Que la ternura no se rompa

Las beneficiosas consecuencias de las conductas de cercanía, afecto y protección para la salud mental y para la supervivencia 

Marisol Delgado

Marisol Delgado

El psicólogo Paul Eckman, investigador de las emociones y del lenguaje no verbal, considera la ternura "una de las emociones más descuidadas, por mucho que implique armonizar el cuidado, el afecto, la empatía y esa necesidad de cercanía, con la cual conferir seguridad y atención"

Y puede ser totalmente cierto que la descuidemos, puesto que, o nos pasamos y la convertimos en una ñoñería bastante indigesta y repelente –como la que nos asalta con la cada vez más larga mercadotecnia  navideña– , o no llegamos y la enterramos entre las prisas, la competitividad e incluso el odio y la furia que parecen rodear nuestro día a día. 

A veces, nos da miedo incluso mostrarla de forma explícita. Hay ciertas ideas, socialmente transmitidas, que pueden llegar a ser verdaderas "losas" mentales. Una de ellas es la de asociar ternura con debilidad, cuando, en realidad, es todo lo contrario, la ternura implica valentía para mostrarnos tal y como somos y para adaptarnos mejor a las dificultades y a los sinsabores de la vida. 

En el diccionario de María Moliner, ternura significa "actitud cariñosa y protectora hacia alguien". A esta acertada definición, podemos añadir, además, amor, respeto, reconocimiento, seguridad, generosidad, comprensión, paciencia, tolerancia...

Realmente, la ternura implica llevar a cabo conductas altruistas y prosociales que se han comprobado imprescindibles para la supervivencia.

Es más, ahora que se reivindica tanto la importancia de la salud mental, sería conveniente tener en cuenta cómo el interés, el cuidado y el afecto que se despliegan con la ternura, nos refuerzan y aportan seguridad y autoconfianza para afrontar la vida.

Si hasta reducen el cortisol y mejoran la eficacia de nuestro sistema inmunológico…

Un abrazo de consuelo, una palabra de cariño verdadero, una mirada cómplice, ofrecer ayuda, dejar que otra persona pase primero, ceder un asiento, luchar por los derechos humanos, defender sin cortapisas a quienes sufran cualquier tipo de violencia o de intolerancia…, serían un pequeño muestrario de sencillos ejemplos. Por supuesto que la expectativa no puede ser pretender permanecer siempre en ese estado.

Lo natural es que haya también momentos en los que afloren otras emociones funcionales y necesarias como el miedo, el enfado o la tristeza. Pero, la ternura, que no nos falte. Y menos en tiempos que tienden claramente hacia el individualismo más deshumanizador.

A las pruebas me remito con la incomprensible indiferencia ante el insoportable reguero de muerte y destrucción en Palestina, más incomprensible aun en lo referente al horror y la devastación que sabemos están sufriendo miles de niños y niñas.

Lo dijo Eduardo Galeano: "La ternura es como un nervio que, si se rompe, no se puede coser…" Ciertamente, cuando se rompe, el aislamiento, la soledad, el vacío, la indiferencia o el desprecio ocupan su lugar.

Entonces nos volvemos mucho más vulnerables, como individuos y como sociedad.

En la maravillosa "Try a Little tenderness", grandes del soul como Otis Redding, Etta James o Aretha Franklin, no dejan de insistir en la necesidad de "probar solo un poco de ternura". 

Probemos pues.

Qué nos cuesta...

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