Opinión | Crítica / Teatro

El huracán

Vuelven los estrenos nacionales al Palacio Valdés con un Albee

Por el Palacio Valdés han pasado dos de los tres "Pulitzer" del norteamericano Edward Albee (1928-2016): "Tres mujeres altas" en 1995 y, el viernes, "Un delicado equilibrio", un espectáculo cuyo estreno nacional acogió el odeón avilesino entre aplausos y corazones desencajados. Porque "Un delicado equilibrio" es eso: una historia en la cuerda floja que se convierte en látigo cuando llega un huracán en forma de visita inesperada.

Lo mejor de "Un delicado equilibrio" son sus seis actores, seis intérpretes que naturalizan el drama y airean los miedos que esconde esa familia disfuncional que creó Albee. Ahogan sus penas en brandy, en whisky y en vodka; de madrugada y antes del zumo de naranja de la mañana, a todas horas. Acusa a la tía Claire (Velasco) de "alcohólica", cuando el nivel de trasiego de cualquiera de ellos es más propio de un campeón mundial que de una persona de orden, que es a lo que aspiran en realidad. "Un delicado equilibrio" es una tragedia de corte barroco, una especie de "La vida es sueño" ("sueña el rey que es rey...") con premonición y leyenda incorporadas. Los secretos no se engrilletan, se enmudecen y los silencios estallan cuando llegan "los amigos de toda la vida" (Bentallé y De Inza) que lo son porque dicen que lo son, pero que hubieran podido ser, también, dos tigres hambrientos que entran en escena como ese viento huracanado que desmonta la realidad burguesa que se han montado.

Los diálogos de Tobias y Agnes (Temple y Borrachero) son de esos que congelan, las salidas de tono de Claire despiertan el amor a la libertad en plan Falstaff, los gritos de Julia (Moliner) pidiendo que todo vuelva a su seno despiertan la compasión del personal. Y esto es así porque Nelson Valente, el director de la función, sabe cómo remover la tristeza que se esconde a la espera del huracán. Y eso sí que está bien.

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