investigación. Formado en la Universidad de Oviedo, atiende a LA NUEVA ESPAÑA tras ser galardonado con el premio «Egregie Munia», un reconocimiento a su trayectoria clave para el desarrollo de barreras contra el cáncer.

–El «Egregie Munia», un premio reciente, pero de prestigio.

–Es un orgullo y una emoción, pero también una sensación de síndrome del impostor. Es muy emotivo ser reconocido por mi Universidad.

–Su Universidad, la de Oviedo, en la que todo comenzó. ¿Cómo se sumergió en sus estudios?

–Fue al final de mi tesis cuando comencé a ver mis primeros experimentos de electrofisiología en directo, cuando Francisco Barros estaba preparando su primer equipo de trabajo. Bajo su dirección entré en contacto con el Instituto Max Planck, uno de ellos, especializado en mi campo. Tuve suerte, ya que aceptaron que acudiese a realizar mi trabajo posdoctoral, que me permitió aprender las técnicas durante tres años en los que estuve puliendo conocimientos.

–Posteriormente regresó antes de volver a hacer las maletas.

–Me volví a incorporar en España en el laboratorio de Francisco Barrios y Pilar de la Peña, que me dejaron continuar con los proyectos que tenía aquí (Alemania) de mi posdoctorado, que iban bastante bien. Tras casi cuatro años, mi antiguo supervisor en Alemania fue nombrado director en Max Plank, lo que le daba mucha libertad y financiación, y que le permitió escoger libremente a su equipo. Me ofreció unas condiciones incomparables para continuar con el proyecto que tan bien iba. Me volví con la intención de estar unos cuantos años hasta terminarlo, pero siempre van surgiendo cosas interesantes y al final me quedé.

–¿Cómo podría entender una persona ajena a la investigación cuál es su campo de trabajo?

–Cuando empiezo las lecciones a mis alumnos, lo hago con el sonido de un monitor cardíaco que termina con una línea plana. Ahí todo el mundo entiende que ha cesado la vida. Eso es un fenómeno eléctrico. Cuando deja de haber actividad eléctrica en el cerebro o en el corazón, se deja de vivir. Es una propiedad intrínseca de todas las células vivas. En un principio se pensaba que era importante en células que se consideran eléctricamente excitables, es decir, las neuronas, células musculares, y que da lugar a que podamos medir electrocardiogramas. Pero resulta que es una propiedad de todas las células para comunicarse y para propagar señales de cambios en ellas. Una de las cosas importantes es que hay cambios que dependen de un tipo de proteínas que son los canales iónicos, cuya actividad somos capaces de medir una a una y en tiempo real.

–¿En qué consiste su diseño de terapias para evitar la resistencia de los tratamientos?

–El motivo por el que me quedé es porque topamos con uno de los canales que regula la velocidad de división de las células. Descubrimos que, si inhibimos la función de ese canal, retrasamos la división. Se trata de un canal muy abundante en células tumorales. Diseñamos terapias dirigidas contra ese canal y nos dimos cuenta de que reducía la progresión de los tumores. Ahora estamos centrados en combinar la inhibición de ese canal con quimioterapia clínica, haciéndose más efectivas, y, en muchos casos, células que se han hecho resistentes a quimioterapia recuperan la sensibilidad cuando se inhibe ese canal.

–¿En qué están centrados en la actualidad?

–Trabajamos con un canal en particular, denominado KV10. Intentamos buscar combinaciones con fármacos que atacan a la mitocondria y que se ha visto que son activos en células tumorales. Y parece que, por el mecanismo de resistencia de estas, una vez han estado expuestas durante un tiempo, necesitan de la actividad de dicho canal, por lo que les estamos quitando la capacidad de resistir a las terapias.

–¿En qué punto nos encontramos respecto a poder controlar el avance del cáncer?

–Es importante entender que el cáncer no es una enfermedad, sino muchas. En los últimos años, se está derivando a la terapia personalizada. Dependiendo de las características específicas del tumor en un paciente particular, estamos en condiciones de poder controlar muchos tipos tumorales, ya sea para eliminarlos completamente o transformarlos en una enfermedad crónica, que puede limitar la calidad de vida, pero sin ser lo devastadora que era antes. En otros tipos de tumores aún estamos buscando llaves. En los que son muy agresivos es muy complicado ajustar parámetros del tratamiento porque en la mayoría de los casos no da tiempo.

–¿Qué hay en el horizonte?

–Ante todo, personalización. Existen programas muy interesantes en España, mediante los que se extraen células inmunes del tumor de un paciente y se modifican para que aprendan a eliminar a las tumorales y reimplantarlas. Eso, obviamente, es muy complicado y caro. Pero creo que es uno de los campos más prometedores. Se siguen investigando las opciones de tratamiento clásico, se mejoran los quimioterápicos constantemente, se prueban nuevas conminaciones más selectivas… Creo que la combinación de biotecnología con inmunoterapia y luego también tratar moléculas no explotadas como los canales iónicos, toda esa combinación es lo que ofrece más avances. Estamos experimentando un avance espectacular.

–¿Qué diferencias en investigación observa entre Alemania y España?

–Hay una fundamental en términos culturales, pero que está cambiando. Leí a un ministro alemán, tras una crisis financiera, que decía que en investigación no se podía recortar nunca porque la única riqueza de Alemania está en la cabeza de los alemanes. En cambio, nosotros no tenemos ese convencimiento de que la inversión en investigación es fundamental para el desarrollo. En cuanto hay un problema, los políticos se apresuran a recortar. Tengo una admiración enorme por mis compañeros porque lo que hacen en España es casi heroico. Es luchar contra obstáculos constantes. En Alemania se atreven menos a recortar porque son conscientes de que están donde están por ello.

–Se habla de fuga de cerebros desde hace años. ¿Tienen futuro los jóvenes científicos en España?

–Se puede, pero la continuidad no está garantizada. Hay programas innovadores y se da apoyo a científicos jóvenes, pero si ocurre algo a nivel estructural, los programas no suelen tener continuidad. Hay que tener en cuenta que la época en que los científicos toman la decisión de en qué país trabajar coincide con la decisión de tener hijos y establecer una familia.

–¿Tiene confianza en que otros estudiantes de la Universidad de Oviedo sigan sus pasos?

–Tengo total confianza en ellos. Sin duda. Conozco de primera mano el equipo que forma a los estudiantes. La formación que se les ofrece es la mejor que pueden recibir. Perspectivas de éxito, todas.

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