El Bollo 2024 | La crónica de la jornada

La fiesta avilesina de la primavera coge color americano: crónica del inicio del Bollo

Las xanas y xaninas desembarcan de una carroza que emula el barco que llevó a Pedro Menéndez a San Agustín y Tino di Geraldo remarca su asturianía: "Aquí me siento feliz"

Saúl Fernández

Saúl Fernández

El Bollo sabe mejor en compañía. En este punto coincidieron tanto el pregonero de este año, el baterista Tino di Geraldo, como la alcaldesa de Avilés, Mariví Monteserín. Los dos se encargaron de prologar el primero de los dos desfiles de las fiestas; los dos, con el mismo ímpetu unitario. Dijo la Regidora que el Bollo es "una fiesta centenaria, en el corazón de una ciudad milenaria que expresa el espíritu de unidad, colaboración y concordia". Y también, dirigiéndose sin disimulo a la delegación norteamericana, de San Agustín de la Florida: "Muy pocas ciudades tienen el orgullo de poder decir que mantienen unas relaciones tan longevas". Y es que este año es el primer centenario de la reapertura de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y España que rompieron las guerras de Cuba y Filipinas y que volvieron a unir los restos mortales sin descanso de Pedro Menéndez, el capitán general avilesino que fundó hace medio milenio la ciudad que faltaba para que la unidad que mencionó Monteserín comenzara a existir.

Menéndez desembarcó del "San Pelayo" y, entre manglares, encontró el sitio ideal para la nueva ciudad que terminaría hermanándose con esta que vuelve a estar de fiesta después del recogimiento que trajo la lluvia y la Pasión. Y así, emulando al conquistador avilesino, las xanas y xaninas de este año, conquistaron su reino evanescente de la primavera a bordo de otro "San Pelayo", un "San Pelayo" a la manera más avilesina posible: carroza de poliuretano hecho arte por el artista Miguel Mulero.

No fue el primer guiño de la organización de fiestas del Bollo de Avilés a la delegación norteamericana de San Agustín: hubo más y todos los celebraban los invitados oficiales de la ciudad con el agradecimiento de la sorpresa, la que confesó haber sentido siempre el pregonero de este año, el músico Tino di Geraldo, cada vez que viajaba de su Toulousse natal a esta Avilés que a él se le antojaba "parque de atracciones". Por eso remarcó lo evidente: que se siente al tiempo hijo adoptivo e hijo predilecto: "Cuanto más viajo, más me gusta Asturias". Y luego añadió: "Aquí me siento bien. En Asturias me siento feliz. ¡Me gusta hasta el olor a cucho!", dijo con una gran sonrisa, que fueron las más durante la lectura de su discurso, pero también hubo un momento para la emoción: el recuerdo a la hermana muerta antes de tiempo. Silencio. Un trago de agua y aplausos del gentío de la plaza.

Así que sí, las xanas y sus damas de honor –Alba Rebollar, que reina junto a Naiara García González, Lucía López Nevado, Lucía Ruiz Martínez, Lucía Sarille Pérez, Ainhoa Chao Suárez, Ariadna Martín Enjuto– y la xanina, es decir,Valeria Carrasco Abeijón. Sus damas de honor fueron Valentina Parra Fernández, Lucía López Nevado, Carla Fernández Molina, Carmen Peláez Fernández, María Blanco Fernández y Valeria Calvo Luque, bajaron de su carroza "San Pelayo" al ritmo marcado por el periodista Giuseppe Montoto, que ayer ejerció de maestro de ceremonias.

Con un ojo puesto en el cielo y el otro en la calle San Francisco, de donde venían las carrozas, las orquestinas, las fanfarrias y la bandas de gaitas se desarrolló el primer desfile de carrozas del Bollo. La Banda de Gaitas de Corvera, que no hace mucho estuvo en San Agustín, fue recibida por los norteamericanos con la alegría del reencuentro con el amigo. El concejal Jim Springfield, por ejemplo, no lo supo disimular, ni tampoco cuando bajó de San Francisco una carroza que recrea el arco de acceso a la calle más antigua de Norteamérica. Se llama Avilés Street. Ni tampoco cuando la asociación de Pedro Menéndez presentó su carroza que servía para recrear la primera visita de hace cien años: la estación de ferrocarril, el coche de lujo, la procesión de los restos mortales del capitán general.

La delegación norteamericana y los representantes avilesinos comieron juntos en el restaurante Santacecilia. Allí hubo un momento para el intercambio de presentes. Los floridanos regalaron a los asturianos un cuadro de Mary Hubley que recrea el Ayuntamiento de San Agustín mientras que los avilesinos les entregaron un lote de botes y latas de conservas de la empresa local Laurel.

Antes de todo eso fue cuando habían bajado los nueve carros del país y calesas. Y vacas con la tripa suelta. Y, después, los miembros más jóvenes de los grupos de danza hacían "slalom" para no meter los pies en las boñigas. Y llegó la lluvia. Y se abrieron los paraguas. Las ganas de fiesta de primavera, con una hora menos que en Semana Santa, se incrementaron al mismo ritmo en que la emoción Di Geraldo se ponía a recordar el que fue cuando la familia subía al coche "a pasar las vacaciones de verano aquí", cuando empezó a funcionar por orquestas y se marchó a Madrid sabiendo que ya tenía un lugar al que volver: Avilés.

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