Hay lugares en los que los parques y jardines están perfectamente cuidados y que la gente aprovecha para disfrutar sin causar ningún daño. Hay ciudades que tienen paseos llenos de bancos para sentarse y servicios públicos limpios. Y nadie los destroza o ensucia. Hay pueblos en los que las calles están limpias de basura porque sus vecinos acostumbran a depositar todos los desechos en los contenedores habilitados para ello. Y nadie los vuelca o quema, ni se ve a la gente tirar cosas al suelo. Son personas como nosotros, normales y corrientes, pero que no escupen en el suelo, no arrojan los envoltorios de plástico sobre la acera y procuran mantener el entorno urbano lo más presentable posible. Y, aparentemente, no les supone un gran sacrificio. En vez de lanzar un esputo al suelo, no lo hacen; en vez de tirar el papel al jardín, lo tiran en una papelera; en vez de arrojar la basura al río, lo hacen en un contenedor. Así de fácil. Y no se les nota más fatigados que a nosotros por el esfuerzo de no ensuciar porque lo viven con absoluta naturalidad, como lo aprendido desde la infancia.

Se hace difícil entender el motivo de que un par de horas de avión produzcan tamañas diferencias. España, Asturias y, en particular, nuestras cuencas, tienen un serio problema de urbanidad. Hemos convertido en habitual la suciedad, el vandalismo, el destrozo de mobiliario urbano, el descuido de los espacios públicos. Y mientras que una parte de la sociedad suspira por un lugar mejor para vivir, otra se divierte rompiendo y manchando. Es sabido que en cuestiones de educación somos lo que hemos mamado en casa desde la niñez. Y el problema es que nuestras familias no están dado un ejemplo demasiado edificante. Si los niños crecen viendo a sus padres utilizar la calle como basurero, es muy probable que acaben haciendo lo mismo. No se les inculca el valor de la educación, el sentido cívico y el respeto. Y si las inversiones públicas para mejorar nuestros pueblos y ciudades son rápidamente destruidas, es normal que, finalmente, se olviden.

Pero todo podría ser distinto, mejor. Los ejemplos están cerca. A dos horas de avión.