Entrevista | Justo Ramón Gómez Martínez Director del Programa de Implantes Cocleares del HUCA

"La sordera aísla de las personas, volver a oír es abandonar la soledad"

"Uno de mis pacientes se fue él solo hace poco a hacer un reportaje fotográfico a Kazajistán, algo impensable antes del implante coclear"

Justo Ramón Gómez Martínez, en el HUCA.

Justo Ramón Gómez Martínez, en el HUCA. / Irma Collín

Justo Ramón Gómez Martínez es médico especialista en otorrinolaringología, particularmente en implante coclear, un método para recuperar la audición en el que lleva trabajando desde 1991. Gómez Martínez siempre ha estado vinculado al HUCA, donde se formó durante su residencia y obtuvo su primer puesto de trabajo como médico facultativo especialista de área con carácter de interinidad entre 1989 y 1990, y con plaza en propiedad a partir de entonces, tras quedar número uno en el concurso-oposición. A día de hoy es el director del Programa de Implantes Cocleares del HUCA y mañana, jueves 25 de abril, ingresa en la Real Academia de Medicina y Cirugía del Principado de Asturias. El acto es en el Colegio Oficial de Médicos de Asturias, en Oviedo, a las 20.00 horas.

–¿Por qué decidió estudiar Medicina?

–Realmente, no sé por qué. Vengo de una familia con pocos recursos y, por entonces, nadie en mi familia o mi entorno cercano era médico. Sin embargo, en la escuela me apasionaban las clases de anatomía, así me fui adentrando poco a poco en este mundo. A veces, de broma, digo que fue por el Doctor Gannon, de la serie "Centro Médico", porque se presentaba como un héroe. Paradójicamente, tanto mi mujer como mis hijos son médicos (ríe).

–¿Y la especialidad de otorrinolaringología?

–Me gustó desde el principio. Mi exjefe, el doctor Carlos Suárez, tuvo gran parte de la responsabilidad, porque me dio clase en la Universidad, donde lo conocí. y gracias a él encontré mi zona de confort, con la que estoy absolutamente encantado.

–¿De él lo aprendió todo?

–Todo lo que sé no, pero sí muchísimo, incluso he llegado a "copiarle" ciertas técnicas y gestos en el quirófano; de hecho, aunque ya está jubilado, entre compañeros le seguimos llamando "El Jefe". También me formé muchísimo con María Jesús Bernardo, jefa de la sección de otología. Me enseñó cómo tratar tanto médica como personalmente a los enfermos del oído. Lo que soy es gracias a los dos.

–¿Qué características ha de reunir un buen cirujano que realice implantes cocleares?

–En primer lugar, debe conocer muy bien las indicaciones, ser escrupuloso y ejecutar el trabajo lo más fino posible. El hilo de electrodos que se coloca en el oído interno es muy pequeño, mide unos tres milímetros en la punta y unos cinco en la base. No se puede doblar y tiene que quedar en el sitio justo, hay que ser muy cuidadoso para que no se estropee. Se necesita tener habilidad, practicar mucho y formarse continuamente.

–¿Cómo se siente una persona al recuperar la audición?

–Ellos lo describirán mejor que yo, pero lo que me transmiten es que la sordera aísla. La ceguera lo hace de las cosas y la falta de audición de las personas. La inmensa mayoría cuenta llorando que es como volver a la vida, significa el fin del aislamiento y la soledad. De hecho, uno de mis pacientes se fue él solo hace poco a hacer un reportaje fotográfico a Kazajistán, algo impensable antes del implante.

–¿Y alguien que oye por primera vez?

–Esto es lo que más me ha sorprendido. Que niños que en otro momento de la historia hubiesen quedado marginados por no poder escuchar y, por tanto, aprender el habla, los antes denominados sordomudos, ahora puedan llevar una vida completamente normal, igual que la de otros niños de su edad sin patologías auditivas. Los médicos solemos decir que, ante un diagnóstico devastador, tener un tratamiento resulta esperanzador. Y sobre todo me emociona ver a los niños tres o cuatro años después de la intervención y de haber realizado la rehabilitación pertinente, porque se les ve felices. El pensamiento es abstracto, pensamos con palabras, y si nunca las has escuchado cuestiones como las matemáticas no se entienden tan fácilmente. Es maravilloso ver cómo con una operación se puede evitar ese pequeño retraso de las funciones cognitivas superiores y que los niños puedan vivir sin el impedimento que supone no oír. Además, se nota mucho cuando el implante falla, aunque solo sea durante 24 horas, porque se suelen agobiar.

–Siempre ha estado vinculado al HUCA, ¿Cómo valora su experiencia?

–Ha sido la mejor decisión de mi vida. Saqué un buen número en el MIR y podía escoger entre varias opciones. Como sabía que en Oviedo el servicio era muy bueno, seleccioné otorrinolaringología y me quedé. Nunca he ejercido la medicina privada, aunque sí es cierto que cuando tenía 40 y pico o 50 años me tentaron para dirigir distintos servicios fuera de Oviedo, que por distintos motivos rechacé, y estoy muy contento.

–¿Cuántos implantes puede realizar al año?

–Cada vez más, porque aumentan las indicaciones, es decir, las características de los pacientes para acceder a ellos sin riesgos. Ahora mismo si conseguimos terminar la lista de espera, porque desde la pandemia andamos un poco apurados, en torno a unos 50, y desde 1991, año en que se colocó el primer implante, unos 580, aproximadamente. Si bien es cierto que entre el 91 y el 2000 se pusieron muy pocos, porque todavía era algo experimental y se solicitaban muchos permisos a los pacientes. Pero, una vez entrado el nuevo milenio, se empezó a engrasar la maquinaria y ahora funciona estupendamente.

–¿Es un procedimiento que se puede realizar en clínicas privadas? ¿Cuál es su coste?

–Sí. En Asturias no hay ninguna, habría que viajar hasta Madrid o Barcelona. El precio del implante depende del hospital, el HUCA, por ejemplo, negocia bien con las compañías y cada uno cuesta sobre 18.000 euros. Eso es solo el implante, habría que sumar la intervención, rehabilitación, revisiones… En una clínica privada ascendería hasta los 60.000 euros. Aquí es muy importante destacar que la calidad de vida que obtiene el paciente es muy grande, pero, además, hay muchos estudios que indican que también aporta un beneficio económico para la sociedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo tiene calculado: de cada 0,94 euros que se invierten en un implante coclear, aproximadamente luego revierten a la sociedad 3,75 euros.

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