Asjabad es la capital de Turmenistán. Cuando el músico Lev Egerman Chistyakov nació, la república centroasiática no era un país, era una más de las repúblicas socialistas soviéticas de la URSS: la URSS de Stalin, la de los tiempos más duros de uno de los siglos más duros.

Chistyakov vino al mundo en 1942. Acaba de jubilarse. Con 70 años. Desde 1995 enseñaba Violín en el Conservarorio de Avilés. Antes había pertenecido a la prestigiosísima orquesta de cámara «Los Virtuosos de Moscú» y, mucho antes, a la Orquesta de Cámara de Moscú. «En mi familia no había talento musical», bromea el violinista con acento ruso. «Soy avilesino, muy avilesino», sonríe. Chistyakov deja vacante su plaza de profesor de Violín. Ahora sólo da clase a sus dos nietos: a Daniel y a Jacobo.

«Cuando en la época soviética acababas la Universidad tenías que ir donde te ordenaba el Estado», comenta Chistyakov. Por eso nació en Asjabad. «Estuvimos tres años allí, no tengo ningún recuerdo de aquel tiempo», confiesa. Los padres del violinista se habían licenciado en Filología Italiana y en Filología Germánica. Emmanuel Egerman, el padre del violinista, escribió dos artículos clásicos de la Enciclopedia Soviética, los referidos a Dante y a Petrarca. Galina Chistyakova, la madre del profesor jubilado, enseñó Lengua Alemana en la Universidad de Moscú durante 55 años.

«Llegamos a la capital al comienzo de la II Guerra Mundial», Chistyakov hace memoria. «Era un tiempo peligroso, pobre... mis padres entonces tuvieron la idea de meterme a estudiar música, para que no terminara en alguna banda», señala. «Y me gustó. ¿Por qué sigo siendo músico? Pues no lo sé», se responde.

Los estudios musicales en la era soviética eran extremadamente duros: 7 años de grado elemental; 4 de grado medio; 5 de grado superior y 3 más de posgrado. «Estudiaba música por la tarde, por la mañana la enseñanza reglada», comenta. ¿Y siempre violín? «Siempre. Cuando estaba entre quinto y sexto de elemental la única preocupación que tenía era el fútbol. No tengo hermanos, mis padres, los dos, trabajaban en la Universidad y no me controlaban. Los profesores del Conservatorio dijeron que no me esforzaba, que igual tenía que pasarme a viola, que era más fácil, con un repetorio menos amplio. Sentí un impulso eléctrico y empecé a trabajar y trabajar y nunca he dejado el violín», cuenta Chistyakov.

«La música era un oasis dentro de un mundo muy politizado. Había límites, claro. No podías tocar a Shostakovich, a Stravinsky, casi todo Prokofiev... Pero nadie ponía pegas a Bach, a Mozart.... Aquí es donde mis padres tuvieron la segunda buena idea: si hubiera estudiado Filología, hubiera tenido más conflictos de los que tuve», recuerda el profesor, décadas después.

Lev Chistyakov entró en el claustro de profesores del Conservatorio de Avilés en 1995. Empezó entonces a enseñar Violín y Música de Cámara. Antes de aquel entonces no había enseñado nunca: era músico profesional, bregado en los escenarios. «Yo sólo he tenido tres directores: Rudolf Barschai, que me dirigió en la Orquesta de Cámara de Moscú, Vladimir Spivakov, en "Los Virtuosos de Moscú" y aquí, José María Martínez», recalca Chistyakov con satisfacción. «La enseñanza y los conciertos son dos profesiones distintas. Hay grandes solistas que no pueden o no quieren enseñar y hay grandes profesores que son absolutamente desconocidos. No es lo mismo ser un gran matemático que enseñar Matemáticas», recalca.

Chistyakov se pone a recordar y dice que entró en «Los Virtuosos de Moscú» en 1980, que durante diez años tocó en los escenarios más importantes del mundo. «En toda Europa; bueno, en San Marino no; tampoco en Andorra... En Liechtenstein, sin embargo, sí», bromea. La orquesta que dirigía Spiviakov llegó a España respondiendo la llamada de la Fundación Príncipe de Asturias. «Éramos 25 músicos. Yo estaba en la línea de los primeros violines. Llegamos a Madrid, pensamos en quedarnos allí. O en Alcalá de Henares, en la Universidad. No terminamos de convencernos. Algunos se quejaron: en Madrid había temperaturas de 40 grados. ¿Por qué no vamos a Asturias? Y aquí nos plantamos», recuenta.

«¿Sabe qué es lo que sabía de Asturias? Mi madre, que nació en 1918, escuchaba la radio en los años treinta y siempre salía Asturias, un lugar en que llovía y los mineros estaban de huelga. Cuando conoció esta tierra dijo: "Pues era verdad"», se ríe el músico. De Asjabad a Avilés, pasando por todo el mundo.