La vida sobre las tablas y las cuentas corrientes

El Día Mundial del Teatro se celebra casi clandestinamente en Asturias

Blanca Portillo, en un momento de la representación de «Silencio», de  Juan Mayorga, en el teatro Palacio Valdés. | María Fuentes

Blanca Portillo, en un momento de la representación de «Silencio», de Juan Mayorga, en el teatro Palacio Valdés. | María Fuentes / Saúl Fernández

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Desde hace medio siglo, el día mundial del Teatro cae en 27 de marzo. Es cosa del Instituto Internacional del Teatro. Nadie fecundo murió un 27 de marzo. Ni Shakespeare, ni Lope de Vega, ni Molière. Ni tampoco nadie nació ese día. La cosa iba de celebrar el encuentro del Teatro de las Naciones de París de 1962 e iniciar así la fiesta de lo que significaba el teatro para los habitantes del planeta. Le encargaron entonces a Jean Cocteau que trasladase a palabras eso que andaban buscando los señores del Instituto Internacional para definir aquello que estaban administrando. Y al autor de "Los padres terribles" le salió: "La verdadera admiración reside en compartir ideas que no son nuestras, hasta el punto de hacernos a la idea de que podemos ser sus autores".

La actriz Samiha Ayoub, que es a Egipto lo que para España es Lola Herrera o Concha Velasco, sigue este año ese mismo camino: "Somos los que usamos la luz del arte para enfrentar la oscuridad de la ignorancia y el extremismo. Somos los que abrazamos la doctrina de la vida, para que la vida se propague en este mundo. Para ello ponemos nuestro esfuerzo, tiempo, sudor, lágrimas, sangre y nervios, todo lo que tenemos que hacer para lograr este noble mensaje, defendiendo los valores de la verdad, el bien y la belleza, y creyendo verdaderamente que la vida merece ser vivida".

Estas palabras están en el manifiesto del Día Mundial del Teatro que este año, en Asturias, tiene una celebración tan discreta como clandestina. En la sala más pequeña de las que hay en Avilés –la de la Factoría Cultural– la actriz Natalia Suárez Ríos protagoniza el soliloquio "Setiembre" de la dramaturga canadiense Èvelyne de la Chalinière (20.00 horas). En Gijón, en el Jovellanos, la celebración se conmemora (20.30 horas) con "Increíble, indecente", un experimento generacional que siempre es igual y siempre es diferente: diez adolescentes gijoneses metidos al teatro de la mano de la actriz y directora Teresa Ases. También hay teatro en Muros de Nalón. En el edificio de Servicios Múltiples programan (18.00 horas) "La loka historia de Frankenstein", una producción de Acar Teatro, es decir, de Roca Suárez y Anacelia Álvarez. Y ya está.

En Madrid, sin embargo, se entregan esta noche por primera vez los premios "Talía", que son los galardones al teatro español que organiza la Academia de las Artes Escénicas de España. Y, además, hay funciones por todas partes… "No exagero cuando digo que lo que hacemos en el escenario es el acto de la vida misma y generarla de la nada, como una brasa ardiente que centellea en la oscuridad, iluminando la oscuridad de la noche y calentando su frialdad", insiste la actriz Samiha Ayoub.

¿Y qué le pasa al teatro para necesitar un día de reivindicación en condiciones? Aristóteles hace dos milenios y pico dio las primeras pistas: dijo que la tragedia (vale también "teatro", así, en general): "es imitación de una acción esforzada y completa, de cierta amplitud, en lenguaje sazonado, separada cada una de las especies en las distintas partes, actuando los personajes y no mediante relato, y que mediante temor y compasión lleva a cabo la purgación de tales afecciones". Juan Mayorga no se descabalga del griego. Le ha explicado al periodista un montón de veces que escribir teatro es saber mirar el mundo: "La verdad es que mi programa es muy sencillo y, al mismo tiempo, muy ambicioso: estar atento a las acciones de los seres humanos". Y así convertirlas en palabras para que los actores las tomen como propias, las eleven y las entreguen a los espectadores. "En ese separarse y ponerse enfrente para representar la vida, los actores abren un conflicto. A esa escisión conflictiva llamamos teatro", insiste el académico y miembro de la Real Academia Española. Sillón M.

"El teatro hace la vida humana visible, nos da a ver de qué está hecha. Es un mirador a la existencia. Es, inmediatamente, filosofía. Puede suspender al espectador ante preguntas para las que el filósofo todavía no ha encontrado palabra", acumula Mayorga en su discurso de entrada en la Real Academia de Doctores –ahí también se puede encontrar al último premio "Princesa de Asturias" de las Letras-. Matthew Collings en la serie documental de la BBC "This is civilization" señala: "El arte no es una simple novedad que nos entretiene y distrae de la dura monotonía de la vida cotidiana; es la vida, es nuestra forma de imaginar cómo puede ser la vida". Donde pone "arte" vale poner "teatro" y así se entiende lo de la necesidad de reivindicar un Día Mundial sobre las tablas. Porque el teatro concierne a todo el mundo. El dramaturgo Ignacio García May lo explica así de bien en "Antes del teatro": "Para que nos entendamos: escribimos, actuamos, pintamos, construimos porque vamos a morir y lo sabemos". Lo que pasa es que todo esto –escribir, actuar, pintar, construir...– se ha quedado en manos de un único cliente y así no hay manera de incrementar los apuntes en la cuenta corriente. Los que hablan de la vida, también viven, aunque sus vidas estén condicionadas por ese único cliente: la Administración pública. Queda, sin embargo, un atisbo de esperanza. Falstaff le dice a Hotspur: "Llega el día del juicio. Muramos felices".

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