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Román Antonio Álvarez

Diario de a bordo

Román Antonio Álvarez

Gerónimo o España como disculpa

La oleada de revisionismo que alientan México y Estados Unidos, e incluso el Papa de Roma, prefiriendo hablar de la España de hace cinco siglos en lugar de mirar los genocidios practicados contra los indios comandados por Caballo Loco o Cochise

Publica estos días “InfoLibre”, el periódico digital dirigido por el leonés Jesús Maraña, un artículo de Baltasar Garzón titulado “El peligro de sentir orgullo”. Baltasar Garzón, además de abogado y juez (inhabilitado por el Supremo) ahora también escribe sobre historia. En este artículo aprovecha que el río revuelto de la presencia española en América pasa por utilizar la revisión histórica como arma política para atacar a lo que él denomina derecha y ultraderecha, a las que identifica no solo en formaciones políticas concretas, sino también en todas aquellas personas que no condenan el legado de España en América y, en grado sumo, a las que lo alaban. Es decir, se considera apriorísticamente a quien no comulga con estas ideas radicalmente críticas con la labor de España, poco menos que nazi o fascista peligroso. Un posicionamiento que cercena gravemente la libertad del historiador, que no debiera estar condicionado políticamente en su labor de estudio e investigación. Solo los hechos pueden llevar a conclusiones, abiertas sí a nuevos estudios y aportaciones, pero sin miedo por ello a ser lanzado a ninguna hoguera inquisitorial de uno u otro signo.

Parece que, en ciertos sectores, existe empeño en relacionar el legado español en América con la “memoria histórica” reciente, con el cambio de nombre de calles, con Millán Astray y, cómo no, con el mismo Franco. Y así, alguien que se acerca por primera vez al tema y lo hace de la mano de escritos como los del señor Garzón, puede que incluso llegue a la conclusión que fue el mismo Franco el que realizó la conquista y colonización americana y que, atacando a ésta, se persigue a aquél y a sus seguidores, entre los que se sitúan automáticamente, a todos aquellos que no aceptan estas tesis revisionistas. Así estamos.

Yo me pregunto cuando se dice que “España debe pedir perdón a los pueblos nativos americanos” … ¿a quién o a quiénes se están refiriendo exactamente? Cabe recordar que en la España del siglo XVI y posteriores había asturianos, gallegos, catalanes, andaluces, extremeños, castellanos… portugueses, italianos, flamencos, corsos y sardos, griegos, africanos y los propios nativos americanos… España era una suerte de crisol de personas de toda Europa, de África y de América, unidos en una empresa que comenzó hace ya más de quinientos años. Las Españas y los españoles ocupaban los dos hemisferios, como recoge la Constitución de 1812. Es esclarecedor, en este sentido, el pensamiento de Fidel Castro sobre la Hispanidad y el legado español expresado en su discurso de 1992, con motivo de la celebración del quinto centenario del Descubrimiento.

Sin entrar en las colonizaciones, conquistas, invasiones… realizadas por otros pueblos a lo largo de la Historia… Cartago, Roma, los pueblos germánicos, los musulmanes, los turcos, los mongoles… y especialmente naciones europeas como Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica y otras en el siglo XIX, y ciñéndonos estrictamente a lo sucedido en América, me extraña que los críticos radicales con la presencia y legado español, que tuvo evidentemente sus luces y sus sombras, silencien o ignoren procesos actuales con nativos americanos.

Por ejemplo, el señor Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, que reitera una y otra vez la necesidad de que España pida perdón a los indígenas mexicanos. Obrador es hijo de Andrés López Ramón y de Manuela Obrador González y se ha casado dos veces. Su primera esposa fue Rocío Beltrán y la segunda Beatriz Gutiérrez Müller. Su familia tiene poco que ver con los aztecas, olmecas o chichimecas y él mismo habla español, es cristiano, blanco y aunque nacido en México igual que sus padres, el origen de su familia arranca en la localidad cántabra de Ampuero, en donde nació su abuelo el 11 de marzo de 1893. Joe Biden reivindica el indigenismo y critica la labor española, consintiendo las agresiones a los símbolos de la presencia española en su país. Biden es rico, blanco y católico, y su familia es de origen irlandés. El Papa Francisco, cuyo nombre es Jorge Mario Bergoglio, es blanco, católico y habla perfectamente español e italiano, y también sugiere que España debe pedir perdón por la colonización americana. El Papa Francisco es hijo de Mario José Bergoglio y de Regina María Sívori. El padre nace en la provincia italiana de Asti y emigra a Argentina huyendo del fascismo, casándose allí con Regina María Sívori que, aunque nacida en Argentina, es también hija de inmigrantes italianos. Los tres, Obrador, Biden y Bergoglio son, por tanto, europeos cuyas familias llegaron a América gracias al descubrimiento y a la colonización. Yo les propongo, como máximos representantes de México, Estados Unidos y del catolicismo romano, que, antes de referirse a España, reflexionen y nos digan algo sobre algunas acciones concretas, hechos relativamente recientes: lo que pasó con los nativos americanos de etnia apache y también con los que, en general, se les denomina “araucanos”. Indios de la Pampa y de la Patagonia que abarcan distintas etnias como los mapuches o los selknam.

Los diferentes territorios americanos que se independizaron de España en América heredaron un estatus para las tribus indígenas que, en muchos casos no respetaron o simplemente ignoraron. Por no remontarnos a tiempos pretéritos y situarnos en los cercanos a los procesos de independencia, hay que decir que la Constitución de Cádiz de 1812 había declarado la igualdad de todos los habitantes de los reinos españoles. Y ahí se incluía a los pueblos indígenas.

