Ahora que las consecuencias de la dramática situación que se vive en Siria llegan a Europa, en forma de columnas de refugiados, nos planteamos qué hacer y se abre la posibilidad de intervenir en el país. El problema es que la situación es tan compleja en el equilibrio geopolítico que imagino que no es tan fácil señalar a buenos y malos. Por un lado, los países occidentales temen que una intervención refuerce indirectamente al régimen de Bashar al-Asad, quien tampoco nos cae bien pese a que hasta hace bien poco se codeaba con las democracias europeas. Obviamente, los malos malísimos son los exaltados del Estado Islámico, con su perenne afición a cortar cuellos, así que Estados Unidos ayuda y forma a otro sector moderado que pueda rebelarse contra Al-Asad y que no sea tan exaltado como los fundamentalistas. Una vez más, nuestra afición a cocinar desde fuera cosas extrañas en países acabará por estallarnos en la cara.