Elisa CAMPO

Su estampa es habitual en las postales de Avilés, epicentro de fiestas de barrio y símbolo inconfundible de la vinculación entre la ciudad y el mundo agrario. El hórreo del Carbayedo, señor del parque en uno de cuyos ángulos se levanta, es el que mejor está en el entramado urbano de los que existen en Asturias. Ésta es la opinión de Xandru Obaya, licenciado en Historia del Arte e investigador de la arquitectura popular asturiana, a la que también se dedica desde la empresa de gestión cultural que dirige, Patrimonio Norte. Su permanencia es todo un hito, teniendo en cuenta que estos ejemplares están desapareciendo de las ciudades. «Tendríamos que conservarlos en el tejido urbano como un elemento más; aunque se asocien habitualmente al mundo rural, en la ciudad siempre hubo ganadería y agricultura», afirma. Es más, propone que los concejos «apadrinen» hórreos y los lleven a las ciudades, donde se convierten en un reclamo turístico de primer orden.

¿Y qué se puede decir del hórreo del Carbayedo? Sus pegollos, explica Obaya, son «muy estilizados y biselados, del estilo Villaviciosa». En cuanto al corredor, fue una ampliación del edificio original, probablemente de mediados de siglo XIX. «Es un hórreo muy grande, rectangular, que recuerda la estructura de la panera», dice. La diferencia fundamental entre panera y hórreo es que el tejado del primero remata en un único ángulo, mientras que el de la panera lo hace en dos. «Hay muchos hórreos que tienen seis o incluso más pegollos, y paneras que pueden tener cuatro», añade Obaya.

Más conclusiones de este edificio: la caja cerrada se utilizó para el maíz, cultivo que marcó la evolución del hórreo. Normalmente se cerraba el corredor orientado al Occidente; el maíz necesita ventilación y oscuridad para conservarse bien. «Cerrar los corredores para proteger el hórreo de los vientos es muy común en toda la zona del Cabo Peñas», añade el experto. Según cuenta, en Avilés, cuando se instaló Ensidesa, cientos de hórreos se trasladaron a otros lugares, y muchos de ellos permanecen hoy en otros concejos de la comarca. Aunque otros fueron destruidos, la utilidad que tenían entonces indultaron a gran parte de estas construcciones. «Tuvieron un uso cien por cien polivalente: no sólo para guardar el grano, sino también como almacén, habitación, para guardar la salazón...»

Lo que recomienda el investigador es que se retiren todos los herrajes que existen en la construcción, no sólo porque sean inconvenientes estéticamente, sino también porque perjudican a la estructura del hórreo. «Se sometió a una restauración sólo aceptable y sería importante realizar esa eliminación con una intervención más profesional; en Asturias tenemos la suerte de que hay empresas especializadas que restauran las piezas y sólo las sustituyen cuando es imposible reutilizarlas».

Pretender que el hórreo del Carbayedo se tome como prototipo de los de Avilés es, para Xandru Obaya, una idea absurda: «Se podrían hacer prototipos según los talleres, pero no según los concejos; además cada edificio tiene sus características concretas, no hay dos iguales». Por eso los intentos de buscar la esencia del hórreo carecen de sentido, según este investigador. En Avilés, añade, hay algunas construcciones con influencia del estilo Carreño, pero por lo general la decoración suele ser mínima.

Otro dato que caracteriza a estas edificaciones en la comarca son las grandes dimensiones de las paneras; la causa es que el maíz se da muy bien en estas tierras, con explotaciones agrarias relativamente grandes. «El valle de Ensidesa era, posiblemente, el más fértil de Asturias», afirma. Las paneras, además, vienen a ser el Rolls-Royce de los hórreos, por el prestigio que implicaba tener una. «Cuanto más grande fuera, más dinero se demostraba que se tenía», indica.

Díaz Obaya está preparando un libro sobre hórreos del mundo y una tesis doctoral sobre su origen. En ese contexto tiene previsto visitar los hórreos turcos, escandinavos y alpinos. Según su teoría, los orígenes del hórreo hay que buscarlos antes de la civilización mesopotámica, habitualmente señalada como inicio de estas construcciones. Xandru Obaya estima que en toda Asturias existen entre 30.000 y 40.000 edificaciones, contando hórreos, paneras y los distintos tipos de cabazos.