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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

Lola Herrera, "superstar"

"Adictos" pone en pie al teatro Palacio Valdés

Lola Herrera y Lola Baldrich, en el estreno avilesino de «Adictos». María Fuentes

En "Adictos" lo que sobresale es Lola Herrera. Mucho. Es una "superstar". El teatro Palacio Valdés se puso en pie el viernes pasado –cuando el estreno nacional de "Adictos"– para dejar patente que sí, que el público se rinde a la Herrera siempre y en todo lugar. Sea cuando da vida a la Menchu de negro y sin Mario o a la Rosa de "Solas" y José Carlos Plaza. Lola Herrera es gigante.

Y esta vez sobresale por el empeño de la directora de escena Magüi Mira. La actriz Mira cuando se pasa al otro lado de la fuerza lo hace siempre para tomar el poder de la depuración. Y en "Adictos" más que depurar, destila. Tiene que hacerlo. Los espectadores somos más felices si nos dejamos amarrar por lo que sucede sobre la escena y no por lo que se desarrolla fuera de ella que, como no se ve, no está. Mira reconstruye el texto para que las tres actrices le den forma y el público termine rindiéndose. Que para eso estamos aquí: para seguir jugando. Lo explicó superbién Aristóteles: "Una tragedia es la imitación de una acción elevada y también, por tener magnitud, completa en sí misma; enriquecida en el lenguaje, con adornos artísticos adecuados para las diversas partes de la obra, presentada en forma dramática, no como narración, sino con incidentes que excitan piedad y temor, mediante los cuales realizan la catarsis de tales emociones". Y a todo ello se pone Mira echando mano de Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán (que son los escenógrafos) y de José Manuel Guerra (que es el iluminador) y de Jorge Muñoz (el del espacio sonoro). Y los cuatro –y la directora– son los que se transforman en el molde donde Herrera va a cocinar su trabajo sobre la escena.

Lo que no sobresale en "Adictos" es el texto. Y es una pena. Porque está Herrera, porque está Mira, porque están Wilmer y Gañán, porque está Guerra… Los escritores mezclan a Hal 9000 (el de "2001: Una odisea en el espacio"), con "La fundación" de Antonio Buero Vallejo y todo esto, con el discurso final de "El gran dictador": "Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado nosotros. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco". Y siendo buenos antecedentes, no dejan de ser sólo eso: buenos antecedentes. Uno reclama más carne (o carne distinta) para los personajes, sobremanera, la científica. Sabemos, por ejemplo, que es "científica de reconocido prestigio internacional" porque nos lo dicen constantemente y sólo porque no nos lo dicen. El personaje de la psiquiatra se dedica a explotar una anagnórisis detrás de otra (que soy esto, pero en verdad no, soy esto otro) como si nada. Y siendo tantas cosas, también es cuñada de la científica de 83 años. Y eso, vaya…

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