Francisco L. JIMÉNEZ

La rula de Avilés, que a partir del martes comenzará a llamarse «vieja» debido a la puesta en funcionamiento de la «nueva», también había jubilado en su día -diciembre de 1980- a otro complejo pesquero, en su caso al que tuvo abiertas sus puertas a la altura del paso de Larrañaga desde 1943 hasta el momento de su clausura. E, incluso, esa rula había hecho «vieja» a una cuarta, aquella cuya imagen sólo perdura en la memoria de los avilesinos más longevos. Aquella primera lonja de pescado se alzaba a escasos metros de las naves de Balsera y fue el primer espacio techado al servicio de los pescadores avilesinos; antes, los pescadores sólo contaban para la comercialización de sus productos con el muelle y con el barrio de Sabugo. De modo que como apunta con buen humor el cronista oficial de la villa, Justo Ureña, en relación a la lonja climatizada de inminente apertura: «De rula nueva, nada. La nueva fue la que se inauguró en 1943. Luego vino la novísima, la abierta en 1980. Y la de ahora sería, en todo caso, la requetenovísima».

Tan hondas son las raíces de la actividad pesquera en la milenaria villa de Avilés que al decir de los historiadores es imposible entender la una sin la otra. Esto cuenta el libro de historia de la Cofradía de Pescadores «Virgen de las Mareas», legataria de la tradición pesquera avilesina: «Avilés, cuna de grandes navegantes y de gran raigambre pesquera desde hace siglos, fue pionera en Asturias en la labor asociativa de las gentes de la mar. Los largos viajes en busca de la ballena y los riesgos que entrañaba la captura de esa especie determinaron la creación de la Cofradía de Pescadores y, especialmente, la sección de Socorros Mutuos...». Corría el siglo XIII.

La cofradía, y con ella la venta de pescado, tuvo varios domicilios sociales; en los orígenes, los cabildos de órdenes religiosas, y a partir del siglo XVI, el barrio de Sabugo, donde el llamado «gremio de mareantes» hizo suya la iglesia que aún hoy preside la plaza del Carbayo. La incipiente profesionalización de la actividad pesquera en los albores del siglo XX aconsejó un cambio de aires y así se gestó la construcción de la primera rula, que fue posible gracias al altruismo de algunos avilesinos «de gran sentimiento hacia cuanto implicase la promoción de su terruño y el beneficio del sector pesquero», según hacen constar los cronistas de la historia de la cofradía.

El difunto periodista avilesino Venancio Ovies relataba en un episodio de su serie «Los flecos de la memoria» que «el pósito de pescadores nació en 1920 y recibió el visionario nombre de El Crepúsculo. La finalidad era disponer de una caseta para realizar las subastas de pescado no a pie de rampa o muelle, sino bajo techo». Aquel local fue el antecedente de la primera rula, construida en el mismo solar. Justo Ureña evoca la figura de Gregorio el subastador, aquel hombre de voz cazallosa que «cantaba» el precio del pescado mucho antes de que se mecanizase esa labor.

Gregorio es uno de los personajes carismáticos vinculados a las sucesivas rulas avilesinas y a la actividad pesquera asociada a ellas. Pero hay más: Emilio Cortés Fernández, presidente de la cofradía y uno de los protagonistas del apresamiento en plena II Guerra Mundial del buque griego «Vasilius Deustonis», cargado de trigo y abandonado a su suerte por la tripulación en aguas del Cantábrico; su secretario perpetuo Llanerina, aquel pixueto que al ver la vasta llanura castellana exclamó: «¡Cuántos peixes se pescarían aquí si en vez de tierra fuera agua!»; el doctor Leopoldo Figueiras López Ocaña, «Polchi», el médico de los pescadores; Luis Caso de los Cobos, patrón mayor en la década de los cincuenta; Juan Rodríguez de la Campa; Jorge Riestra Gutiérrez, de la familia de Los Pitilos, y José Emilio Gutiérrez Alonso, «Pepe el de Murcia», sucesivos presidentes de la cofradía en los años sesenta; entre otros.

Mención aparte merece el que llegó a ser considerado patrón mayor vitalicio de «Virgen de las Mareas», persona clave en la construcción de la rula que ahora se jubila y gracias a la que Avilés ascendió hasta las primeras plazas del ranking pesquero español, presidente de la Federación Española de Cofradías de Pesca y asesor para temas pesqueros del Gobierno español en la Unión Europea. Ése no fue otro que el difunto Clemente Jesús Muñiz Guardado, a quien la junta rectora de la cofradía, en una decisión excepcional y sin precedentes, nombró en 1989 gerente perpetuo. Tras más de treinta años ininterrumpidos en el cargo, sólo la muerte pudo apartar a Muñiz Guardado de la rula. Lo relevó el actual patrón mayor, Gregorio López.

Volviendo atrás en el tiempo, la segunda rula que se edificó en Avilés abrió en 1943. La construyó, con la gran novedad para la época de hacerlo a pie de muelle, el Instituto Social de la Marina, el mismo que luego financiaría la construcción de las casas del No-Do. El edificio desapareció por necesidades del guión urbanístico cuando se construyó la arteria del puerto, pero antes había dado tiempo a que sus paredes fuesen testigo del acontecer pesquero avilesino durante medio siglo. Venancio Ovies, en sus crónicas pesqueras, dejó escritos sucedidos y jugosas anécdotas donde los principales protagonistas eran rudos pescadores e ingeniosas «sabugueras», mujeres que inmortalizaron frases como el muy avilesino «¡tán que reblinquen!», el grito al que se vendían las sardinas más frescas de la plaza.

En 1980 las subastas de pescado se trasladaron al entonces nuevo complejo de la carretera de la ría, cada vez más lejos del casco urbano. El coste de la lonja que hacía la número tres en la serie histórica del puerto avilesino corrió por cuenta de la Junta de Obras del Puerto. Allí se cimentó un liderazgo pesquero avilesino que trascendió a la comunidad autónoma y se sentaron las bases que, mal que bien, sustentan el sector en la actualidad.

La nueva rula, la que abre el martes, toma el relevo de una actividad casi centenaria y asume el reto de continuar una historia escrita con esfuerzo y, a veces, también con lágrimas, como las derramadas en los inolvidables episodios del naufragio del «Jesús de Galiana» (1941) o de la galerna de 1961 que segó la vida de 24 pescadores asturianos, 15 de ellos avilesinos. Familias y gentes como los Romanones, los Careste, los Maizonas, Colás Severiana, las Macarras, las Chaconas, El Gemelo, la Monxa, el Chucho, Malín, los Poretas y también el «cupo vasco» personificado en los Goitias, los Iturrioz, Felipe Uriarte, Manolo «El Vizcaín» o Aniceto Rentería, «Anis», y los descendientes de todos ellos se convierten desde hoy en los primeros acreedores de la rula. La suya es una deuda moral.

La venta de pescado a la puerta de la iglesia

En el barrio de Sabugo, allá por el siglo XVI, el llamado «gremio de mareantes» hizo suya la iglesia que aún hoy preside la plaza del Carbayo.

El Crepúsculo, la primera rula

Nació en 1920 y su finalidad era disponer de una caseta para vender el pescado bajo techo.

La actual, en sus últimas horas

La instalación que hoy acoge su última subasta de pescado se construyó en 1980.

La segunda, en 1943

Fue construida por el Instituto Social de la Marina. Desapareció con la arteria del puerto.

Aún por estrenar

La nueva rula comenzará a funcionar oficialmente a partir de mañana.