En el caso de México, esta disposición fue confirmada por un decreto de la nueva nación de 1822 y por su Constitución de 1824. Pero un dictamen de 1852 de la Cámara de Diputados Federal negaba a las tribus nómadas el carácter jurídico de mexicanos. No pertenecían a la nación mexicana ni a ninguna otra reconocida por lo que, “de facto”, se autoriza el uso de todos los métodos de guerra para combatirlos, incluidas la traición, la violación de la inmunidad de los emisarios, la ruptura de treguas… En realidad, el objetivo de la guerra con los apaches a partir de la segunda mitad del siglo XIX por parte de México fue simple y llanamente el exterminio. A partir de esa fecha el Estado Mexicano pagaba recompensas por cada apache cautivo y por cada cabellera apache que se entregase a las autoridades, y la guerra sin cuartel continuó con toda la crueldad imaginable hasta que, en 1928, el Gobierno mexicano declaró oficialmente extinta la etnia apache en los Estados Unidos de México. Las tres mil personas que sobrevivieron lo hicieron en Estados Unidos, que también había sostenido una guerra total contra ellos. Fueron desterrados en condiciones degradantes e inhumanas a reservas en Arizona, Nuevo México y Oklahoma. En definitiva, la nación mexicana y sus gobiernos federales y locales, que traicionaron al jefe apache Gerónimo, sucesor de Cochise, matando cruelmente en una tregua a toda su familia, aplicaron para finiquitar el problema apache la “solución final” de Hitler con los judíos, o la solución turca con el pueblo armenio: simple y llanamente, el genocidio. Gerónimo era cristiano, estaba bautizado y hablaba español. El gran jefe chiricahua, cuyos padres tenían por derecho la nacionalidad española, acabó sus días siendo un apátrida en una reserva india en Oklahoma, alcoholizado y en la más absoluta miseria, que era la forma habitual de “civilizar” a los “indios salvajes” por parte de los “civilizados” norteamericanos. Los mexicanos ni tan siquiera dieron a los apaches esa opción.

El jefe Gerónimo. Román Antonio Álvarez González

Además, los norteamericanos humillaron gravemente a Gerónimo y el resto de los representantes de las naciones indias en la Exposición Panamericana de Búfalo que se celebró en 1901. Allí había un espacio denominado “Villa India”, donde se representaban las costumbres de los pueblos originales de Norteamérica. Cerca de setecientos indígenas en representación de cuarenta y dos tribus que conformaban el Congreso Indio, entre ellos Caballo Loco y Gerónimo, líderes de la resistencia hechos prisioneros por el Gobierno Federal, acudieron a la cita fuertemente custodiados por soldados. A todos ellos podía vérselos situados junto a un caballo que sumaba y restaba y a un chimpancé entre cuyas muchas habilidades estaban las de usar cubiertos, montar en bicicleta y tocar el piano. El señor Biden, presidente de los Estados Unidos que también reivindica el 12 de octubre como día de los pueblos indígenas, que está muy bien, no ha pedido perdón por esa humillación degradante, ni por la masacre y exterminio de las etnias americanas, especialmente la de los apaches, a los que la caballería de los Estados Unidos combatió, diezmó, arrebató sus tierras y, a los pocos supervivientes, los encerró en reservas donde aún hoy los mantiene en situación precaria.

El señor Obrador no ha pedido perdón a los apaches, pero tampoco a los indios mayas y olmecas de la selva Lacandona en Chiapas, a los que el Gobierno mexicano masacró enviando al ejército a sitiarlos y a combatirlos, reduciendo a los supervivientes a la más absoluta pobreza y abandono. ¿Recuerdan ustedes al Frente Zapatista de Liberación Nacional y al subcomandante Marcos? Empezó su lucha en 1994 y no lo hacía contra España, lo hacían por los derechos de los pueblos indígenas contra el Gobierno mexicano. Hoy Marcos sigue en la lucha, pero se hace llamar Subcomandante Galeano. Pero Obrador mira a España.

Un trío de mapuches.

Fueron los gobiernos argentinos del siglo XIX, nacionalidad a la que pertenece su Santidad el Papa Francisco, los que masacraron y exterminaron a los indígenas de la Pampa y de la Patagonia para colonizar y apropiarse de las tierras de esas extensas regiones del cono sur americano. Hacía más de cien años que España ya no estaba en el territorio. También en Canadá, una investigación ha puesto sobre la mesa los siniestros sucesos ocurridos desde 1863 hasta 1998, en los que más de 150.000 niños indígenas fueron separados de sus familias y llevados a internados estatales donde fueron objeto de abusos psicológicos, físicos y sexuales. Estos colegios, operados por la Iglesia católica, formaban parte de la política para lograr asimilar a los niños indígenas. Miles murieron de malnutrición, enfermedades y otras causas, en un auténtico genocidio cultural. ¿Qué dice el Papa de esto?

El señor Obrador y el señor Biden o el Papa Francisco prefieren hablar de España y, así, olvidarse de estos y otros temas americanos gravísimos. Porque parece ser que los mayores genocidios contra los nativos americanos se hicieron después de que España se fuese de América, pero ya ven ustedes, de eso chitón. Eso sí, que pida perdón España… En definitiva, España como disculpa.

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