Opinión

El tesoro del artista

El taller de Vicente Santarúa y su huella en los creadores que ahora producen en el siglo XXI

Su taller era como una isla del tesoro: Manuel Preciado antes de ser el Manuel Preciado al pie del Molinón, Woody Allen justo después de decir lo de que Oviedo era una ciudad de cuento y tal. Y un papa Juan Pablo II y un Quini según Puche… todo, en vitrinas. Y en los cajones: bocetos, bosquejos de proyectos que tenían que ser y se quedaron en ideas. "¿Sabes qué eso?", me preguntó una vez. Y yo lo sabía (me lo había contado en otra ocasión), pero le dije no porque pensé que era mejor que lo volviera a explicar él. Se trataba de la figura del aprendiz de Carreño Miranda que debía de haber ocupado el hueco que quedó libre en el plinto que colocaron al final en la plaza de Camposagrado.

Pero, al menos, ahí quedó para siempre inmortalizado el maestro, el más importante pintor avilesino de todos los tiempos retratado por uno de sus más fieros herederos.

Vicente Santarúa ha muerto y su muerte ha dejado huecos como el del aprendiz que debió de haber sido llenado el conjunto de Camposagrado y, aunque eso está sin hacer, lo que sí que hizo fue cubrir los espacios que han hecho del arte avilesino este que ahora es en pleno siglo XXI.

Santarúa hila a los hermanos Soria y a los Espolita con Favila y sus discípulos. Santarúa y su huella, que empezó a caminar en ese taller que es como una isla del tesoro.

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